Lo dice la última encuesta del CIS: el 59,2% de la población considera que se deberían haber tomado medidas más estrictas, mientras que el 25,8% considera que han sido adecuadas y necesarias las adoptadas. Un 2,1% considera que no era necesario adoptar medidas que limiten las libertades. Hay que considerar además que en la encuesta del CIS uno de cada 5 afirma que los confinamientos y restricciones les han producido muchos o bastantes problemas laborales graves, como despidos, ERTE, etcétera. Pero es que además el 13% no contestan o responden que no tienen información suficiente, lo que significa que los ciudadanos que han contestado cerca de 65% piden unas mayores restricciones, que Salvador Illa y Alba Vergés ya han dicho que de ninguna manera las aplicarán. Chocan así dos puntos de vista confrontados: la gran mayoría de la población, que quiere más seguridad en la lucha contra la Covid-19, y Vergés e Illa que quieren elecciones el 14 de febrero.
La posición de los políticos socialistas y de ERC es arriesgada porque juegan la carta de que las próximas semanas no se producirá un colapso del sistema hospitalario, lo que podemos observar si se da o no a partir de mediados de este mes de enero. Si esto sucede, entonces se habrá perdido un tiempo precioso y la bola de nieve de la Covid-19 habrá crecido mucho y el esfuerzo para detenerla será aún mayor. El riesgo de que esto se produzca viene aumentado debido a la nueva mutación británica, mucho más contagiosa, que ya circula entre nosotros.
El blog de José Miró en Converses pide precisamente el confinamiento bajo determinadas condiciones que compensen adecuadamente el cese de la actividad económica, y explica que se disponen de los recursos económicos suficientes para adoptar esta medida, que tendría como fin provocar un choque en la propagación de la pandemia que permitiera una más rápida y completa recuperación, si se adoptan, al mismo tiempo, las medidas adecuadas para preservar las empresas, los puestos de trabajo y disponer de los mecanismos de vacunación y contención adecuados. La tesis es muy concreta: o situamos el nivel de contagio por debajo de los 50 casos cada 100.000 habitantes, o viviremos en una montaña rusa, que además afectará negativamente a la vacunación, porque a más colapso hospitalario, más dificultades para vacunar masivamente. Hay que considerar además que los dos tipos de vacuna ya autorizados como son de doble dosis requieren un largo período de tres semanas para que la inmunización sea efectiva, y por lo tanto ya se dan casos de personas que han recibido la primera dosis y que a pesar de todo son atacados por el SARS-CoV-2.
El fracaso de la vacunación también exige un replanteamiento a fondo sólo posible si se para y se reduce la propagación del virus. Ahora, el departamento de Sanidad presenta como un éxito que ya se alcancen las 20.000 semanales, cuando necesitamos alcanzar las 22.000 diarias para llegar al verano en condiciones de garantizar un cierto control.
También ahora, Aragonés reclama al estado ayudas directas a las empresas y enfatiza que «deberíamos ir a un modelo europeo de ayudas de un 70% o un 80% de la facturación». Hay que preguntarle al vicepresidente del gobierno por qué este chiste tan inteligente no le pasó por la cabeza a ERC cuando negociaba hace pocas semanas los presupuestos del estado y por qué no lo introdujo como condición para darle su apoyo .
Existe la idea generalizada de que la falta de eficacia de los que nos gobiernan aquí y en Madrid es el mayor problema. Es cierto, pero hay otro que lo es más: la convicción que tienen, y las declaraciones de Aragonés lo constatan una vez más, de que somos tontos y que pueden decir lo que convenga en cada momento confiando en que nuestra memoria no es superior a la de un pez, y al cabo de unos instantes nos desaparecerá todo recuerdo de lo que nos habían dicho, como los famosos 13.000 puntos de vacunación que nos garantizó Sánchez.