Viene de Las claves de la victoria de Ayuso (I)
En el humus político de más de un cuarto de siglo de gobiernos del PP, ha crecido Ayuso, gracias a la combinación de tres grandes componentes:
Uno, ya apuntado, es la capacidad para dar una identidad ideológica a Madrid que, con una población harta de la pandemia, aportaba una visualización muy sencilla al alcance de todos, la de la alegría de vivir.
La caída de Cs, un partido que ha olvidado que ser de centro no significa repetir hasta el aburrimiento que lo son, y que son moderados, sino que tienen un proyecto cultural diferente con los otros dos bloques, a lo que Arrimadas y Bal están a años luz de encarnar, ha permitido recuperar fuerza al PP. No se puede olvidar que la victoria socialista en las generales guarda relación con el fraccionamiento de la derecha en tres partidos, que el sistema electoral castiga notablemente.
El otro gran componente de la victoria de Ayuso es el mismo Sánchez, quien la ha convertido en una líder. Ya lo hizo antes de las elecciones. ¿Quién no recuerda aquella excesiva ceremonia rodeados de banderas donde Ayuso y Sánchez firmaron unos papeles que nadie recuerda de qué iban? Se trataba de la fábrica estratégica de Ivan Redondo, y en este caso apuntaba a debilitar más al ya debilitado Casado. Luego, con la pandemia, el enfrentamiento con Ayuso ha sido continuo y ésta los ha sabido capitalizar bien. Incluso recordando el estilo Pujol: ¿quién defenderá mejor los intereses de Cataluña?». Pues ponga Madrid y estaremos al cabo de la calle.
Después, los errores en la campaña inducidos por la Moncloa son muy evidentes aln haberse dejado arrastrar por la dialéctica de Iglesias, el empeño, como hacen en Cataluña con los cordones sanitarios, la intromisión y rectificaciones que han obligado a Gabilond y que le han hecho aparecer como un hombre de paja de Sánchez, la cuestión determinante de los impuestos. Todo ello han hecho fácil el planteamiento de la campaña a Ayuso y han situado en segundo plano el terreno donde ella podía ser más débil, el de la gestión política. ¿Quién ha recordado una sola vez el desastre de Filomena?
El tercer gran componente es el voto en contra del gobierno español que se alimenta de tres rechazos. Uno, su política de alianzas con Bildu y el independentismo catalán. El otro, la guerra cultural. ¿Quién puede pensar que después de la ley Celaá los padres y maestros de la escuela concertada voten PSOE? La forma de conducir la memoria histórica sesgada, partidista y muy ideológica. Leyes conflictivas, como la eutanasia aprobada sin el más mínimo diálogo, y que ha puesto en pie de guerra a los católicos e incluso a la muy discreta actual jerarquía española. El hartazgo de las leyes del deseo que fabrica «industrias Montoro», gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, identidades sexuales, feminismos, dejando de lado cuestiones realmente relevantes como es la situación de las familias, las dificultades de las mujeres embarazadas o de las viudas que cobran pensiones miserables. En esta guerra cultural merece un capítulo propio la deriva Woke , la expresión inglesa que literalmente significa «despierto» y que quiere decir que son conscientes de todas las iniquidades de la vida, y que están atentos a afrontarlas y a dar cumplida justicia. Lo que pasa es que el Woke, y el gobierno progresista no es una excepción, viven en un eterno estrabismo que sólo tiene ojos para determinadas iniquidades convirtiendo un puritanismo represivo en ideología totalitaria, mientras celebran como virtuosas muchas otras injusticias.
Finalmente la política fiscal , impuestos bajos o subirlos, que es una dicotomía que a la hora de la verdad ha pesado más de lo que podía parecer.