El partido comunista chino se ha reunido en secreto estos últimos días en Pekín para establecer las orientaciones estratégicas del país hasta 2035.
El contraste con la situación que vive Europa y América del Norte, desangradas por la crisis sanitaria de la Covid-19, traumatizadas por sus consecuencias económicas, sociales y políticamente fragmentadas, es abismal.
Para el presidente chino Xi Jinping, los 15 años que nos separan de esta fecha serán un periodo crucial para poner las últimas piedras en el renacimiento económica de su país y consolidar el Ejército Popular de Liberación como una máquina capaz de ganar «guerras «.
Este otoño, China emerge de la pandemia de la Covid-19 reforzada. Mientras buena parte del mundo sigue confinada y con el virus extendiéndose de nuevo por Europa y Estados Unidos, las autoridades chinas no han dudado en demostrado que, de las macro-fiestas de verano en Wuhan, cuna de la epidemia, a los salones de automóviles, su país se encuentra de nuevo en pleno funcionamiento.
En medio de un «contexto internacional con desafíos sin precedentes», los líderes de China han definido las grandes líneas del próximo plan quinquenal. Este se inscribe como la primera fase del periodo de 15 años que debe servir para situar al país como primera potencia mundial.
El objetivo es ambicioso, pero medible: según el Global Times, Pekín quiere doblar su PIB entre el 2020 y el 2035.
Los ingredientes para llegar son ya conocidos: auto-suficiencia tecnológica, capitalismo para-estatal, bullying económico en el exterior siempre que haga falta para salirse con la suya, e ideología nacionalista en el interior.
Deng Xiaoping, el gran reformador de China post-Mao, había establecido como objetivo para la plena expansión económica el 2050. Nadie hubiera dicho que un país devastado por décadas de la terrible dictadura maoísta podría aspirar un día no sólo a alcanzar este objetivo, sino a adelantarlo 15 años.
Xi Jinping se eterniza al frente de China
Este año no hay ningún indicio de que podría sustituirse a Xi Jinping. Los dos últimos presidentes de la República Popular de China, Hu Jintao y Jiang Zemin, lo mantuvieron 10 años cada uno. Pero Xi no dejará el poder en los próximos meses, aunque ya hace una década que se sitúa al frente del país más poblado del mundo.
El actual presidente se dirige obviamente hacia un nuevo mandato que durará hasta el 2027 como mínimo. Se rumorea que Xi podría mantenerse en el poder hasta 2035, año al que llegará con 82 años. No parece alocado: Deng gobernó hasta su muerte a los 92 años.
En el 2018, una modificación oportunamente introducida en la Constitución de la República Popular China permite seguir gobernando indefinidamente. «El pleno actual es un programa por el tercer y cuarto mandato de Xi», apunta Wu Qiang, un politólogo residente en Pekín.
Pero esta permanencia en el poder de Xi Jinping, sin duda el presidente chino más autoritario desde Mao, podría tener efectos secundarios no deseados por China.
El hecho de que se agarre tan firmemente podría hacerle tomar decisiones precipitadas. Sin hablar de los problemas que conlleva la falta de renovación del liderazgo.