Las selecciones deportivas catalanas. Las grandes olvidadas de la negociación con Sánchez

Es difícil explicar el porqué un tema tan potente y a la vez tan jurídicamente fácil de alcanzar como es que las selecciones deportivas catalanas que lo quieran puedan gestionar su reconocimiento internacional para la federación correspondiente, no esté sobre la mesa de negociación.

Es una cuestión que presenta numerosas ventajas de todo tipo, desde un punto de vista catalán y también en teoría para el independentismo. Pero parece que no es así.

Es positivo porque partiría de un principio de libertad que trabaje por su reconocimiento internacional la federación catalana del deporte que lo desee y que la que no lo considere pertinente no lo haga. Entroncaría con una larga tradición que antes de la Guerra Civil muchas federaciones catalanas tenían reconocimiento internacional y fue el franquismo que cortó este hecho.

La selección catalana de rugby fue la última que mantuvo ese estatus. Lógico porque Cataluña y por medio de la UE Samboiana, el rugby entró en España hace poco más de 100 años.

La tercera característica positiva es que a diferencia de otras reivindicaciones, ésta no significa ningún tipo de ruptura objetiva con la estructura del estado, como lo acredita el bien conocido precedente del Reino Unido, que concurre en varios deportes con las selecciones de Gales, Escocia e Inglaterra, que incluso se enfrentan entre sí y no pasa nada.

La cuarta cuestión es que es una reivindicación bien sentida. La UFEC (Unión de Federaciones Deportivas de Catalunya), tenía en su ADN trabajar en este sentido y el COC, mientras existió, trabajaba por su reconocimiento internacional por parte del COI como otros comités existen, que no pertenecen a estados independientes. El caso catalán llegó incluso a presentar su candidatura en Lausana en 1991.

Finalmente, y no es un dato menor, los ajustes jurídicos que deberían hacerse en el ámbito español para conseguir que las selecciones catalanas puedan trabajar directamente en el ámbito internacional, son mucho menores. El resultado de todo ello sería rápido y tangible: desde el punto de vista catalán se dispondría de un reconocimiento simbólico, pero eficaz desde el punto de vista de estimular una mayor calidad de nuestro deporte.

Ahora que la federación deportiva más importante de todas, la de fútbol, ​​está sometida a una “revolución” que afecta al conjunto de la Federación, aunque las “revolucionarias” sólo son la sección femenina, no parece lógico que pudieran haber impedimentos para una cuestión como la de las federaciones catalanas a nivel internacional.

No deja de ser intrigante que los negociadores catalanes hablen de grandes cuestiones, la amnistía lo es, no digamos ya el referéndum, que ya aceptan que es suficiente con un compromiso inicial y que ya veremos qué pasa, a pesar de que el origen y penoso final de la famosa mesa de negociación ya debería avanzarnos a todos juntos, empezando por los partidos independentistas, de lo que ocurre cuando se negocia con Sánchez y no se cobra al contado.

También se plantean otras reivindicaciones de difícil recorrido, como el traspaso de Cercanías, en las que el personal de Renfe amenaza con una huelga indefinida si se lleva a cabo. Y ese es un riesgo que difícilmente Sánchez asumirá. Y ya no digamos del sistema de financiación que lleva años de retraso y sigue sin tener un calendario por mucho que ahora lo pongan sobre la mesa.

La ventaja de dar un marco que permita la acción internacional de las federaciones catalanas es precisamente que tiene efectos concretos y a corto plazo. Y por eso es tan difícil entender que todavía no esté sobre la mesa.

Desde aquí les animo a que lo hagan, porque sin duda es un punto de amplia coincidencia de muchos catalanes tanto de aquellos que son independentistas como de aquellos que no lo son. Si Gales tiene una selección de rugby en un país como Reino Unido donde el autogobierno de este territorio es similar al que tiene la Diputación de Barcelona, ​​ya me diréis por qué un país de larga tradición deportiva internacional como Cataluña, dotado de un autogobierno mucho más importante, no puede aspirar a que aquellos deportes que lo consideren puedan competir directamente a nivel internacional.

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