Ya es una evidencia que el embotellamiento circunstancial que el Ayuntamiento avisó que se produciría con la apertura del túnel de las Glòries sentido Llobregat se ha convertido en un hecho estructural. Los embotellamientos son diarios y carecen de perspectivas de mejorar. Ésta es la dura realidad.
Muchos ciudadanos de la zona, y obviamente todos los turismos atrapados por la ratonera, no se creen que un gasto de 200 millones de euros, teóricamente dirigido a mejorar la circulación, tenga como consecuencia este resultado. El asombro es lógico, pero desaparece cuando se consideran las causas que determinan estas largas colas de vehículos.
La razón no está en el túnel de les Glòries, que carece de problemas y se circula con absoluta fluidez. Las dificultades han sido impuestas porque se ha modificado la vialidad de los entornos, limitando el número de carriles y dificultando la circulación, de manera que no se puede llegar a las calles del entorno o bien, en aquellos casos en los que es posible llegar, su capacidad de admitir vehículos se ha visto al tiempo reducida por las actuaciones municipales.
Lo mismo puede decirse de la regulación semafórica, que no está pensada para dar fluidez a la circulación, sino todo lo contrario, para generar retenciones. En definitiva, se trata de una ratonera deliberada.
La tesis que hay detrás por parte del gobierno de Ada Colau es la misma que impera en el urbanismo táctico y en las islas del Eixample: si dificultamos la movilidad del coche privado, conseguiremos que éste se quede en casa y que el usuario se desplace en transporte público. Es lo mismo que se piensa hacer con Via Laietana. Por cierto, que las obras comenzadas, cortando prácticamente este eje, son un anticipo de lo que vendrá cuando lo hayan culminado.
En definitiva, se considera que la mejor manera de mejorar las condiciones de vida de Barcelona es impedir que el coche circule, y de ahí la acción deliberada para convertir en un vía crucis los desplazamientos. La tesis municipal tiene parte de lógica: cuantas más dificultades haya, más difícil será utilizar el coche. Pero, dado que la mayoría de estos desplazamientos, empezando por el de la plaza de las Glòries, son obligados, porque el usuario no tiene una alternativa mejor con el transporte público, el resultado es y será que los embotellamientos continuarán y con éstos seguirá creciendo la contaminación.
Nunca en la historia de la vida municipal, ni siquiera en períodos franquistas, ha habido un gobierno que, además es democráticamente elegido, abuse de una forma tan desmedida de la ciudad, de los ciudadanos y de las personas que vienen a trabajar y a comprar, y que se les engañe tanto de forma absolutamente deliberada. Además del colapso que provocan y las consecuencias de todo orden que tiene, lo que resulta terriblemente grave es el abuso que desde el gobierno de Ada Colau se comete sobre la ciudadanía, imponiendo medidas perjudiciales para la ciudad y que no son compartidas por la inmensa mayoría de ciudadanos.