Con la ayuda de las inteligencias artificiales ChatGPT y Gemini, y las informaciones que proporciona Nature y el Centro de Predicciones del Clima Espacial, la humanidad y nuestra sociedad, por tanto, tiene un riesgo nada despreciable de registrar grandes efectos adversos de cinco grandes amenazas.
La primera de ellas es la que procede del medio ambiente, el cambio climático en primer término por las consecuencias en cascada que presenta sobre la biodiversidad y la habitabilidad en las distintas regiones del mundo. También por sus efectos económicos y sociales, que puede dar pie a desplazamientos masivos de personas por inseguridad alimenticia y por los conflictos de los recursos naturales.
Otra derivada es en materia de salud pública, ya que afecta a la proliferación de enfermedades de manera directa y también indirecta al favorecer algunas que son impropias de ese territorio y que son transmitidas por determinados vectores. Estamos viendolo ya en nuestra casa.
Un segundo motivo de conflicto que vuelve a ser muy grave, como durante el momento álgido de la guerra fría, es el de la guerra nuclear, que puede generar una devastación total y también a efectos derivados como invierno nuclear a consecuencia de la cantidad de polvo y partículas liberadas en la atmósfera que reducirían la radiación afectando a la agricultura y la supervivencia.
No hace falta ver esta amenaza sólo como una especie de Harmagedon, la batalla última entre el bien y el mal. Es suficiente con la utilización táctica de ingenios nucleares de pequeño alcance, como puede producirse en la guerra de Ucrania, para tener efectos devastadores, incluso globales y con toda certeza en Europa.
La tercera gran amenaza es la derivada de las pandemias. Ya vimos las consecuencias de la Covid-19 que causó 29 millones de muertes a escala global, una crisis económica de proporciones extraordinarias y que en el caso de España significó el mayor nivel de mortalidad desde la Guerra Civil. La cóvid, como manifiestan las últimas informaciones sanitarias, sigue circulando y mutando, si bien hasta ahora sin variar su movilidad y en todo caso determinando mayor o menor facilidad para el contagio, como está ocurriendo en las últimas variantes en curso. Pero la amenaza está ahí y hay otras.
Señalamos, por ejemplo, la atención creciente sobre el virus de la gripe aviar ( H%NU ) que ha ido circulando de las aves salvajes a las domésticas y de ellas a los mamíferos. Ya causa una crisis de seguridad alimentaria en EEUU por la importante presencia del virus en la leche de vacas infectadas, lo que ha supuesto una alerta sanitaria por el consumo de leche no pasteurizada. No es fácil que llegue a la transmisión masiva de humanos, pero el tema está vigente en el ámbito científico y la gran pregunta es cómo nos hemos preparado desde la experiencia de la covid.
En el caso de España, que nunca se ha hecho un balance ni un rendimiento de cuentas de esa situación, sigue sin disponer de una ley específica que le permita afrontar estas situaciones con previsión y garantías suficientes sin necesidad de recurrir a los estados de alerta, que además han sido declarados inconstitucionales. Saber en qué hemos mejorado desde el punto de vista de la alerta y prevención es un enigma.
La cuarta amenaza es muy concreta y tiene efectos potenciales sólo a corto plazo. Son las consecuencias de las tormentas solares. Ahora estamos en uno de los periódicos ciclos máximos de este fenómeno que afecta al sol. El 8 de mayo tuvo una actividad extraordinaria y alcanzó la escala 5, extrema en el índice de los cambios del campo magnético terrestre.
Afectó, aunque no seamos muy conscientes de ello, a cuestiones importantes. Por ejemplo, los 5.000 satélites en órbita del sistema Starlink experimentaron una “degradación temporal” de sus señales y como riesgo potencial grave para las operadoras de redes eléctricas algunos países tomaron precauciones. El caso más extremo fue Nueva Zelanda que alcanzó la desconexión total. Y es que la mayor tormenta registrada de este tipo en 1859, mucho antes de que dependiéramos tanto de la electricidad, la tormenta solar inyectó tanta energía a la atmósfera que los telégrafos, que eran el mayor sistema eléctrico de la época, se incendiaron de forma espontánea. Si esto hubiera ocurrido este mes de mayo, la parada total habría tenido efectos trágicos.
No hemos llegado todavía al punto culminante de estas manifestaciones extremas del sol en el actual período. Los cálculos son que los máximos se puedan producir en las próximas semanas y ya se sabe también que las mayores tormentas se pueden producir meses e incluso años después del vértice de actividad que se alcanza en períodos de 22 años como se manifestará antes de terminar el año actual. Por tanto, estamos en una época de duración relativamente breve que puede extenderse un par o 3 de años en el que la amenaza poara las comunicaciones y las redes eléctricas es grave.
El quinto gran peligro es la propia Inteligencia Artificial, que merece un tratamiento especial no sólo por su dimensión, sino por las significativas discrepancias en las respuestas entre la IA Gemini y el ChatGPT. Será en la segunda parte.