Pequeña historia de Ucrania, joven nación en un cruce de imperios

En el actual conflicto bélico, la historia de Ucrania es esencial para entender tanto las motivaciones de Vladimir Putin como de la resistencia del presidente ucraniano Volodímir Zelenski y los suyos.

De hecho, Putin ha justificado su ofensiva en parte por razones históricas, afirmando que Ucrania no era más que una invención del líder revolucionario ruso Lenin.

Como entidad política autónoma, Ucrania apareció en 1917 a finales de la Primera Guerra Mundial en el frente oriental. Entonces, la incipiente Rusia soviética que ya había derribado el régimen de los Zares acordó ceder una gran parte del territorio de la actual Ucrania a Alemania.

Concedió la administración de estas tierras a un exgeneral del ejército zarista, Pavlo Skoropadsky, quien se autoproclamó “cabeza de los cosacos” (una población de frontera típica de la región).

Skoropadsky basó su legitimidad en un sentimiento nacional incipiente que había nacido a finales del siglo XIX en el oeste de Ucrania, en los territorios que el Imperio Austriaco se anexó después de la partición de Polonia con Rusia y Prusia un siglo antes.

La política austríaca quería que cada uno de los territorios del imperio fuera autónomo y tuviera su propia lengua e instituciones. Fue en este marco que nació el idioma ucraniano, primero un dialecto local sin escritura que se enriqueció con las lenguas polaca y rusa. Poco a poco, gracias a la estabilidad proporcionada por los Habsburgo, la nación ucraniana se fue formando.

El proceso de construcción nacional ucraniano fue relegado a la parte occidental del país

Pero este proceso no afectó a todo el territorio de la actual Ucrania. De hecho, el proceso de construcción nacional ucraniano fue relegado a la parte occidental del país. Las regiones del centro y del este, dominadas por el Imperio ruso, fueron administradas de forma centralizada por Moscú.

En muchos sitios, el ruso fue siempre la única lengua hablada por los habitantes. Además, aunque parte de la población sí participó del proceso nacional que se estaba produciendo en el oeste, el poder imperial ruso reprimió toda manifestación identitaria.

Volviendo al siglo XX, el poder de Skoropadsky fue enseguida contestado. Tras la derrota final de Alemania y la retirada del resto de sus tropas de la región, estalló una guerra civil entre los nacionalistas ucranianos y los partidarios de una república socialista soviética, apoyados por el Ejército Rojo.

Después de tres años de sanguinarios combates, la fuerza de los soviéticos se acabó imponiendo, y Ucrania se convirtió en parte de la Unión Soviética que fue proclamada en 1922 de forma oficial.

Durante el primer período soviético la identidad ucraniana se consolidó, siendo de hecho promovida por Lenin

Paradójicamente, fue durante el primer período soviético que la identidad ucraniana se consolidó, siendo de hecho promovida por Lenin, quien quería que cada parte integrante de la URSS lo fuera por voluntad propia por oposición de la “prisión de pueblos”, como el dictador comunista llamaba al imperio de los zares. Durante los años veinte se promocionó la lengua ucraniana.

Pero la llegada de Stalin al poder marcó el inicio de un cambio de dirección en favor de la recentralización. Se dio marcha atrás en materia de política lingüística, y el sucesor de Lenin no dudó en promover una terrible hambruna que asoló Ucrania a inicios de los años treinta, conocida como Holodomor: se calcula que murieron entre tres y cinco millones de ucranianos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la nueva partición de Polonia entre Hitler y Stalin en 1939 hizo que se incorporaran a la República Socialista Soviética (RSS) de Ucrania regiones del este polaco, incluidas algunas que nunca habían estado bajo dominio ruso. Esta anexión de territorios al oeste hace que las diferencias entre las zonas occidentales y orientales de la RSS de Ucrania se acentúen .

En 1991, en plena desintegración de la URSS, como en prácticamente todas las repúblicas socialistas soviéticas, Ucrania votó a favor de la independencia. Según el historiador especialista de Rusia y del espacio postsoviético Pierre Lorrain, los votantes tenían la idea de deshacerse del Partido Comunista más que de romper todos los lazos con Moscú.

Las relaciones entre Rusia y Ucrania durante los años 90 fueron buenas

De hecho, las relaciones entre Rusia y Ucrania durante los años 90 fueron buenas, hasta el punto de que el primer presidente ucraniano, Leonid Kravtchouk, propuso a su homólogo ruso Boris Yeltsin devolver la península de Crimea a Rusia. Nadie pensaba entonces que Ucrania, tan profundamente integrada en el universo soviético, pudiera alejarse.

Sin embargo, los oligarcas ucranianos empezaron a mimar la idea de hacer negocios tanto con Moscú como con Occidente, relata Lorrain. Algo que empezó a inquietar a las élites rusas.

Asimismo, buena parte de la población, cansada de la corrupción propia de los espacios postsoviéticos y decepcionada con los resultados obtenidos después de la independencia, se sentía cada vez más atraída por las promesas del sistema democrático liberal propio en los países miembro de la Unión Europea.

La llamada Revolución naranja de 2005 fue el primer toque de aviso de que Ucrania podría inclinarse por Occidente y dar la espalda a Rusia. Pero el momento decisivo de la ruptura llegó en 2014, cuando el presidente más bien proruso Víktor Yanukovich fue expulsado del poder después de una oleada de protestas prooccidentales brutalmente reprimidas.

Sin embargo, la división cultural de fondo entre el oeste y el este de Ucrania sigue bien presente.

En definitiva, se podría decir que la historia de Ucrania es la de una nación particularmente joven, nacida a finales del siglo XIX y que tan sólo se gobernó de forma más o menos independiente de forma muy breve y problemática entre 1917 y 1922.

Además, se trata de una nación a la que los vientos de la historia le han atribuido un territorio que le es en parte extraño, y que está todavía hoy habitado por personas de culturas diversas, incluida la rusa.

Hoy, Ucrania experimenta los problemas propios de un país construido sobre un territorio de frontera, en el cruce entre tres grandes culturas con larga tradición estatal: la rusa, la germánica y la polaca.

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