Uno de los puntos fuertes de la presidencia de Jordi Pujol fue su proyección internacional y en concreto sus viajes, que constituyeron uno de los capitales más importantes de la Generalitat, en la medida en que situaron a Catalunya en un rango de relaciones internacionales nunca alcanzado. Sobre todo con la UE, tanto con sus Estados miembros como con la comisión. No se trataba sólo de ministros y comisarios, ya de por sí lo suficientemente relevantes, sino de jefes de gobierno y de los propios presidentes de turno de la Comisión Europea.
Sin embargo, esta dimensión tuvo un alcance más global. Dos países destacaron en ese tipo de relación bilateral, al margen de las políticas del gobierno de Madrid: Japón e Israel. Con este último estado se llegó a firmar un acuerdo en el ámbito de la agricultura. Algo inédito que nunca se ha repetido dado que el gobierno español veta que puedan existir este tipo de instrumentos jurídicos entre un estado y la Generalitat.
El proceso rompió todo este capital hasta convertir a la Generalitat en una especie de paria que ni tenía acceso a los despachos de Bruselas, menos aún a los de los gobiernos estatales, ni recibía visitas de una mínima relevancia en el Palau de la Generalitat.
Con el paso del tiempo, ERC ha intentado recuperar el territorio perdido, pero es evidente que no lo ha conseguido, como pone de relieve el fracaso del viaje a América Latina. Hay que decir que esta proyección exterior está afectada por tres debilidades.
Una es la mucho menor relevancia de Aragonès como presidente y la fragilidad del gobierno de ERC. La segunda es el seguidismo que hace en relación a la política española. Y la tercera es la autolimitación que se impone hacer política exterior “progresista”, en lugar de hacerla basar en los intereses de Catalunya como país.
El proyecto de relanzamiento basado en el viaje a América Latina partía del supuesto de que era más fácil encontrar contactos de relevancia allá que en Europa.
Este mismo anunciado ya explicita una debilidad, porque es evidente que a pesar de tener interés en América Latina no es un espacio prioritario de nuestras capacidades exteriores. Pero es que, a la hora de la verdad, ha resultado un viaje con muchas frustraciones.
En primer término hay que decir que el viaje no tiene ningún interés político dado el bajo nivel de contactos alcanzado. De hecho, y a la espera si recibirá a Aragonès el presidente de Chile, Gabriel Boric, hasta ahora no ha conseguido ningún contacto presidencial pese a que estaban anunciados. En concreto, lo esperado era el de Colombia con el presidente Gustavo Petro, también de izquierda como Boric, pero a última hora la entrevista fue anulada. Lo mismo ocurrió en Uruguay con la anunciada reunión con la vicepresidenta Beatriz Argimon a la vez presidenta de la Asamblea General y del Senado. El caso de Colombia es más hiriente porque la Generalitat ha volcado 14 millones de euros en cooperación en este país pese a que sus inmigrantes sólo representan el 4% de la inmigración acogida en Catalunya. Lo que sí abundan son contactos con ex presidentes, como el antiguo presidente de Uruguay, José Mujica, y la ex presidenta de Chile, Michelle Bachelet.
De hecho, las temáticas del viaje ya no anunciaban un panorama demasiado excitante desde el punto de vista de los intereses catalanes. Porque, excluida la dimensión política, vistos los resultados, la económica era ya inexistente de entrada; ninguna empresa acompañaba a Aragonès en su viaje, sólo quedaban cuestiones tan políticamente correctas y al mismo tiempo vacías como “cooperación por la paz”, “memoria histórica” y “derechos humanos”.
Los costes que la Generalitat tiene en política exterior con sus delegaciones, que ahora se ampliarán con una más en América Latina con motivo del viaje, y contar con una conselleria por la Acción Exterior, con Meritxell Serret al frente, no se traduce en resultados. La proyección política, economía y cultural de Cataluña por medio de la Generalitat es mínima, y contrasta terriblemente con la alcanzada en el período de Pujol, que nunca aplicó tantos medios. Para empezar no existía todo un departamento dedicado exclusivamente a la política exterior. Presidencia, la Secretaría General y de la Dirección de Asuntos Interdepartamentales sumaban a su acción regular ese otro tipo de tarea. La desproporción entre los recursos aplicados y los resultados alcanzados entre una y otra época daña a los ojos.
Superada la fase del proceso es necesario que Cataluña vuelva a dotarse de una proyección internacional acorde con sus necesidades e intereses, que en ningún caso significa ir a la contra de la política exterior española, sino velar de una manera específica por lo que importa más en el propio país.
En este sentido si el Parlament de Catalunya fuera de este mundo ahora mismo debería hacer dos cosas. Una, pedir un rendimiento de cuentas del viaje de Aragonès y de los recursos empleados por el departamento de Acció Exterior, y al hilo de este hecho, abrir un debate sobre cuáles deberían ser los objetivos de una política exterior de Cataluña adecuada a sus necesidades y a su alcance.
No tiene sentido que se vayan repartiendo millones por países de Latinoamérica y de otros lugares, mientras la Síndica, y es sólo un ejemplo de todos los posibles, avisa del aumento de las quejas por vulneraciones de los derechos sociales en Cataluña, de forma que casi la mitad de las producidas pertenecen a este ámbito. La renta garantizada de ciudadanía no funciona bien, registrándose agujeros tan importantes como el que señala que el 38,6% de los niños en pobreza grave no reciben ni el ingreso mínimo vital ni la renta de ciudadanía.
Si Cataluña es una comunidad mal financiada es importante ser muy riguroso en la forma en la que se gastan los recursos. Y haber dedicado casi 14 millones a Colombia y algún país más desde el 2017 es un gasto difícil de justificar.
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