Los jóvenes de la generación Z, es decir, los nacidos entre mediados de la década 1990 y principios de la de 2000, son claramente más conservadores que sus correspondientes de generaciones anteriores. Y algo aún más característico: las chicas de la misma generación tienden a ser tanto o más progresistas que las precedentes. La consecuencia es que en todo el mundo se ha producido un destensamiento que puede tener fuertes consecuencias en la cohesión social y en las instituciones en el transcurso de los años si el hecho no se modifica.
Las encuestas, tanto en EEUU, como en Alemania o en Corea, para referirnos a tres países bien distintos, señalan que los jóvenes son mucho más conservadores que las generaciones anteriores y también que sus compañeras de la misma edad. Por ejemplo, en EE.UU., el 42% de las mujeres se identifican como liberales (que equivale a nuestra progresía), mientras que sólo lo hacen el 25% de los hombres del mismo grupo de edad.
También se ha producido un cambio en la afiliación religiosa. En todas las generaciones precedentes, las mujeres estaban más afiliadas que los varones. Ahora esto prácticamente se ha nivelado. Las mujeres de la generación Z están afiliadas en un 39% (cifras de EEUU) y los hombres alcanzan ya una magnitud nunca vista, el 34%.
También es muy marcada la diferencia en cuestiones sociales y culturales. Las mujeres jóvenes de la generación Z dan prioridad al cambio climático y los derechos reproductivos, mientras que el interés de los hombres está en cuestiones sobre todo económicas y de índole material.
Un punto clave está en la aceptación de las identidades LGBTIQ+ . Las mujeres Z son mucho más propensas a identificarse con relación a los hombres, en una proporción de 2 a 1. Ellas tienen una visión en este sentido más progre que ellos.
También afecta a los roles de género. Los hombres mantienen una visión más tradicional y más conservadora y consideran que la sociedad sería mejor si respondiera a ese enfoque, todo lo contrario que las mujeres.
Esta realidad ya está presente también en España. En la última encuesta, llevada a cabo por 40dB, publicada en El País el 30 de junio, figuran dos preguntas que señalan exactamente en esa dirección. Una es si incomoda ver a una pareja homosexual. Y el resultado es la suma de mucho o bastante. Pues bien, los hombres de la generación Z, casi un 30%, señalan que sí, mientras sólo lo hacen un 9% de las mujeres. Las cifras en las generaciones anteriores, todas ellas por parte de los hombres, oscilan entre el 10% y el 11% y en las mujeres entre el 6% y el 9%.
Otra pregunta, que sin duda tiene todo un trasfondo, es la de si debería haber un día de «orgullo heterosexual». El 44% de la generación Z, por tanto muy próximo a la mitad, contesta afirmativamente, pero las chicas se quedan en un 17%. En las generaciones anteriores, la de los milenians, la X, la de los baby-boomers y las generaciones silenciosas, la cifra de los hombres también tiene significación pero no tanta. Se sitúa en un tercio, mientras que para las mujeres lo hace con magnitudes que van del 25% al 31%. En este caso, las jóvenes de la generación Z también marcan una diferencia en sentido opuesto a sus predecesoras.
El resultado que permite ver la polarización es que, en relación a la incomodidad al ver a una pareja homosexual, la distancia entre chicos y chicas Z es de 18 puntos porcentuales, y en cuanto a la celebración del “orgullo heterosexual”, resulta aún mayor, 27 puntos porcentuales.
Aflora así un nuevo problema de atomización de nuestra sociedad, pero en este caso incidiendo en una cuestión tan decisiva como es la relación entre hombres y mujeres. Es muy posible que este hecho, en lo que se refiere a una parte de la sociedad, acentúe aún más la inestabilidad de las relaciones de pareja.
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