30 de junio de 2020
Tres hechos son decisivos:
El Covid-19 continuará presente hasta que una vacuna eficaz y masivamente aplicada genere la inmunidad suficiente. No hay normalidad, sino una gran incertidumbre que afectará a la economía.
Los fondos de la UE, más o menos condicionados, deberán destinarse a proyectos económicos que transformen a mejor la economía, y sólo se harán efectivos a finales de 2021 y durante unos años. Su finalidad no es resolver los desequilibrios presupuestarios de los estados, sino impulsar una nueva economía.
Por esta razón, es decisivo tener proyectos de excelencia donde aplicarlos. El País Vasco, Valencia, Andalucía, Madrid… tienen ya proyectos y estrategias definidas, nueva industrialización, corredor mediterráneo, exportación, urbanismo a gran escala, etc., que concitan la concertación pública-privada. En Cataluña, por el contrario, únicamente tenemos montañas de papeles y comisiones con cientos de personas.
Y tercero, y decisivo, la creciente probabilidad de que las elecciones en Cataluña sean en otoño. En la perspectiva electoral actual, que o señala una reválida del independentismo o la formación de una amplia colación decantada por los sectores ideológicos más radicales, no hay contrapesos, y esto es un problema, como lo constata la propia política económica del Ayuntamiento de Barcelona.
En este contexto, es importante la presencia de los nuevos partidos emergentes, que en sus programas hacen un llamamiento a un catalanismo integrador, capaz de establecer una nueva correlación de fuerzas. Si las elecciones son en otoño, el catalanismo difícilmente presentará una opción suficientemente amplia y sólida si no se hace presente en breve.
Por estas razones, llamamos al espíritu de servicio de estos partidos para que convoquen una reunión con el fin de establecer las bases para trabajar una única opción electoral o, en su defecto, clarificar los campos, definir dos opciones y pactar también un entendimiento.
Lo que importa es que la reunión se haga al máximo nivel y con todas las organizaciones, y se desbroce el camino para establecer acuerdos. Tienen que encontrar la forma de articularse en un gran proyecto común capaz de participar en el gobierno de Cataluña y de tener peso en la política española, y recuperar influencia política en las instituciones europeas.
El fracaso de la formación de un centro amplio catalanista puede conllevar la presencia electoral de dos opciones de signo similar, que compitan entre ellas y que lleve al fracaso electoral del nuevo catalanismo.
Su gran misión es recuperar la centralidad de la política catalana y construir el proyecto económico y social necesario para la reanudación. Esto será posible a condición de que se presente la opción electoral que, tan sólo con su presencia, ya sea percibida como amplia y potente.
Nos ponemos a disposición de este entendimiento desde una posición subsidiaria para contribuir en todo lo que esté en nuestras manos. No puede ser que en un país como el catalán sólo tenga capacidad de gobernar el independentismo del procés, tan estéril y divisivo, o un bloque de izquierdas decantado hacia el extremo de los que pretenden reescribir la historia, derribar monumentos, suprimir la libertad de enseñanza y aumentar impuestos, no como medio, sino como fin y, en definitiva, practicar un cierto constructivismo social.
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