Se han celebrado elecciones en Nueva York como en otras grandes ciudades de EEUU, y tal y como era previsible ha ganado el candidato demócrata excapitán de la policía, Erik Adams.
Su victoria era anunciada porque hace décadas que la hegemonía del partido demócrata en la mayor ciudad de EEUU es absoluta. La diferencia más importante es que Adams pertenece al sector centrista de este partido y ganó en las primarias al candidato de la izquierda, que tenía el apoyo entre otros, de la mediática congresista Alejandría Ocasio-Cortez. En este sentido, es un cambio muy radical con la actual alcaldía, la de Bill de Blasio, que ha gobernando la ciudad durante dos mandatos. La primera victoria fue en 2014 y ganó con un 73% de los votos. Ahora Adams lo ha hecho con el 66%.
La victoria de Blasio despertó grandes expectativas por ser un planteamiento muy progresista en todos los ámbitos, y la plataforma de Nueva York podía significar incluso el inicio del camino hacia la presidencia. Pero esto se ha ido desvaneciendo y al final de su mandato deja una ciudad con grandes dificultades. Ha contribuido evidentemente la pandemia, pero también su deficiente gestión, donde los grandes fines y grandes genéricos compromisos, después, no han encontrado en la práctica un mínimo reflejo.
Nueva York tiene 8,5 millones de habitantes, prácticamente 1 millón más que Cataluña, por tanto, salvando las distancias de lo que es una macrociudad y un territorio, podemos establecer algunas comparaciones.
En aquella ciudad han muerto por Covid casi 35.000 personas. En Cataluña, la cifra se sitúa en prácticamente la mitad, unas 16.000-17.000 personas, si en lugar de las cifras oficiales consideramos el exceso de mortalidad. Es una ventaja muy importante para la parte catalana, considerando que además ésta a nivel español no ocupa un lugar destacado en el control de muertes por la pandemia, sino que más bien se sitúa en la zona de grises.
El paro en la ciudad de Nueva York es muy alto en términos de EEUU, porque alcanza el 10%. En Cataluña es del 10,92%; en otros términos, nuestra situación desde el punto de vista del mercado de trabajo es equivalente a la capital, teóricamente, de las oportunidades del país de las oportunidades. Algo no acaba de encajar en el funcionamiento de Nueva York.
El índice de criminalidad, que iba a la baja y continuó así en primera parte del mandato de Blasio, se ha incrementado y en el último año ha aumentado un 11% respecto al anterior. Esta creciente situación de inseguridad no es ajena a que el nuevo alcalde sea precisamente excapitán de la policía y haya hecho del tema de la protección de los ciudadanos una de sus banderas de batalla, que al mismo tiempo ha sido uno de los fracasos de Blasio.
Como también lo ha sido la otra gran bandera del candidato del ala de la progresía, la vivienda. El déficit es astronómico, los precios están por las nubes en la ciudad y además está la astronómica cifra de 48.000 personas sin hogar, de las que 15.000 son menores. Una vez más, la comparación con Cataluña es obligada. En nuestro caso los datos no tienen una buena certificación estadística, pero, a lo sumo, personas viviendo en la calle en Cataluña pueden haber algo más de 5.000, según el estudio sobre la estrategia catalana para las personas sin hogar de 2017. En esta cifra están incluidas tanto las que viven en la calle como las que duermen en albergues y deben pasar el resto del día en el espacio público. En la ciudad de Barcelona hay un millar largo de personas en estas condiciones, de dormir en la calle, y unas 1.500 en el conjunto de las grandes ciudades catalanas. Las cifras que para nosotros son inaceptables, palidecen junto a las de Nueva York.
El balance final de Bill de Blasio es francamente negativo y ha contribuido a la derrota del candidato del ala izquierda del partido demócrata y ha dado alas al ex capitán de la policía.
En sus resultados se observa un extraordinario paralelismo con Ada Colau. Con una diferencia, la alcaldesa llegó al gobierno de la ciudad con una mínima ventaja de votos, mientras que Blasio lo hizo cabalgando sobre una mayoría, que como hemos visto más arriba, fue extraordinaria. En ambos hubo, de buen origen y en buena parte del primer mandato, una visión entusiasta de lo que podía ser su acción, y en ambos casos los sectores favorables veían en ellos a unos alcaldes que estaban llamados a más altos destinos. También en ambos casos la bandera de la vivienda y de la pobreza fueron suyas, y en ambos los resultados fueron los que indican las cifras. Francamente malo, porque Barcelona a pesar de estar a años luz de Nueva York, consecuencia del sistema global, ha sido incapaz de dar una respuesta a la gente sin hogar a lo largo de todos estos años y algo parecido ha ocurrido con la bandera común a ambos, la vivienda.
También ahora en el caso de Colau y en relación al cambio climático , la cuestión camina por la misma vía: grandes discursos sobre las finalidades, asignación de culpas a los demás y una política práctica que no ha mejorado la contaminación de la ciudad y ha ocasionado nuevos problemas por su afectación a la movilidad.