Desde un punto de vista estrictamente militar, la guerra de Ucrania está dibujando diversas tendencias que los ministerios de defensa y fuerzas armadas occidentales, y europeos en particular, deben tomar en consideración si no quieren quedarse atrás y ponerse en situación de desventaja frente a los rivales.
Entre éstas destacan la necesidad del dominio aéreo para realizar ofensivas (lo que ni Rusia ni Ucrania han conseguido), la constatación de que los carros de combate y en general los vehículos blindados siguen siendo necesarios para ganar terreno, o el valor de un arma tan vieja como la artillería. Pero, por encima de todo, la que quizá sea la lección más importante es la relevancia de la cantidad por encima de la calidad.
Antes de entrar en detalles, cabe apuntar que la primacía del factor cuantitativo por encima del cualitativo no quiere decir que cualquier producto, por desfallecido que sea, valga. El número resulta más valioso que la calidad tan sólo por encima de un umbral cualitativo determinado y que podemos considerar específico de cada arma, en función de cuál sea la capacidad buscada.
La historia militar del siglo XX demuestra en repetidas ocasiones que la cantidad es por sí misma una calidad en el campo de batalla.
El ejemplo probablemente más célebre lo encontramos en las diferencias de concepción entre los tanques alemanes de la Segunda Guerra Mundial, auténticas joyas de ingeniería mecánica, y sus contrapartes soviéticas, donde la simplicidad del diseño y la rapidez de producción primaban. El desenlace del conflicto, pero también el de batallas particulares como la de Kursk, son de sobras conocidas.
Otro ejemplo lo encontramos en la masiva ofensiva china de Corea en otoño de 1950, que hizo retroceder inmediatamente a las tropas estadounidenses y aliadas tras la exitosa invasión del norte por parte de estas últimas. En este caso la “cantidad” que hizo retroceder a la coalición mejor equipada y preparada fue la masa humana lanzada por Mao Zedong: aproximadamente un millón y medio de soldados chinos participaron en el ataque.
Tres ejemplos concretos del valor de la cantidad
En pleno siglo XXI, la guerra de Ucrania vuelve a demostrar el principio de la cantidad de múltiples modos.
Primero
Primeramente, que Rusia haya podido recientemente recuperar la iniciativa estratégica se debe en parte a sus ingentes reservas de vehículos blindados de la era soviética. Sin duda, tecnológicamente obsoletos comparados con lo que hoy en día la industria militar es capaz de producir, pero también lo suficientemente capaces y sobre todo abundantes.
En cambio, Ucrania tiene muchos problemas para reponer sus pérdidas de blindados no sólo porque el país dispone de muchos menos depósitos soviéticos que Rusia, sino porque sus aliados occidentales, una vez vaciados sus propios -y limitados- almacenes a lo largo del 2023, simplemente no tienen nada más que ofrecerle.
Segundo
En segundo lugar, Rusia puede disponer de municiones tradicionales en abundancia gracias al pacto con Corea del Norte por el suministro de ingentes cantidades de obuses de artillería y que el país ha mantenido una cierta capacidad de producción propia.
Europa, en cambio, ha sido incapaz de cumplir con sus promesas: según la inteligencia de Corea del Sur, el régimen de Pyongyang entregó a Rusia un millón de obuses en cuestión de semanas, mientras la Unión Europea sólo consiguió entregar 300.000 a Ucrania a lo largo de seis meses, lejos del objetivo que Bruselas se había fijado de un millón en el transcurso de un año.
Tercero
En tercer lugar, y por último, la cuestión de los vehículos aéreos no tripulados, coloquialmente drones, merece especial atención.
Estos ingenios han pasado de desempeñar un papel secundario durante las operaciones militares a jugar un rol clave en todos los conflictos militares recientes, desde Siria hasta Ucrania o Gaza, y pasando por Armenia.
¿Por qué los drones son tan importantes?
Hoy, los drones son capaces de realizar una gran diversidad de tareas de elevado valor añadido. Proporcionan reconocimiento, mejoran la precisión de la artillería en tiempo real, saturan las defensas antiaéreas enemigas y, por supuesto, si están armados destruyen objetivos terrestres, aéreos y marítimos.
Pero a diferencia de la tendencia que parecía instalarse durante la década pasada, con las operaciones de Estados Unidos contra el terrorismo islamista usando drones como el MQ-9 Reaper, muy costosos y relativamente escasos, los conflictos más recientes han demostrado el valor de los drones pequeños, económicos y utilizados en gran número.
Los aparatos no tripulados empleados de forma masiva proporcionan capacidades clave como la saturación de los sistemas de defensa, incluso los más avanzados, que se convierten en incapaces de procesar y abatir un elevado número de objetivos simultáneos.
El potencial de los drones también se ha visto en su capacidad de destruir objetivos de elevado valor, como carros de combate, radares, baterías y barcos de guerra, por un precio a menudo irrisorio comparado con la mayor parte de armas alternativas, incluyendo los misiles.
Los drones ofrecen la ventaja clave de que por lo general se pueden pilotar a distancias seguras
Los drones ofrecen la ventaja clave de que en general se pueden pilotar a distancias seguras: hasta unos pocos cientos de kilómetros por radio, que se transforman en miles si se dispone de medios por satélite, aunque éstos resultan más costosos. Y en otros casos, los pilotos han sido ya sustituidos por ordenadores, ubicados en el mismo aparato o en el suelo. En cualquier caso, esta capacidad hace a los drones especialmente atractivos para una sociedad que se ha convertido en extremadamente sensible con las muertes de sus militares.
Hay que añadir que los drones no son un arma milagrosa ni infalible. Su utilidad se exprime al máximo únicamente cuando operan en gran cantidad y de forma coordinada, lo que sigue sin estar al alcance de muchos porque requiere una fuerte inversión en capacidad de cálculo y en los softwares adecuados. Además, el enlace con el centro de control (sea humano o no) es sensible a alteraciones electromagnéticas, como la eficaz guerra electrónica rusa ha demostrado para gran exasperación del estado mayor ucraniano.
Las fuerzas armadas europeas deben tomar nota de estas lecciones militares si quieren cumplir con su misión primordial que es garantizar la defensa y seguridad de sus países. En particular, las referentes a la importancia de disponer de equipamientos no sólo de calidad, sino también en cantidad suficiente son especialmente importantes.
Efectivamente, la tendencia de la industria militar y de sus clientes gubernamentales a lo largo de las últimas décadas ha sido centrarse en costosos programas de armamento que han dado como resultado equipos de altísima complejidad y escasa cantidad, a menudo fuertemente condicionado por la falta de fondos.