El 27 de febrero de 2022, tres días después del comienzo de la invasión rusa de Ucrania, el canciller alemán, Gustav Scholz, pronunció un discurso histórico en el Bundestag (cámara baja del parlamento alemán). Allí declaró solemnemente que Alemania entraba en un Zeitenwende (cambio de época) a consecuencia de la decisión de Vladimir Putin de invadir Ucrania.
En ese discurso, el canciller alemán fue desgranando toda una serie de medidas rupturistas, como las siguientes: Alemania no pondrá en marcha el gasoducto Nord Stream 2 que une directamente Rusia y Alemania a través del mar Báltico, aprobará un nuevo fondo de gasto militar por un importe de cien mil millones de euros, subirá al dos por ciento del PIB el gasto militar, enviará inmediatamente armas a Ucrania, construirá dos puertos para recibir gas licuado por mar, se sacrificarán las sacrosantas medidas de equilibrio presupuestario. Además, manifestó que “Europa necesita urgentemente llegar a su autonomía estratégica” (tal y como ha propuesto el presidente francés Emmanuel Macron). Todo ello suponía el mayor cambio de la política alemana desde la reunificación.
El canciller Olaf Scholz acaba de publicar en el número de enero/febrero 2023 de la revista Foreign Affairs un artículo importante con el título The Global Zeitenwende. How to Avoid en New Cold War in en Multipolar Era (El cambio de época global. Cómo evitar una nueva Guerra Fría en una era multipolar).
En su discurso de febrero de 2022 ante el Bundestag, el canciller alemán definió una nueva época para Alemania. En su artículo de 2023 define un cambio de época que se está produciendo no sólo en Alemania, sino también a escala global.
El contenido esencial del artículo publicado en Foreign Affairs es el siguiente.
Introducción
El mundo afronta un Zeitenwende tectónico. La guerra de agresión de Rusia contra Ucrania ha puesto punto y final a una era. Han emergido o reemergido nuevos poderes, entre los que destaca una China fuerte y asertiva. En este nuevo mundo multipolar, distintos países y modelos de gobernanza están compitiendo por el poder y la influencia.
El Zeitenwende global va más allá de la guerra de Ucrania y de la seguridad europea. La cuestión central es esta: ¿cómo nosotros, europeos, y la UE, podemos ser actores independientes en un mundo cada vez más multipolar? Alemania y Europa pueden ayudar a defender un orden internacional basado en normas sin sucumbir a la visión fatalista de que el mundo está condenado, una vez más, a dividirse en bloques competitivos.
Fin de una era
Para la mayor parte del mundo, las tres décadas que van desde que cayó el Telón de Acero (1989-1991) hasta hoy han sido un período de paz y prosperidad (después de los horrores de “la guerra de los treinta años» 1914-1945 y de las cuatro décadas la Guerra Fría (1945-1989/1991). Los anteriores miembros del Pacto de Varsovia pidieron entrar libremente en la OTAN y en la UE (lo que Putin parece no entender o no aceptar), posteriormente a la caída del Muro de Berlín y la implosión de la URSS.
El mundo no está condenado irremisiblemente, una vez más, a estar dividido entre bloques competitivos
En Moscú, los nuevos líderes post 1991 analizaron lo que ocurría desde una perspectiva diferente. Concretamente, Putin calificó el hundimiento de la URSS en 1991 como “el peor evento geopolítico del siglo XX“. El autoritarismo y las ambiciones imperialistas empezaron a reemerger. El discurso agresivo de Putin en la Conferencia de Seguridad de Munich (CSM), en 2007, marca un antes y un después en Europa y en el mundo. Rusia rechaza el orden internacional basado en normas y le acusa de ser un mero instrumento estadounidense de dominación mundial (Angela Merkel, sentada en primera fila de la sala de actos de la Conferencia, que se celebraba en un hotel de Munich, no se lo podía creer).
Al año siguiente, 2008, Putin lanzó una guerra contra Georgia (sigue ocupando ilegalmente dos regiones georgianas: Osetia del Sur y Abjasia). En 2014, Rusia ocupa y se anexiona ilegalmente Crimea y envía tropas a la región oriental ucraniana del Donbass, violando el derecho internacional y compromisos firmados por Moscú (Memorándum de Budapest de 1994, Acta de Helsinki de 1975, compromisos la OSCE-Organización de Seguridad y Cooperación en Europa). Moscú se rearma, envenena y encarcela a disidentes, ahoga su propia sociedad civil (trágica tradición histórica rusa, de la que debe liberarse si quiere llegar a ser un estado democrático moderno), interviene brutalmente en ayuda al régimen criminal sirio de Bashar al-Ásad. Paso a paso, la Rusia de Putin (hay otra, la democrática, que debemos ayudar a emerger) escoge un camino que le aleja de Europa y le aleja también de un orden internacional pacífico y cooperativo.
El imperio contraataca
Durante los siete años que siguieron a la ocupación ilegal de Crimea por parte de Putin (2014) y el estallido del conflicto en el este de Ucrania, Alemania y sus socios internacionales del G-7 trabajaron en favor de la soberanía y de la independencia política de Ucrania, tratando de evitar una escalada rusa y restaurar y preservar la paz en Europa. Junto con Francia, en el formato llamado “Normandía”, obtuvimos los acuerdos de Minsk dentro del proceso de Minsk, que invitaban a Rusia y Ucrania al alto el fuego y a seguir procedimientos posteriores de apaciguamiento. Pero una Rusia revisionista lo impidió.
El ataque brutal de Rusia a Ucrania de febrero de 2022 manifiesta una nueva realidad; el imperialismo ha vuelto a Europa.
Pero el impacto de la guerra de Ucrania (mucho más que una “operación militar especial”, como la califica Putin) va más allá de Ucrania. Hace estallar una arquitectura de paz europea e internacional que ha costado décadas construir. Putin se ha saltado las normas más elementales del derecho internacional. Actuando como un poder imperial, Rusia trata de redefinir sus fronteras por la fuerza y trata de dividir al mundo, una vez más, en bloques y esferas de influencia.
Una Europa más fuerte
El mundo no debe permitir que Putin se salga con la suya. El imperialismo revanchista ruso debe ser detenido. El papel crucial de Alemania en este momento consiste en convertirse en uno de los principales proveedores de seguridad en Europa, invirtiendo en nuestro ejército, reforzando la industria de defensa europea, aumentando nuestra presencia en el frente oriental de la OTAN y equipando las fuerzas armadas ucranianas.
El nuevo papel de Alemania requiere una nueva cultura estratégica. La asociación transatlántica sigue siendo vital. Pero también requiere que Alemania y Europa jueguen papeles activos. Hemos cambiado la Constitución para permitirnos un gran rearme, el paso más importante desde la creación de la Bundeswehr en 1955. Aumentaremos el presupuesto de defensa hasta el dos por ciento del PIB y hemos adoptado una inversión militar extra de 100.000 mil millones de euros.
Todo esto refleja una nueva mentalidad de la sociedad alemana. Los alemanes están al lado de los ucranianos a la hora de defenderse de la agresión rusa. Estaremos con ellos hasta que sea necesario. Defenderemos cada centímetro cuadrado de territorio de la OTAN.
Putin ha cometido muchos errores de cálculo. La UE y la OTAN son más fuertes que nunca. No permitiremos anexiones territoriales ilegales de territorio ucraniano. Para parar la guerra es necesario que Rusia retire sus tropas.
Bueno para el contexto, malo para Rusia
La guerra de Rusia no sólo ha unido a la UE, la OTAN y el G-7 para afrontar la agresión, sino que ha catalizado los cambios necesarios en las políticas económicas y en la energética, empujando la transición que ya estaba en curso (Putin actúa, a pesar de él, como federador de la UE). Nuestros objetivos son claros: en 2030 al menos el 80% de la electricidad usada por los alemanes será generada por energías renovables y en 2045 Alemania alcanzará emisiones de gas cero, es decir, la «neutralidad climática».
La peor pesadilla de Putin
Putin quería dividir a Europa en zonas de influencia y dividir el mundo en bloques de grandes poderes y estados vasallos. Sin embargo, su guerra ha servido para impulsar la UE. En junio de 2022 la UE ha otorgado el estatuto «de estados candidatos» a Ucrania y Moldavia, y ha reafirmado los vínculos de Georgia con Europa. También hemos asegurado la adhesión de todos los seis países de los Balcanes occidentales en la UE, asunto con el que estoy personalmente comprometido. Por este motivo he reactivado el llamado Proceso de Berlín para los Balcanes occidentales, que busca una mayor cooperación en la región y su preparación para la adhesión.
La UE consistirá en una unión de más de 500 millones de personas (punto central del discurso de Scholz en Praga este año), que suponen el mayor mercado interior del mundo; un proveedor de estándares globales sobre comercio, crecimiento, cambio climático, protección medioambiental; un hogar de centros de investigación y empresas innovadoras; una familia de democracias estables que gozan de un bienestar social y de unas infraestructuras nunca vistas.
Putin nunca ha aceptado a la UE como actor político. Después de todo, la UE -una unión de estados libres, soberanos y democráticos basada en el imperio de la ley- es la antítesis de su cleptocracia imperialista y autocrática.
Putin quiere destruirnos con campañas de desinformación y otros medios. No nos tolera como sociedades abiertas que somos. Debemos estar más unidos que nunca. La unión entre Francia y Alemania es crucial.
La UE debe reformarse. Necesita adoptar nuevas políticas de inmigración y fiscal, mejorar el proceso de toma de decisiones anulando el derecho de veto en política exterior y fiscal. La UE debe convertirse en un verdadero actor global. Debe mejorar su política de defensa, reconociendo que la OTAN es la garantía última de la seguridad euroatlántica. Queremos al mismo tiempo una fuerte OTAN y una mejora de la defensa europea.
El reto que supone China y más allá
La historia no ha terminado, como algunos preveían, con la Guerra Fría. Tampoco se repite. Algunos asumen que estamos llegando a una bipolaridad en el orden internacional. Ven la llegada de una nueva Guerra Fría entre Estados Unidos y China. Yo no estoy de acuerdo en ese punto de vista (importancia crucial del mercado/economía chinas para Alemania). Lo que estamos contemplando es el fin de una fase excepcional de globalización, un cambio histórico acelerado por la Covid-19 y la guerra de Ucrania.
Durante esta fase excepcional, América del Norte y Europa han experimentado 30 años de crecimiento estable, altas tasas de empleo, baja inflación, y Estados Unidos ha actuado como poder decisivo mundial, un papel que mantendrá en el siglo XXI.
Durante la fase de globalización post-Guerra Fría (1989-2022), China se ha convertido en un actor global, como lo ha sido en otros momentos de la historia. China se aparta de un orden mundial basado en normas, va hacia el aislamiento, amenaza territorialmente a los vecinos, no respeta los derechos humanos y las libertades individuales.
Todos hemos de invertir más en África, Asia, Caribe, América Latina (global south), como ya está haciendo China, y luchar contra la pobreza y las desigualdades.
Nuestros sistemas son más resilientes a largo plazo que los autoritarios.
El auge de China no debe suponer aislamiento y menos cooperación con Pekín
Libertad, igualdad, imperio de la ley, dignidad de cada ser humano son valores que no son exclusivos de lo que suele denominarse habitualmente Occidente. Son más bien valores compartidos por ciudadanos de todo el mundo y la carta de Naciones Unidas los reafirman como derechos humanos fundamentales en su preámbulo. Pero los regímenes autocráticos a menudo desafían o niegan estos derechos y principios. Debemos defenderlos.
En un mundo multipolar, el diálogo y la cooperación debe extenderse más allá de la zona de confort democrática. Es necesario pragmatismo y humildad. El respeto por los derechos y principios fundamentales debe ser exigido a todos los estados, al margen de sus regímenes políticos internos.
Periodos de relativa paz y prosperidad, como el que hemos experimentado en la primera parte de la era post-Guerra Fría (1989-2022) no deben ser raros interludios o meras desviaciones de una norma histórica donde impera la fuerza bruta que dicta las normas. El mundo actual multipolar y complejo lo hace aún más difícil.
Para salir adelante, Alemania y sus socios -la UE, Estados Unidos, el G-7 y la OTAN- deben proteger a las sociedades abiertas, defender los valores democráticos y estrechar nuestras alianzas y asociaciones. Pero también debemos evitar la tentación de dividir una vez más el mundo en bloques. Esto supone construir nuevas asociaciones y cooperaciones de forma pragmática, sin fronteras ideológicas. En un mundo densamente interconectado como el actual, el objetivo de la paz, prosperidad y libertad necesita una mentalidad diferente e instrumentos diferentes. Desarrollar esa mentalidad y estos instrumentos constituye, en último término, la esencia del Zeitenwende.
En un mundo multipolar, el diálogo y la cooperación debe extenderse más allá de la zona de confort democrática Share on X