Benjamin Shu es el seudónimo de un académico chino que ha librado un devastador testigo de la sociedad china sometida al control del gobierno de Pekín.
Por su interés, y por los puentes que se pueden establecer entre la vigilancia social oficial a gran escala que practica China con las tendencias de determinados actores tanto públicos como privados en el Occidente liberal, Converses recoge, de forma abreviada, el texto de Shu que ha aparecido en el diario francés Le Figaro.
En efecto, China parece señalar el camino no solo de las numerosas dictaduras esparcidas por el mundo, sino también el de todos aquellos en Europa y Estados Unidos que, de forma más o menos velada y más o menos extendida, proponen constreñir las libertades fundamentales y fundadoras de nuestro sistema y cultura políticas.
Si en China el gobierno persigue abiertamente a sus opositores, en Occidente se están distorsionando términos como “delito de odio” o “acoso” para perseguir opiniones contrarias a la ideología progresista dominante, y que desgraciadamente ha colonizado numerosas instituciones y entidades diversas, incluyendo aquéllas que debían velar por el imperio de la ley y la igualdad de los ciudadanos ante la justicia.
Benjamin Shu (la referencia al padre fundador de Estados Unidos de América, Benjamin Franklin, parece evidente) comienza su relato afirmando que en China «existe una élite occidentalizada, liberal y demócrata«. Sin embargo, esta se encuentra «en total desacuerdo con la mentalidad china, alimentada a la vez por el confusionismo y por el comunismo».
Shu prosigue afirmando que esta élite pro-occidental tiene cada vez menos influencia, ya que sus miembros están buscando refugio en el extranjero de forma masiva. De hecho, advierte que Occidente aún no es consciente de la magnitud de este éxodo.
Los irreductibles que todavía viven en China se preguntan, tras el nuevo mandato de Xi Jinping obtenido en el 20º Congreso del partido comunista, qué diferencia ya a su país de su vecino hermético, Corea del Norte .
A primera vista, se podría decir que los chinos, aparte de cuando su gobierno ordena un confinamiento draconiano , llevan una vida plácida, muy parecida en apariencia a la que podemos disfrutar en nuestro país.
De hecho, Shu explica cómo los chinos siguen volviéndose locos por las marcas occidentales, particularmente las de lujo (o sus imitaciones locales). Hay en China una verdadera fiebre consumista que la Covid no parece haber alterado en lo más mínimo.
Sin embargo, Benjamin Shu continúa, Xi Jinping ha conseguido reunir más poder personal que el propio Mao Zedong, ya que se encuentra en la cúspide del engranaje inmenso y perfectamente engrasado que es la simbiosis del estado chino con el partido comunista.
Para Shu, en su tercer mandato Xi Jinping podría gobernar de tres formas distintas: actuar en bien de sus ciudadanos; preservar los intereses del partido ante todo; o bien cumplir el “sueño chino” de la “autarquía hegemónica” .
En este último caso, se trataría de demostrar al mundo que “nosotros [los chinos] no os necesitamos, pero vosotros [el resto] sí que nos necesitan”, algo que pasaría en particular para reincorporar Taiwán a China continental.
Según se comentaría entre lo que queda de la élite china pro-occidental, el último confinamiento masivo de la ciudad de Shanghái (26 millones de habitantes), supuestamente por el coronavirus, sería en realidad el “ensayo general por un ataque contra Taiwán“. Se trataría de comprobar que la población puede sobrevivir durante tres meses totalmente confinada, controlada por los agentes del partido en la puerta de cada bloque de pisos y avituallada por el gobierno con raciones de emergencia.
Shu concluye que los chinos solo pueden esperar, impotentes, el destino que el gobierno de Pekín ha fijado para ellos. Y que para olvidar la “tensión extrema” que según él reina en la sociedad, “bajarán la cabeza, bromearán y disfrutarán aún más de las buenas comidas en familia”. Y sobre todo, seguirán consumiendo a toda prisa.