El símbolo del desguace puede ser lo que ha pasado en la AP-7 a la vuelta del puente. El eje vertebral de la movilidad de Catalunya se ha visto colapsado por colas de 20 kilómetros. En total, según el Servei Català de Trànsit, se produjeron 90 kilómetros de cola. Horas perdidas, combustible quemado por paros y marcha lenta y contaminación, mucha contaminación. ¿Cuándo CO₂ emitieron los casi 300.000 vehículos colapsados?
De hecho, lo que ocurrió es el corolario de un fenómeno que se va produciendo desde la retirada de los peajes, la saturación de la AP7, con una circulación creciente al igual que el riesgo de un aumento preocupante de la mortalidad. Todo esto era previsible al no tener que pagar, pero no se adoptaron, y seguimos sin ellas, medidas que atenuaran el problema.
Una vez más existe una incapacidad manifiesta de la Generalitat y del gobierno español para hacer frente a situaciones de cierta complejidad, incluso aquellas que son conocidas con años de anticipación.
Al tiempo que se convertía este puente en un festival de la contaminación, a pesar del precio del combustible, por cierto subvencionado, y la inflación disparada, se producen en Cataluña restricciones extraordinarias por la implantación de instalaciones generadoras de energías alternativas. Todo el mundo es muy fino, y la existencia de placas solares en el territorio o de molinos, incomoda, y la consecuencia es un retraso histórico.
Al tiempo que se colapsa la autopista, lo hacen cada día las entradas a Barcelona, en este caso por las dificultades que deliberadamente provoca Colau con la absurda idea de fastidiar así la movilidad con vehículo privado. La consecuencia es mayor contaminación. Hay que reiterarlo, una vez más, Barcelona es la ciudad que presenta de forma regular episodios contaminantes más reiterados de entre todas las grandes ciudades españolas. Pero Colau, no satisfecha con ello, levanta la bandera de blindar y expulsar a los grandes cruceros que atracan en Barcelona pese a que su impacto ambiental es del 3%.
El escándalo que ha logrado el informe del Ministerio de Hacienda sobre las inversiones públicas del estado y los resultados en Cataluña por la baja inversión realizada, alcanza su máxima expresión si se considera que, incluso si ahora se realizaran con diligencia las previsiones inversoras en cercanías que no han sido llevadas a cabo, tardaríamos una década en obtener un funcionamiento mínimamente normal que seguiría siendo insatisfactorio para las necesidades del país.
El desguace es muy grande. Porque además se produce la constatación de que se añaden nuevos problemas a los ya existentes sin que haya vías de resolución por aquéllos.