En numerosos países europeos, como el nuestro, la suerte de las minorías cristianas de Oriente Medio está totalmente ausente de la agenda social y política. En otros países, como Francia, es un tema absurdamente polémico por la polarización que suscita entre las derechas y las izquierdas.
Como afirma en Le Figaro el politólogo francés de origen armenio especializado en el Cáucaso y Oriente Medio, Tigrane Yegavian, “los cristianos de Oriente tienen la desgracia de ser cristianos”. Un credo que no está precisamente de moda en el mundo occidental, y que no es capaz de conmover al gran público.
Yegavian explica que durante siglos, los cristianos de Oriente Medio habían recibido la protección de las potencias occidentales. La propia Francia había evitado en el siglo XIX importantes masacres de cristianos en Siria. Con la independencia definitiva de los países árabes, y habiendo sido tratados tradicionalmente como una categoría de segunda, los cristianos de la región intentaron convertirse en ciudadanos de pleno derecho, al mismo nivel que sus compatriotas musulmanes.
Sin embargo, su integración plena en las sociedades árabes del siglo XX fue posible debido a la ola islamista que llevaba tiempo cociéndose a fuego lento y que desencadenó en último término en la terrible violencia de grupos como Al Qaeda y Estado Islámico, decididos a borrar de una vez por todas las minorías cristianas de Oriente Medio, una tierra que paradójicamente era cristiana desde bien antes de haber sido conquistada por las armas de los seguidores de Mahoma.
Según Yegavian, el contexto actual para los cristianos de Oriente Medio es extremadamente crítico. Después de haber sufrido un éxodo masivo (por ejemplo, en Siria, del millón y medio de cristianos que habitaban en el 2010 quedan tan solo unos 400.000), necesitan más que nunca encontrar su sitio en el seno de las sociedades árabes.
No se trata simplemente de hacer un favor a esta minoría cada vez menos numerosa, sino que, como afirma Yegavian, los cristianos de Oriente Medio juegan un papel único y fundamental en las sociedades de la región como puente entre las distintas comunidades.
Efectivamente, el impacto social de las comunidades cristianas, así como su natural apertura al prójimo, resultan clave en ámbitos como la educación o la atención médica.
Los cristianos de Oriente resultan pues dependientes de la ayuda de las iglesias occidentales, no tanto ya por su seguridad sino por poder mantener las misiones sociales cohesionadoras en el seno de países permanentemente amenazados de derrumbe.
Pero al mismo tiempo, Occidente es fuente de rechazo para muchos cristianos de Oriente Medio, explica Yegavian. La mayoría son ortodoxos y ven con desconfianza la Iglesia Católica y las políticas europeas y estadounidenses, desconectadas según ellos de las realidades regionales.
Yegavian cita por ejemplo las sanciones económicas, que han afectado particularmente a lo que queda de las élites cristianas de Oriente Medio. Éstas contribuyen a acelerar aún más la fuga de cerebros de la región.
La intelligentsia cristiana, con mucho peso intelectual en países como Egipto, Siria o Irak, se encuentra actualmente en plena diáspora, y ahora mismo nada hace pensar que la juventud que sigue marchando masivamente de sus países de origen tenga buenas perspectivas para volver un día.