Vemos en Posts anteriores que la crisis del coronavirus había deslucido, y mucho, las celebraciones de los primeros cien días de la nueva Comisión Europea, presidida por la alemana Úrsula von der Leyen, que se habían cumplido a finales de febrero.
También vemos que las primeras medidas económicas importantes de la UE contra la crisis sanitaria – que se vislumbraba de grandes repercusiones económicas, así como sociales y políticas- se habían empezado a tomar a primeros de marzo con la activación de varias de sus armas, principalmente: a) movilización contundente del Banco Central Europeo (BCE), y b) relajamiento de las reglas sobre deuda y déficits de los Estados miembros de la UE, flexibilización de las normas sobre ayudas públicas y dotaciones presupuestarias comunitarias para luchar contra la pandemia, por parte de la Comisión Europea.
Comentamos a continuación los acontecimientos más señalados producidos a continuación, hasta finales de marzo.
El 19 de marzo el BCE confirmaba el lanzamiento de un programa de emergencia para combatir la pandemia (PEPP, Programa de Compra de Emergencia Pandémica) mediante la adquisición de activos públicos y privados con un alcance de 750.000 millones de euros , que estará en vigor hasta finales del 2020. Este nuevo programa, que corregía una primera intervención poco afortunada de la Presidenta del BCE , la francesa Christian Legarde, en relación con la pandemia, muy mal recibida por las bolsas (afirmó que no era papel del banco el nivel de la prima de riesgo de los Estados), adoptaba para «contrarrestar los graves riesgos para el mecanismo de transmisión de su política monetaria y para las perspectivas de la eurozona planteados por el brote y la propagación creciente del coronavirus, Covidien-19». El BCE también permitía utilizar los 120.000 millones de euros de reservas con la intención de facilitar préstamos por importe de 1,8 billones, avalados por los diferentes Estados, con el objetivo de que familias y empresas no vieran cerrado el grifo del crédito por temor a la morosidad.
El 21 de marzo la Comisión Europea confirmaba que daba luz verde a los Estados miembros de la UE para que gastaran lo que fuera necesario para afrontar la crisis del coronavirus, y por este motivo levantaba todos los límites que fija el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Partiendo del concepto de que esta crisis es temporal y que hay que utilizar de manera inmediata toda la artillería a disposición para minimizar sus efectos, la UE aprobaba por primera vez la denominada «cláusula de escape general», prevista para escenarios graves de crisis generalizadas que afecten a toda la zona euro.
Por su parte, el primer ministro italiano, Giussepe Conte, pedía la utilización del fondo de rescate de la UE, declarando: «hay que abrir todas las líneas de crédito del MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) a todos los países miembros para ayudarles a luchar contra las consecuencias de la Covid-19 «. También reclamaba la emisión de eurobonos.
El 26 de marzo se reunió el Consejo Europeo, la máxima autoridad política de la UE, formada por Jefes de Estado y de gobierno de los Estados miembros, para tratar sobre las medidas económicas a tomar contra el coronavirus. La reunión fue agitada. Los reunidos estaban claramente divididos en dos bloques. Por un lado, había un conjunto de países, con España e Italia a la cabeza, que llegaron a la cumbre exigiendo medidas anticrisis rápidas y contundentes, explicitando incluso la petición de mutualizar (compartir) la deuda (eurobonos). Por otra parte, los frugales del norte, con Alemania y los Países Bajos a la cabeza, que consideraban que cualquier mención a eurobonos o fórmulas similares era anatema y las rechazaban todas. Tras largas y tensas discusiones se pasó el balón al Eurogrupo (Ministros de Economía), al que dieron dos semanas de tiempo para volver ante el Consejo Europeo con nuevas propuestas. También se encargó a los presidentes del Consejo y de la Comisión que prepararan un plan de recuperación para la economía europea y un calendario preciso. Las grandes decisiones quedaban pendientes hasta abril.
El mes de marzo terminó con una llamada lanzada por el prestigioso y unánimemente respetado ex presidente de la Comisión Europea, el francés Jacques Delors. Una llamada verdaderamente dramática a favor de la solidaridad entre los 27 ante la actual crisis de la Covid-19, donde se podía leer lo siguiente: «El clima que parece que reina entre los jefes de Estado y de gobierno y la falta de solidaridad europea hacen correr un riesgo mortal a la UE «. Era una declaración hecha pública por el instituto de estudios que lleva su nombre, con base en París. En opinión de Jacques Delors, «el microbio ha vuelto», en alusión a las divisiones y la estrategia del sálvese quien pueda que la UE había conocido entre los años 1973 y 1985, hasta que él llegó a la presidencia de la Comisión y relanzó el proyecto de integración europeo con la propuesta de crear un mercado interior único en el horizonte 1992. Delors presidió exitosamente la Comisión Europea durante diez años (1985-1995).
Las palabras de Jaques Delors fueron recogidas por el ex-primer ministro italiano, Enrico Letta, actualmente también basado en París al frente de una institución académica, al declarar lo siguiente: «si Delors, se ha decidido a hablar, es porque la situación es insostenible «.
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