Este Blog Pro Europa comenzó su camino el mes de mayo de 2019 , hace un año. En el intervalo que va entre mayo de 2019 y mayo de 2020, el panorama en Europa y en el mundo ha cambiado mucho, sobre todo debido a la crisis del coronavirus, una pandemia que puede superar en importancia histórica a los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York (2001) y ciertamente superará en impacto económico en la Gran Recesión (2008).
A comienzos de mayo de 2019, la preocupación principal en la UE eran las próximas elecciones al Parlamento Europeo que se celebraban el 26 de mayo. Se presentaban de manera amenazante fuerzas políticas antieuropeas, con el propósito de desmantelar la UE desde el interior mismo de sus instituciones. El frente antieuropeo estaba formado por un conglomerado de partidos nacionalpopulistas que tenían por líder ideológico al estadounidense Steve Bannon, dirigente de la campaña electoral que llevó Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, y por líder político al italiano Matteo Salvini , el capo populista de la Liga italiana.
El resultado de las elecciones no fue muy favorable a las fuerzas nacionalpopulistas antieuropeas. Consiguieron un 23% de los escaños, que no es poco, pero se quedaron lejos de su objetivo de conseguir un tercio de los escaños. La UE había resistido la embestida Bannon-Salvini, que tenía el apoyo de Trump y Putin. La eurocámara seguiría controlada por cuatro grupos políticos proeuropeos: populares, socialistas, liberales y verdes.
La nueva Comisión Europea estaba presidida por la alemana Úrsula von der Leyen, primera mujer que llegaba a la presidencia de la institución. En su discurso inaugural de julio ante el Parlamento Europeo se comprometió a preparar un green deal o pacto verde durante sus primeros cien días de mandato, con la intención de convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutro en 2050. La agenda de la nueva Comisión se fue completando con otras prioridades: economía centrada en las personas, nueva política social, Europa líder de la revolución digital, protección de la calidad de vida europea, nueva política migratoria, una Europa de peso en el mundo global, nueva política de defensa, mejora del funcionamiento de las instituciones europeas, convocatoria 2020 de una Conferencia sobre el futuro de Europa e implementación de sus recomendaciones reformistas en 2022. La nueva Comisión entró en funcionamiento en diciembre de 2019 con una agenda bien apretada.
A comienzos de marzo de 2020 se cumplían sus primeros cien días de existencia. No se pudieron celebrar tal como lo tenía previsto . La promesa en relación al pacto verde se había dado con la presentación de una primera propuesta, pero el panorama se había enturbiado por una serie de circunstancias: la UE aún no había sido capaz de adoptar su presupuesto septennal (2021- 2027), las negociaciones del Brexit se resistían a avanzar, se había presentado una nueva avalancha migratoria proveniente de Siria a las puertas de Grecia y, sobre todo, porque empezaba a aflorar una nueva crisis de grandes dimensiones en Europa y en el mundo: la crisis del coronavirus o la Covid-19.
De repente, todo parecía haber cambiado. Nadie estaba preparado para afrontar una pandemia de aquellas proporciones. A lo largo de los primeros días de marzo, el efecto sorpresa fue general en la UE, la solidaridad intraeuropea se vio estresada y el nacionalismo volvía en forma de decisiones adoptadas por los estados miembros de la UE de manera unilateral.
Hasta mediados de marzo, la UE no fue capaz de empezar a reaccionar contra el virus, activando varias de sus herramientas, entre las que destacaban las medidas adoptadas por el Banco Central Europeo (BCE) (nuevo programa de compra de bonos por un total de 750.000 millones de euros y relajación de exigencias a los bancos para que pudieran prestar 120.000 millones a empresas y familias) y por la Comisión Europea (flexibilización de los objetivos de déficit y deuda; facilitar ayudas públicas). Durante la primera semana de mayo, el BCE ha comprado más de 34.000 millones de euros a cargo de su programa de emergencia ante la pandemia, la mayoría deuda de Italia y España. Hasta hoy ya lleva dispuestos 153.000 millones de los 750.000 previstos.
La UE ha ido reaccionando por fases contra el coronavirus. La primera fase fue claramente de sorpresa y desconcierto. La segunda hizo patente la descoordinación a nivel europeo por las actuaciones de los Estados miembros de la UE que suponían limitación de exportaciones de material sanitario y cierre de fronteras nacionales. Las reacciones de repliegue ponían en entredicho el mercado interior, la libertad de circulación de personas (Schengen) e incluso la unión monetaria. La tercera consistió en la adopción de las primeras medidas contundentes por parte del BCE y de la Comisión Europea antes comentadas. la cuarta tuvo por protagonista el Eurogrupo (reunión de ministros de Economía de la zona euro) con la aprobación de medidas que creaban tres redes de seguridad y que suponían una movilización de 540.000 millones de euros, de los que 240.000 vendrían del MEDE ( mecanismo Europeo de Estabilidad) y serían dirigidos a las administraciones de los estados miembros; 200.000 provenientes del BEI (Banco Europeo de Inversiones) serían dirigidos a empresas; y 120.000 a cargo de la Comisión Europea, destinados a evitar despidos masivos de trabajadores, a través del programa SURE. La quinta fase, la actual, consiste en la adopción de un gran plan de recuperación económica que se espera que se haga público este mes de mayo. Úrsula von der Leyen ha declarado recientemente que la UE está preparando un pack que podría llegar hasta los tres billones de euros para luchar contra las consecuencias económicas de la Covid-19. Esto significaría casi tres veces el PIB de España.
El Parlamento Europeo (PE) comienza a inquietarse por el retraso en la presentación de este plan de recuperación. La primera fecha fijada, el 6 de mayo, ya ha pasado. En la comparecencia de von der Leyen ante el PE el 13 de mayo no ha indicado ni el importe ni qué parte irá destinada a transferencias y qué créditos a volver. Sí ha precisado que el plan tendrá tres pilares básicos: apoyo a inversiones públicas que estén en línea con la transición climática y digital; movilizar inversión privada especialmente para industrias clave (como la farmacéutica) de cara a alcanzar la autonomía estratégica de la UE; un instrumento de solvencia para la recapitalización de empresas sanas que están en peligro de cierre.
Mientras tanto, ha salido un obstáculo imprevisto: una sentencia del Tribunal Constitucional alemán que declara parcialmente contrario a la Constitución alemana el programa de compra de deuda por parte del Banco Central Europeo (BCE). Angela Merkel ya ha intervenido con su habitual estilo conciliador. Ha pedido una respuesta «sabia» al problema sobrevenido, argumentando que la situación es «solucionable» si el BCE explica y justifica su plan de estímulos con la compra de deuda. Esto es precisamente lo que ha pedido el TC alemán y ha dado tres meses para que se lleve a cabo. La dificultad es que si el BCE se justifica ante el TC alemán significa que acepta su jurisdicción. Esto también se podría evitar si las justificaciones llegaran a través del Bundesbank,pues así quedaría preservada la independencia del BCE. Seguramente todo acabará bien, pero este incidente no ayuda a la presentación rápida del plan de recuperación económica.
La Covid-19 ha puesto en evidencia la situación límite de los países que, como España, aún no han hecho los deberes correspondientes a la Gran Recesión (2008). La Covid-19 tendrá un coste astronómico y la única salida viable para estos países es la ayuda europea. Una ayuda que no puede limitarse a créditos que eleven aún más su fuerte endeudamiento y disminuyan su capacidad de recuperación. Lo más urgente es inyectar liquidez a las empresas debilitadas y atender las necesidades vitales de las personas. España ha formado una alianza con otros cinco países del sur (Francia, Italia, Portugal, Grecia y Chipre) sobre los objetivos a conseguir del fondo de recuperación económica. Los seis presionan a Bruselas a emitir deuda por un valor de al menos un billón de euros para impulsar la economía de los sectores y países más perjudicados, con la utilización prioritaria de subsidios no reembolsables. Por otra parte, también estudian acudir a los créditos del MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad), que ya existen desde la Gran Recesión de 2008, pero son reembolsables y condicionales (finalidad sanitaria). Por lo tanto, recuerdan los rescates, y de eso no quieren oír ni hablar, aunque las condiciones de precio y vencimiento de los créditos sean más favorables que las del mercado.
Las consecuencias de la Covid-19 a nivel global son muy importantes. Se trata de un acontecimiento que ha cogido a todos por sorpresa, no sólo en la UE. Cada epidemia importante ha tenido consecuencias decisivas sobre las estructuras productivas, los consensos políticos y sociales y la geopolítica. La Covid-19 ha acelerado tendencias que ya habían aparecido anteriormente, como el freno de la hiperglobalización o la generalización de la digitalización y del teletrabajo. Ha puesto en evidencia la interconexión y la interdependencia global, el virus no hace distinciones.
Si el cambio climático ha sido la primera experiencia global impactante, esta pandemia es la segunda. También ha mostrado la vulnerabilidad del ser humano. La pandemia conduce a nuevos escenarios económicos, sociales y políticos. Impulsa todo lo que hace referencia a la necesidad de cuidar el planeta, así como la sanidad, la ciencia, la tecnología,la robótica, la inteligencia artificial y la diversificación de las cadenas de producción. Paradójicamente impulsa al mismo tiempo la cooperación global y el retorno a los estados-nación y las familias. Plantea elecciones cruciales para el futuro de la humanidad entre la vigilancia totalitaria y la libertad de los ciudadanos, o entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad global. Pone de relieve el proceso de desoccidentalización y el auge de Extremo Oriente, particularmente de China.
Dentro de un mes y medio, Alemania asumirá la presidencia semestral rotatoria de la UE (julio-diciembre). El país clave de la UE toma el mando de la nave en tiempo de gran turbulencia. Tendrá una gran responsabilidad. La nave difícilmente podría estar en mejores manos.
Si Europa no es capaz de reaccionar con contundencia frente a la Covid-19, no sólo para dar pasos como nunca se han hecho para mantenerse unida -según acaba de declarar Ángela Merkel- sino para dar un salto cualitativo hacia su unidad definitiva, tal vez habrá desperdiciado su última oportunidad para hacerlo. La crisis del coronavirus puede acabar convirtiéndose para Europa en una cuestión de supervivencia.
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