Pienso que era deseable que los comicios en Cataluña se celebraran en la fecha prevista para no alargar más una situación política de desgobierno y descontrol. En todo caso no habría sido de recibo un aplazamiento en función de cálculos derivados de los intereses de ninguna formación política.
Cataluña se merece un periodo de calma institucional en que prevalezcan las actuaciones destinadas a dar respuesta a los problemas reales de los ciudadanos. Un gobierno centrado en el bien común, no empeñado en aumentar más la fragmentación y la ruptura del tejido social. Un gobierno con un plan de reconstrucción y de reconciliación, y con una sensibilidad hacia los más desfavorecidos.
Cataluña se merece un nuevo tiempo político. Esperemos a ver qué pasa después del domingo 14 de febrero.