Sánchez, estrenando su nuevo flamante cargo de presidente de la Internacional Socialdemócrata, no ha podido resistir la tentación de lanzar numerosos vuelos de palomas, y uno de los más importantes y más fácilmente verificable es el de su discurso afirmando que la península se convertirá en poco tiempo en la gran productora de energía para Europa. Una especie de Arabia Saudí no contaminante. La piedra filosofal que lo hará posible es la del hidrógeno verde. Visto que los medios de comunicación dejan pasar las palomas de este vuelo es necesario situar las cosas en su sitio.
Es necesario empezar diciendo que el hidrógeno verde es una buena solución como recurso energético no contaminante. Hecha esta afirmación hay que añadir otras dos. Es la eterna promesa. Hace muchos años que se anuncia sin llegar a hacerse realidad. La segunda es que ahora quizás sí, pero su generalización como combustible va para largo porque se trata de su uso masivo para la movilidad y como sustituto de combustibles derivados del petróleo y también en aplicaciones industriales.
El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia presentado por el gobierno de España en octubre de 2020 incorpora una hoja de ruta del hidrógeno renovable y de su integración sectorial con el objetivo de alcanzar la neutralidad climática en 2050 y aplicar 1.500 millones de impulso hasta 2023, gracias al Fondo Europeo de Recuperación.
Esta acción prevé una primera fase de 2020 a 2024 con la instalación de 6GW de los electrolizadores y la producción y transporte de 1 millón de toneladas de hidrógeno hasta 2025. La segunda fase de 2025 a 2030 se prevé instalar al menos 40GW y la producción de 10 millones de toneladas de hidrógeno renovable. Y será en la tercera fase, que finaliza en el 2050 cuando sea posible un despliegue masivo del hidrógeno.
En consecuencia, y en el mejor de los casos y según el propio gobierno, no será hasta 2050 que España tendrá una producción masiva de hidrógeno con posibilidades pero no certezas de exportarlas.
¡Es posible que Sánchez piense que por esa fecha todavía continuará en el gobierno porque si no es así, es evidente que toda su intervención es una exageración y un escenario que, en el mejor de los casos, se produciría dentro de 27 años! Para una fecha más próxima, en 2030, ya hemos visto que el objetivo es mucho más modesto, 4GW, y una producción que permitirá su introducción en la industria de 100 a 150 hidrogeneros de acceso público, que ya se ve que son más bien pocos para un país del tamaño de España, 150-200 autobuses eléctricos alimentados por hidrógeno, 2 líneas comerciales de tren y la reducción de 5 millones de toneladas de CO₂. Como se ve, en un plazo razonable de 7 años los objetivos son más bien modestos y, sin embargo, en buena parte discutibles.
Porque el hidrógeno verde tiene muchas ventajas, pero también poderosos inconvenientes. Es importante el adjetivo de verde porque es aquél que se produce sin generar CO₂ y con energías de fuentes renovables. Hay otros tipos de hidrógeno que ya se usan en la actualidad, el llamado marrón o gris que genera CO₂ y también el azul que tiene la misma característica, pero que existe un proceso de captura y almacenamiento de este gas para que no pase a la atmósfera.
Está claro que la solución es el hidrógeno verde y es éste al que se refiere Sánchez. Su base es el agua que por electrólisis se transforma en hidrógeno y oxígeno y que necesita una gran cantidad de energía eléctrica para producirlo.
El primer problema comienza con que esta transformación tiene una baja eficiencia, del orden del 50%, que puede llegar al 80% hasta el punto de consumo y esto es mucho porque determina un rendimiento energético francamente bajo, del orden al 20 -25%. La consecuencia es que necesita una masiva instalación de plantas de energía renovable con la consiguiente ocupación del suelo. Para dar una idea de lo que significa ese rendimiento cabe señalar que los vehículos eléctricos actuales alcanzan el 70%, del orden de magnitud de tres veces más. Aquel deficiente rendimiento eléctrico tiene como consecuencia un elevado coste de generación. Por tanto, entra en juego en la medida en que la producción de energías de electricidad alternativa, solar y eólica, tiende a reducir sus costes.
Pero, aun así, se necesitan grandes superficies para transformarla. Este hecho explica el por qué sea una gran opción para Marruecos que tiene una gran superficie desértica sin problema de instalaciones solares y que puede producir hidrógeno y transportarlo a Europa con muchas más economías de escaleras que el producido en la península.
También presenta otros tipos de problemas. Es necesario almacenarlo en elevadas presiones con depósitos capaces de resistir del orden de 740 veces la presión atmosférica, y esto es mucho. También interviene el hecho de que la molécula de este gas al ser muy pequeña escapa con facilidad de depósitos y tuberías y provoca una pérdida de un 2-3% diario; es el equivalente a la evaporación en un coche de 1,5 litros de gasolina al día. Como es un gas muy inflamable, esto obliga a replantear los sistemas de ventilación y distribución eléctrica en lugares cerrados donde haya uso o distribución del hidrógeno.
Un factor adverso no pequeño es que los gasoductos no sirven para transportar petróleo porque es un gas que fragiliza el acero de las conducciones y tuberías y hace necesario un recubrimiento interior por polímeros, que es costoso.
Son, por tanto, numerosos los puntos críticos que presenta el hidrógeno. Producir el 10% del consumo actual de derivados del petróleo, el 10% de la demanda del gas natural y el 25% de la demanda industrial de hidrógeno demandaría 1.700.000 toneladas de hidrógeno al año y más de 28 millones de m3 de agua que equivale al consumo de un conjunto formado por Sabadell, Terrassa y Sant Cugat.
Y además necesitaría 31.000 hectáreas de espacio para producir energía eléctrica solar para alimentar esa electrólisis masiva. Como puede verse no es fácil y por eso hay países en Europa, como Alemania, que buscan soluciones fuera del país, en África, donde sea fácil obtener una gran cantidad de electricidad para producir hidrógeno que una vez licuado se transportaría a Alemania.
Es evidente, por tanto, que el proyecto de Sánchez presenta tantos interrogantes e inconvenientes que debería ser presentado con moderación y prudencia, algo que evidentemente no entra en su libro de estilo.