Giorgia Meloni, primera ministra de Italia y la mujer más poderosa de Europa con permiso de las Sras. Von der Leyen y Lagarde, despierta muy pocas simpatías en el gobierno francés.
De hecho, desde que gobierna Emmanuel Macron los incidentes diplomáticos con la derecha nacionalista en el poder en Roma se han multiplicado.
Las crisis bilaterales fueron recurrentes durante el período en que Matteo Salvini fue ministro del interior (2018-2019), y ahora le toca el turno a Meloni. Con una precisión válida tanto entonces como ahora: a menudo es París quien inicia sus hostilidades.
Las querellas giran a menudo en torno a la gestión de la inmigración clandestina, una patata caliente tanto en Italia como en Francia y que Macron y sus homólogos italianos enfocan con planteamientos muy distintos.
El último incidente, y que cada día que pasa se está convirtiendo más en una crisis diplomática, fue iniciado por el primer ministro del interior francés, Gérald Darmanin, miembro del círculo más íntimo de fieles a Emmanuel Macron.
En declaraciones a una radio francesa, Darmanin soltó el jueves 4 de mayo que el gobierno italiano, que calificó de “extrema derecha”, era “incapaz de resolver los problemas migratorios”.
El mismo día, el ministro de Asuntos Exteriores italiano (y ex-presidente del Parlamento Europeo), Antonio Tajani, anunció que anulaba su visita oficial a París prevista para esa misma noche.
Tajani declaró en un tuit en Twitter: “las ofensas al gobierno y en Italia hechas por el ministro Darmanin son inaceptables. Éste no es el espíritu necesario para hacer frente a los desafíos europeos comunes”.
A pesar de los esfuerzos diplomáticos del Quai d’Orsay, el ministerio de asuntos exteriores francés, la ministra Catherine Colonna no ha logrado, de momento, que Tajani dé marcha atrás.
Esta fijación de Macron y los suyos con Italia parece explicarse por el profundo desprecio que sienten por Meloni como aliada de Marine Le Pen.
Efectivamente, Macron ha llegado dos veces consecutivas al Elíseo después de haberse enfrentado a Le Pen, cuyas élites funcionariales y políticas francesas, de las que Macron se nutre, consideran indeseable, populista e incompetente.
De hecho, la apuesta política de Macron ha sido y sigue siendo presentarse como el único baluarte contra la extrema derecha, y necesita por tanto mantener viva la idea de los supuestos peligros que representan líderes como Le Pen o Meloni en Italia. La virulencia verbal de Darmanin se enmarca dentro de esa campaña política permanente.
En Francia, Jordan Bardella, a menudo presentado como el heredero de Le Pen, ya ha salido en defensa de Meloni, apuntando que la primera ministra italiana “mantiene posiciones legítimas que merecen ser apoyadas” y afirmando que su partido “apoya al gobierno de Meloni y Salvini”.
Bardella ha aprovechado para criticar la gestión del propio Darmanin en Francia, recordando los «catastróficos resultados» de su lucha contra la precariedad y la inmigración clandestina.
Según el propio ministerio del interior italiano, las llegadas ilegales se han incrementado notablemente durante los primeros meses del año en Italia, un problema que afecta también a Francia puesto que la mayor parte de este flujo inmigratorio intenta penetrar la frontera terrestre con Francia.
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