Otros aspectos sobre el cambio de denominación de jardines de Mossèn Cinto Verdaguer

A modo de complemento al artículo de Enric Casanovas, «Collboni y la eliminación de la memoria religiosa en Barcelona. Ahora toca mosén Cinto Verdaguer.«, puede ser de utilidad fijarse también en otros aspectos que hacen de este cambio de nombre una tontería sin ningún valor.

Como la inquisición laicista posmoderna no puede echar por la calle de en medio lo hace de forma sesgada. En el caso de las tres Santas de las calles de Gràcia, esgrimió la falacia de que “la mujer” también debe empoderarse en el nomenclátor de las calles, como si esas santas no fueran mujeres. Y es que el interés real era solo hacerlas desaparecer.

Y ahora, como nunca es suficiente, su censura ha vuelto a actuar: la Gaceta Municipal de Barcelona acaba de publicar (27 de marzo) “el informe preceptivo favorable sobre el cambio de denominación de Jardines de Mossèn Cinto Verdaguer (Montjuïc) por la de Jardines de Jacint Verdaguer”.

Información del diario El Punt Avui (14-12-2024): “Espais Escrits, la Fundación Verdaguer, los Amigos de Verdaguer, la Sección Histórico-arqueológica del Institut d’Estudis Catalans, la Cátedra Verdaguer de Estudios Literarios, la Sociedad Verdaguer y el Museo de Historia de Barcelona se conjuraron para pedir un cambio de nombre para el espacio y que se pasen a llamar jardines de Jacint Verdaguer, sin el «mossèn». Y lo han conseguido”

Ante el prestigio de estas entidades, da miedo enfrentarse a ellas y enmendarles la página. Sin embargo, la justificación que exhiben sería para reír, de tan ridícula, si no fuera la malévola intención que pretende disimular y que no es otra que la supresión de la palabra «mossèn».

En efecto, el artículo del diario citado puntualiza que «La propuesta quiere destacar la excelencia del poeta del pueblo en el ámbito de la literatura, y no simplemente su condición eclesiástica.»

Una burbuja argumental que estalla por implosión, como un agujero negro: el hecho de escamotearle a Verdaguer la calidad de mossèn no contribuye en modo alguno a destacar su calidad de poeta. Al contrario. Ambas cualidades, la de cura y la de poeta, están integradas en la misma persona y son inseparables. Además, si Verdaguer es “el poeta del pueblo”, la realidad es que el nombre con el que el pueblo le apreciaba y hablaba de él, como poeta, era el de “Mossèn Cinto”, no “Jacint Verdaguer”.

Un testimonio es el poema que le dedicó Joan Maragall (1 noviembre 1902):

“Per a la tomba de Mossèn Cinto”

 Aquí jau el Poeta. Tot un poble

vingué a enterrar-lo i se’n tornà plorant:

l’esplendor de la parla catalana

damunt la tomba va restar immortal.

Curiosidad: Josep Pla, al final del libro «Notes del capvesprol» (1976), cita así el poeta: «Fue Mossèn Verdaguer quien enderezó la lengua y la literatura.»

Todo indica, pues, que tanto la promoción como la aprobación de este cambio de nombre obedecen a una fobia irracional hacia la palabra «mossèn», hasta el punto de que no se han podido estar de limpiarla, como si fuera una suciedad repugnante, del nombre del poeta. De rebote, ahora hay quien reclama que los jardines de Mossèn Costa y Llobera también los limpien de ese “mossèn” que hace tan feo.

Solo habría que dejar de mirarse el ombligo barcelonés para darse cuenta de que Cataluña está llena de calles que se llaman de “Mossèn Cinto Verdaguer”, pero esta realidad, lejos de cohibirlos, más bien les estimulará a llevar adelante su labor laicista y exportarla a otros municipios.

De todas formas, como su argumentación es tan esquifida, se apresuran a sacar de la buhardilla el espantajo del franquismo, esgrimiendo que los jardines se bautizaron con el nombre actual en 1970, bajo régimen franquista y mandato del alcalde Porcioles. Un chantaje con el que amenazan a los repatáneos que no aplaudan el cambio, a los que tacharán de fascistas, y si no basta les colgarán la «llufa» de integristas o de ultracatólicos. Sin embargo, la «llufa» la hacen ellos, porque no saben, o no quieren saber, que la calle Mossèn Cinto Verdaguer de Manlleu recibió este nombre en 1931, a fin de celebrar el inicio de la segunda República.

Pero ya que están, todavía la hacen más grande: al nombre Jacinto le quitan la “o” y le dejan con la “t” en el aire. Desprecian tres hechos primordiales:

  1. que «Cinto» es un acortamiento de Jacinto, no de Jacint.
  2. que el poeta firmaba sus cartas en catalán como Jacinto Verdaguer Pvre.
  3. que en el poemario “Roser de tot l’any” dedicó al día de su Santo, 16 de agosto, un poema titulado “A San Jacinto” en el que figura este verso: “lo flairós nom de Jacinto”.

Pero tanto les da: “Jacint” va con el uniforme normativo y viste más que Jacinto, siempre, claro, que no lleve el sombrero de mossèn, que da dolor de cabeza y de vientre a los sabelotodo anticlericales que cortan el bacalao.

Por otro lado, deben tener la sensibilidad poética bien deslucida, ya que desprecian la sonoridad armoniosa del nombre original, “Jardines de Mossèn Cinto”, y no perciben que en el nombre modificado, “Jardines de Jacint Verdaguer”, resuena de mala manera el sonido “Ja”, que se repite en dos palabras muy cercanas. El resultado es un trabalenguas para quien lo pronuncia y una cacofonía para quien lo escucha. Han cometido una grosería imperdonable.

Sea como fuere, estos eminentes y poderosos personajes han logrado satisfacer, una vez más, su manía de purificar los nombres de calles, plazas y jardines de vestigios católicos.

Quedamos, pues, a verlas venir, no sea que a Mossèn Costa i Llobera también le corten el “mossèn” y en la calle “Fray Luis de Granada” le recorten el “Fra”, a fin de que resalte su labor como escritores, por no citar las malezas que podría sufrir la calle “Rector de Vallfogona”.

En conclusión, que los «Jardines de Mossèn Cinto» han pasado a llamarse, sin remedio, «Jardines de Jacint Verdaguer.» Y punto. Parece mentira que una tontería tan desgarbada como esta se haya llegado a perpetrar, pero es así. Mossèn Cinto no se lo merece.

Diagnóstico: se trata de un cambio sin pies ni cabeza que no tiene otra explicación que el complejo ideológico-genotípico de un grupo de chapuceros que se han bebido el entendimiento. A ver si les coge un buen cólico que les incite a purgarse y limpiar de tanta estupidez como sacuden. Seguro que todos ganaríamos.

No saben, o no quieren saber, que la calle Mossèn Cinto Verdaguer de Manlleu recibió este nombre en 1931, a fin de celebrar el inicio de la segunda República Compartir en X

 

 

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