Los países de todo el mundo tienen hasta el próximo 12 de noviembre la gran cita climática anual, la Conferencia de la ONU sobre el cambio climático, que ya llega a su vigésima sexta edición.
Como ya viene siendo habitual, nuestra prensa alterna los ultimátums convertidos en rutina con la denuncia de la falta de acción de los gobiernos.
Occidente, y Europa en particular, no es en absoluto responsable de la continuada escalada de las emisiones de gases de efecto invernadero
En medio del estrés climático, ya habitual en Europa, debería llamar la atención un dato olvidado: Occidente, y Europa en particular, no es en absoluto responsable de la continuada escalada de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Consecuentemente, los representantes europeos en la COP26 de Glasgow tienen, en realidad, poco que decir y sobre todo que hacer para revertir las tendencias actuales.
En realidad, el resultado de la lucha contra el cambio climático está en manos de los países asiáticos. Paradójicamente, en un buen puñado de éstos la cuestión genera poca inquietud en la opinión pública.
Vamos a los datos concretos, que provienen de proyectos de la Comisión Europea y son por tanto difícilmente acusables de sesgo negacionista.
El programa europeo EDGAR (Emisions Database for Global Atmospheric Research ) muestra la distribución geográfica de las emisiones de dióxido de carbono a escala mundial en 2018, realizando varias proyecciones con la vista puesta en 2030.
Pues bien, en 2018 las emisiones de CO2 de los 27 estados miembros de la UE eran tan sólo responsables del 8,1% de las emisiones mundiales.
Teniendo en cuenta que los 27 representan tan sólo el 6% de la población mundial, el dato es muy positivo: a pesar de nuestro estilo de vida híper-consumista, Europa se situaba ya en 2018 muy cerca del volumen medio de emisiones contaminantes per cápita.
Pero las cifras van mucho más allá de este dato ya de por sí llamativo.
El primer escenario de proyecciones de EDGAR contempla un mínimo esfuerzo por parte de los principales contaminantes del planeta y prevé que hasta 2030 las emisiones aumenten un 10%. En esta situación, la más favorable para el clima, los datos europeos muestran que el porcentaje de gases emitidos por los 27 en 2030 disminuiría hasta el 6,3% .
El segundo escenario, más pesimista, prevé que las emisiones contaminantes sigan creciendo al ritmo actual, y que hasta 2030 habrían aumentado un 25% a nivel mundial. En este otro caso, Europa sería en 2030 responsable únicamente del 5% de las emisiones contaminantes totales.
Actualmente, las emisiones contaminantes no aumentan en Europa, pero sí que lo hacen en otras partes del mundo, esencialmente en Asia, África y Oriente Medio Share on X¿Cómo es posible que en el segundo, y peor escenario, el porcentaje de responsabilidad europeo sea menor? Muy sencillo: porque las emisiones no aumentan en Europa (de hecho, llevan décadas en clara caída, ver más datos aquí), pero sí que lo hacen en otras partes del mundo: en Asia, África y Oriente Medio.
La contaminación generada por Asia, África y Oriente Medio pasaría del 59% de la total mundial, de hace tres años, al 65% de cara al 2030 en el primer escenario, el más optimista. Y subiría hasta el 70% en el escenario más pesimista.
La contaminación generada por Asia, África y Oriente Medio pasaría en el escenario más optimista del 59% de la total mundial al 65% en 2030
La realidad es que a pesar del bombardeo mediático constante que sufrimos en Europa, poco nos queda por hacer si no es acompañar (y presionar) a los países en vías de desarrollo para adoptar medidas más drásticas. Y no parece que nadie esté demasiado dispuesto a hacerlo.
Evidentemente, los datos de la Comisión Europea no dan ningún derecho a los países europeos a contaminar más. Pero demuestran tres cosas muy importantes.
La primera, pese al discurso imperante, los europeos somos buenos alumnos de la lucha contra el cambio climático.
La segunda, la presión mediática está muy mal enfocada: en vez de seguir bombardeando a los europeos, habría que concienciar a los países menos desarrollados.
Y la tercera: como ocurre con otros retos mundiales, Europa cuenta cada vez menos para resolver el problema global del cambio climático.