La guerra de Biden, que no la nuestra

La última alerta de EEUU a sus aliados formulada este fin de semana, de no confirmarse en pocos días, será otra gran causa de descrédito para Biden porque parecerá, como en el caso de la fuga de Afganistán, más una reacción histérica de un presidente que una actitud madura de un gobernante que tiene responsabilidades globales.

El hecho de que se haya pedido a los miembros no necesarios de la embajada de EE.UU. y de muchos de sus aliados que abandonen las delegaciones, acentúa aún más esa sensación inminente de guerra, pero no acaba de cuajar en la credibilidad general.

Llama la atención que el país directamente amenazado por este presunto ataque, Ucrania, por boca de su gobierno, ponga en sordina esos anuncios estadounidenses. Es una actitud reiterada por parte de Zelenski, porque ya el 29 de enero avisó de que atizar el pánico de una agresión rusa lo que hace es perjudicar a la propia Ucrania. Kief naturalmente piensa que existe un peligro ruso, pero que no es inminente y que además no tiene por qué producirse en el ámbito estrictamente militar. En resumen, que los principales perjudicados no creen en la amenaza de que desgañitándose anuncia Biden.

Esta reacción de un presidente debe observarse en relación con su situación política interior.

Biden comienza su mandato con una aprobación de sólo el 42% y los republicanos tienen ventaja de 1 punto en los sondeos genéricos para el Congreso en el que se producirán en breve elecciones, considerando, además, que en esta estimación genérica el voto republicano es habitualmente subestimado. La agenda Biden está estancada en el Congreso. El Tribunal Supremo bloqueó su mandato de vacunación patronal, siendo la inflación, atención, más alta que en cualquier otro momento de los últimos 39 años. El 19 de enero quiso dar un discurso combativo y extenso en la conferencia de prensa que duró 1 hora y 51 minutos. Los resultados fueron absolutamente contrarios al fin porque fue calificado por muchos periodistas de discursivo y en algunos puntos de delirante.

El 64% de los americanos considera que el país va en la dirección equivocada, y el 42% que las condiciones económicas son malas, y estas opiniones se producen a pesar de que se han creado 6 millones de puestos de trabajo en un año.

Sólo el 28% de los estadounidenses afirma tener mucha confianza en la Casa Blanca, un 49% dice que se ha hecho más para dividir que para unir al país, y menos de un tercio, y hay que subrayarlo, quiere que se presente a la reelección. Son unas cifras terribles. De hecho, ha perdido voto de forma importante en todos sus grupos de votantes, incluidos los más fieles que son los negros demócratas.

Y esa es la tragedia para Europa. El problema de Ucrania con Rusia es un problema europeo, aunque este hecho no está en absoluto presente en la mesa de negociación. La Comisión Europea, que tiene en su pareja formada por la presidenta de la Comisión, Ursula Gertrud von der Leyen y el alto responsable de Asuntos Internacionales, Josep Borrell, el peor dúo político que ha tenido la Unión en mucho tiempo, ha dejado escapar todas las oportunidades de establecer puentes con Rusia, reconociendo parte de sus razones, como por ejemplo el incumplimiento por parte de Ucrania de los acuerdos alcanzados por las regiones rusófilas del Donbass.

El resultado de todo es una pesadilla para Europa porque ha logrado una situación que no se daba ni en los peores momentos de la guerra fría. La creciente alianza entre China y Rusia que, cuando se acabe de consolidar, constituirá la coalición militar y económica más poderosa del mundo la tendremos aquí en la esquina y la habremos forjado a través de querer mantener unas relaciones poco amistosas.

Los recelos históricos entre esos dos países, que nunca se habían superado, entran ahora por la vía de la necesidad política, económica y energética en un entendimiento histórico. No está del todo consolidada, pero sí muy avanzada. Entre ambas capitales todavía se mantienen diferencias importantes. Por ejemplo, Pekín no ha reconocido la anexión de Crimea, y Moscú no apoya, al menos abiertamente, la posición de China sobre Taiwán.

Europa necesita un viraje de 180 grados en su política con Rusia, cuya finalidad es convertirla en socio y aliado. EEUU está cada vez más lejos y es más inestable, mientras el potencial chino se extiende por África por medio de las ayudas al desarrollo y la inversión pública, mientras que Rusia no sólo vuelve a tener un papel relevante en Oriente Medio, como en tiempos de la URSS, sino que gracias a la ayuda militar se está haciendo presente en un buen número de países africanos. Por supuesto la histórica relación con Argelia, sin embargo, ha abierto nuevas implantaciones en Libia y en toda la banda del Sahel. O Europa reacciona, o quedará reducida a lo que geográficamente es. Un pequeño apéndice del inmenso continente ruso-asiático .

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