El futuro del planeta depende de una relación estable entre Estados Unidos y China

Qin Gang, recientemente elegido ministro de Asuntos Exteriores, ha sido Embajador en Washington y tiene fama de duro. Algunos medios de comunicación lo presentan como «el lobo de la diplomacia china». Es una persona de absoluta confianza del actual líder de China Xi Jinping, que acaba de inaugurar su tercer mandato de cinco años al frente del país, algo inusual hasta ahora.

Qin Gang publicó el pasado año una tribuna en el diario Washington Post. Eran palabras de despedida de su cargo de Embajador de China en la capital de Estados Unidos. Encabezó aquella tribuna con este título: “El futuro del planeta depende de una relación estable entre Estados Unidos y China“.

En su primera comparecencia en la prensa como ministro de Exteriores, inmediatamente después de abandonar Washington, Qin Gang declaró:

“Si Estados Unidos no utiliza el freno y continúa a toda velocidad por el camino equivocado, no habrá forma de impedir su descarrilamiento, y seguramente habrá conflicto”.

El pasado 14 de marzo, el portavoz de Exteriores chino, Wang Wenbin, ha criticado el plan de adquisición y desarrollo de submarinos de propulsión nuclear por parte de Australia en el marco del pacto de seguridad AUKUS (Australia, Reino Unido y los Estados Unidos). Ha dicho que «sólo alimentará una carrera armamentista» y «dañará la paz y la estabilidad regional». Remató su intervención utilizando las mismas palabras que su ministro escribió en la tribuna del Washington Post, declarando que los tres países miembros del AUKUS se están adentrando más y más “por el camino equivocado y peligroso para sus propios intereses geopolíticos”.

El AUKUS es considerado por China un ejemplo más del “cerco” que sufre por parte de Estados Unidos.

La ceremonia oficial de lanzamiento  de esta organización ha sido preparada metódicamente por los americanos. El presidente Biden se reunió el 13 de marzo en San Diego (California) con los primeros ministros australiano, Anthony Albaneses, y británico, Rishi Sunak, para presentar los planes de futuro de la alianza. Aquella reunión culminaba 18 meses de preparación de cara a reforzar el control occidental del Indo Pacífico frente a la creciente influencia de China en la región.

El mismo día que esto se producía, el máximo líder chino, Xi Jin Ping aseguraba, al clausurar  el Congreso del Partido Comunista Chino, que pretende modernizar el Ejército Popular de Liberación para convertirlo en “una gran muralla de acero” capaz de garantizar la soberanía nacional, la seguridad, los intereses nacionales y el desarrollo de China“. Xi reclama “respeto a la soberanía de todos los países“ (sin especificar cuáles, ¿también Ucrania?) y  “reconocimiento de los intereses y preocupaciones de seguridad legítimos“ (piensa especialmente en los propios y de su aliado Rusia, con quien el pasado mes de febrero firmó un acuerdo de relación “sin límites”).

En la inauguración de la Asamblea Nacional Popular, Xi ya había denunciado que Estados Unidos tenía la  voluntad de “contención“,  de “cerco” e incluso de ‘supresión’ de China.

Xi «ha sacado pecho», con causa, de muchas realizaciones y avances chinos durante sus dos anteriores mandatos. Lo que no ha podido disimular en la Asamblea es que el horizonte, después de tres años de lucha contra la covid, parece incierto (se acaba de decretar, por fin, hace unos días, una prometedora apertura de fronteras) y que la caída de la natalidad y el envejecimiento de la población constituyen un lastre para el país.

Clausurada la Asamblea Nacional, Xi se ha apuntado una gran victoria diplomática al obtener la reconciliación entre Arabia Saudita (aliado tradicional clave de Estados Unidos) y su protegido Irán, así como tres iniciativas importantes sobre la guerra de Ucrania: difusión del su plan de paz hecho público hace unas semanas, inmediata visita a Moscú para entrevistarse con Putin (se reunieron ayer, 20 de marzo) y próxima conversación (virtual) con Zelenski.

Según han escrito Javier Solana (anterior Alto Representante de la UE para asuntos exteriores y defensa) y Eugeni Bregolat (diez años de Embajador de España en China), las relaciones entre las dos únicas superpotencias pueden ser de tres tipos: competición , cooperación y conflicto.

Piensan que la competición entre la primera y la segunda economía más grandes del mundo es inevitable; su cooperación es indispensable a la hora de proporcionar “bienes universales comunes” necesarios a la humanidad, como la paz, la seguridad, la lucha contra el cambio climático, las pandemias y la pobreza, etc.; el conflicto es evitable, es necesario llegar a un entendimiento entre los dos gigantes de cara a organizar un nuevo orden mundial de carácter multipolar, basado en reglas aceptadas por todas las partes implicadas.

China pide respecto a su “reemergencia” histórica, es partidaria del multilateralismo, del reforzamiento de la ONU y de la no injerencia en los asuntos internos de otros países.

En un artículo publicado en 2021, Solana y Bregolat escribían que “la convivencia entre las dos potencias es clave para la paz y la prosperidad de la humanidad del siglo XXI; ambas deben pactar nuevas reglas del juego sin imposiciones y sin renunciar por ello a sus principios; la cooperación internacional es indispensable para superar los grandes retos de la humanidad, ningún problema global (cambio climático, recuperación de la economía global, pandemias, proliferación de armas de destrucción masiva, etc.)  será resuelto sin una mínima confianza entre las dos superpotencias“.

En un segundo artículo sobre el mismo tema publicado en 2022 dejaban claro que se oponían a un posible decoupling (desacoplamiento) económico entre Occidente y China, que provocaría una desglobalización con graves consecuencias sobre la economía global. La UE y la economía alemana resultarían especialmente perjudicadas, según ha expuesto el Canciller alemán Scholz al presidente Biden en un encuentro bilateral reciente en Washington.

Sobre las relaciones entre Estados Unidos y China cuelga la famosa «trampa de Tucídides», según la cual es casi inevitable la guerra entre una potencia hegemónica (hoy Estados Unidos) y una potencia emergente (como es el caso hoy de China, mejor aún decir  “reemergente“, pues su civilización se remonta a cinco mil años) en los diferentes escenarios históricos en los que se pueda dar esta situación de bipolaridad.

En su libro “Guerra del Peloponeso”, el gran historiador Tucídides relata la guerra entre la potencia griega hegemónica, Esparta, y la potencia griega emergente, Atenas, con victoria final de la primera, pero que deja a las dos potencias tocadas de muerte, debido al gran desgaste que supuso su terrible guerra fratricida.

China es un Estado-civilización que aspira  a volver a ser la gran potencia central del mundo que ha sido a lo largo de toda su historia

China es un Estado-civilización que aspira a volver a ser la gran potencia central del mundo que ha sido a lo largo de toda su historia (la palabra China significa precisamente “nación o reino del centro“), salvo el “siglo de humillación“, entre 1839 y 1949, a consecuencia de las derrotas y ocupación que sufrió ante las potencias occidentales y Japón, superiores entonces tecnológicamente a una China que se había aislado a partir del siglo XVI hasta perder su tradicional superioridad tecnológica. Esto sucedió bajo la dinastía Ming, que construyó la Gran Muralla al norte para protegerse de los invasores mongoles e hizo regresar a casa la poderosa flota imperial china capitaneada por el eunuco Zheng He, que había empezado a explorar el mundo, algo que España y Portugal sí hicieron.

La actual rivalidad global, tan argumentada en términos geoestratégicos (China es considerada «rival sistémico» por Estados Unidos y la UE), está fundamentalmente basada en aspectos tecnológicos. Los escalones de relación que van de menor a mayor tensión entre las dos superpotencias pueden pasar por la competencia estratégica, la guerra comercial, la guerra tecnológica, el estallido de una nueva guerra fría, una guerra abierta, a pequeña escala o a gran escala , que podría llegar a ser nuclear, amenazando así la misma existencia del planeta.

«la guerra actual Estados Unidos-China es tecnológica» y nos encontramos  «a las puertas de una nueva guerra fría»

Analistas tan calificados como Yan Xuetong, decano de Relaciones Internacionales en la prestigiosa Universidad Tsinghua de Pekín, acaban de indicar que “la guerra actual Estados Unidos-China es tecnológica” y que nos encontramos “a las puertas de una nueva guerra fría” , muy diferente de la Guerra Fría, con mayúsculas, existente entre los años 1947 y 1991, protagonizada por las dos grandes potencias de entonces, Estados Unidos y la URSS, que era ideológica, y que acabó con la implosión de la URSS y la victoria de Estados Unidos y de Occidente en general.

Hoy se habla mucho en Estados Unidos de cómo “contener” la carrera iniciada por China hace unas décadas (a partir de su cambio de sistema económico del comunismo al capitalismo de estado en 1978) hacia el liderazgo mundial.

Históricamente, la idea original de contención (containment) viene condensada en un ensayo publicado por el diplomático americano, George Kennan, en 1947 en la revista americana Foreign Affairs, titulado The Sources of Soviet Conduct (Las fuentes del comportamiento soviético), basado en el famoso Telegrama Largo enviado por él mismo a Washington, en 1946, desde Moscú. Hoy en día, en Washington, a pesar de que el presidente Biden se muestra oficialmente comprometido en tratar de cooperar con China, puede observarse el desarrollo de una estrategia de contención no declarada en relación con China.

Una gran diferencia entre la nueva guerra fría de hoy y la original entre Estados Unidos y la Unión Soviética es que China no pretende exportar la revolución, algo que sí pretendía la URSS.

Una altra gran diferència és que els americans estaven convençuts que el sistema econòmic comunista soviètic, a causa de la seva enorme ineficàcia, acabaria fent implosió, com així va ser l’any 1991.

En poco más de treinta años ha convertido a una China muy retrasada en “la fábrica del mundo“, y ahora ya está pasando a nuevas fases mucho más avanzadas, priorizando la tecnología

Hoy están convencidos de lo contrario, es decir, que éste no será el caso con el capitalismo de estado chino, que se ha mostrado hasta ahora sólido y muy eficaz. En poco más de treinta años ha convertido a una China muy retrasada en “la fábrica del mundo“, y ahora ya está pasando a nuevas fases mucho más avanzadas, priorizando la tecnología. Vigilando el capitalismo de estado, un Partido Comunista Chino todopoderoso, inspirado en la milenaria meritocracia china de carácter confuciano, da lecciones de buena gobernanza en el mundo y consigue grandes resultados que legitiman el sistema de partido único frente al pueblo chino.

La contención propuesta por Kennan hacia la URSS en 1946 se basaba en dos recomendaciones: frenar la expansión del imperio soviético y salvaguardar la democracia occidental. Él desaconsejaba el uso de la fuerza. Pensaba que, con paciencia y habilidad, la URSS acabaría cayendo, y así sucedió en 1991.

La política actual de Biden, compartida por demócratas y republicanos (la mano dura con China parece ser una de las pocas iniciativas capaces de generar consenso entre los dos grandes partidos políticos americanos, muy polarizados), es calificada por algún analista como containment-plus. El “plus” es causado por decisiones tales como la prohibición de exportaciones clave a China, véase por ejemplo semiconductores, utilizados tanto para propósitos civiles como militares. Estados Unidos trataría de evitar progresos militares chinos, junto a los económicos y tecnológicos (efecto colateral). Cuando Xi Jin Ping habla  de voluntad de  “supresión” se puede referir a este tipo de movimientos por parte de los americanos.

Dicho decano de Relaciones Internacionales en la Universidad china Tsinghua, Yan Xuetong, ha visitado Barcelona la semana pasada para participar en un Seminario internacional sobre «Guerra y paz», organizado por el CIDOB, think tank barcelonés de relaciones internacionales.

Yan Xuetong ha declarado allí que “Estados Unidos ha elegido como rival a China y ha frenado la globalización; la posguerra fría ya no es ideológica, como fue la pugna entre comunismo y democracia, sino tecnológica; Estados Unidos ahora quiere alinear el mundo en dos bloques, con la guerra de Ucrania como decantador, hasta conseguir que su blog sea el más poderoso; impone a sus aliados la prioridad de la seguridad tecnológica; aislar o contener es el fin de la prosperidad global; creo que la guerra no llegará, es imposible, estamos en una fase de transición en la historia, la hegemonía mundial no se decidirá por la ideología más atractiva, sino por el líder tecnológico más poderoso“.

En el Seminario de CIDOB se comentó que la interdependencia económica entre Estados Unidos y China es un aspecto positivo que frena el containment-plus. Pero el decoupling (desacoplamiento entre sus economías) parece estar llegando  inexorablemente, y con él el comienzo de una nueva época, caracterizada por la desglobalización.

También se dijo que cuando Xi Jin Ping habla «de cerco», está pensando en lazos establecidos por Estados Unidos con vecinos de China de cara a contenerla

También se dijo que cuando Xi Jin Ping habla «de cerco», está pensando en lazos establecidos por Estados Unidos con vecinos de China de cara a contenerla. Existen y son poderosos. Se trata, por ejemplo, del QUAD (Estados Unidos, India, Japón, Australia), del mencionado AUKUS (Reino Unido, Australia, Estados Unidos) o del Five Flies (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda ), entre otros, como el eje Washington-Tokio, los acuerdos recientes de Estados Unidos con Filipinas, el reforzamiento de las bases americanas en otros países que rodean a China como Corea del Sur o los envíos continuados de armas americanas a Taiwán.

Los cambios recientemente producidos en la política exterior de Japón, que incluyen doblar su presupuesto de defensa, preocupan especialmente a China.

Analistas destacados consideran que la guerra fría hoy en marcha entre Estados Unidos y China no tiene un endgame (fin de juego). El imperio soviético no es comparable a China. China siempre estará ahí. Si se pregunta hoy en Washington dos cosas: una, si Estados Unidos y China están en fase de guerra fría, y dos, como acabará, en la primera pregunta se contesta que sí y en la segunda no se sabe qué contestar.

Apostar por la «sumisión de China» con letras grandes no es una estrategia. Los «nuevos Kennan» de Washington piensan que existe otra manera de mirar las cosas. Estados Unidos tiene muchos aliados, lidera un sistema global organizado, tiene (todavía) una mejor base científico-tecnológica y una buena demografía. El crecimiento de China va a la baja y su sociedad está envejeciendo rápidamente. Argumentan que la opción de contención/ paciencia incluso es más aconsejable ahora que en el tiempo de Georges Kennan.

Concluyen que los poderes que tienen confianza en sí mismos no deben tener miedo a contener y negociar al mismo tiempo. Yan Xueton también considera que Estados Unidos tiene ventajas comparativas importantes tanto en el campo tecnológico como en el ideológico.

El papel de la UE 

Por lo que respecta al papel que pueda jugar hoy la UE en este mundo de gigantes, con dos superpotencias dominantes (de sus relaciones depende el destino del planeta), el prestigioso analista Martin Wolf acaba de escribir en el Financial Times que sólo puede ser uno de estos tres papeles: aliado, puente o poder (ally, bridge or power).

Wolf termina su artículo con estas palabras:

“Mientras Estados siga siendo una democracia liberal comprometida con la alianza occidental, la UE está obligada a estar mucho más cercana de Estados Unidos que de otros grandes poderes. Esto significa, en este mundo, ser probablemente un aliado subordinado (subservient ally). Rusia, por su parte, con un PIB inferior al de Italia y una demografía decadente, ya ha elegido el papel de aliado/subordinado de China. Un papel de puente (mediador) encajaría naturalmente con una organización como la UE, comprometida con el ideal de un orden mundial gobernado por normas. Pero la cuestión es cómo ser un puente en un mundo profundamente dividido, en el que la UE es mucho más cercana a un lado que al otro. La tercera alternativa consistiría en convertirse en un poder tradicional y de derecho propio, con recursos dedicados a la política exterior y de defensa adecuados a su escala. Pero para que esto pueda ser realidad la UE necesitaría una unión política mucho más profunda, y también fiscal (logro de la unión política federal, objetivo final del proceso de integración europea iniciado en 1950). Los obstáculos para llegar son legión, incluyendo la profunda desconfianza mutua“.

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