Tras el arranque en pendiente vertical y del período de desaceleración, ahora esperamos que la curva de crecimiento de infectados por la Covid-19 se estanque (durante 10 o 15 días según la experiencia de China e Italia), y luego comience a bajar. El freno del crecimiento y el descenso del número diario de muertes serán el resultado de las medidas que se empezaron a tomar a mediados de marzo. Estas medidas se habrían podido adoptar antes si se hubiera hecho caso a los consejos de médicos especialistas como el doctor Oriol Mitjà, que a principios de febrero ya proponía la cancelación del Mobile Congress de Barcelona, en un momento en que prácticamente todo el mundo la consideraba injustificada. Mas adelante, los políticos que hicieron caso a los científicos, como el Presidente Torra, acertaron mejor el diagnóstico de lo que había que hacerse.

En palabras del doctor Oriol Mitjà ha habido tres errores en la gestión del Covid-19: primero, una incapacidad para hacer previsiones; segundo, un error de comunicación, que ha sido opaca y ha perjudicado a los gestores y planificadores sanitarios para poderse preparar y tomar decisiones antes de que llegara la crisis y no durante; tercero, las dudas a la hora de tomar decisiones críticas, cuando había que ser taxativos y ejecutar los planes sin perder tiempo en reuniones y dubitaciones.

Se debe hacer referencia también al grave error gubernamental de no querer suspender las manifestaciones y concentraciones feministas del 8 de marzo, a pesar de que en las fechas previas el gobierno ya tenía que tener suficientes indicios de los riesgos que aquellas suponían. En este caso los gobernantes fallaron rotundamente en el orden de prioridades a seguir. Sería de agradecer un poco de autocrítica de los responsables políticos en este punto. Los gobiernos tienen la información, tienen los medios, y tienen el deber de ser previsores, y adoptar las medidas necesarias aunque estas de entrada sean impopulares. Los ciudadanos somos lo suficientemente inteligentes para saber valorar y recompensar a los políticos valientes que hacen lo que se debe hacer al margen de las encuestas y de las ondulaciones de la opinión pública.

El gobierno español, que se otorgó la máxima responsabilidad en la gestión de la crisis, inicialmente dudó sobre el orden de prioridades a seguir. Después adoptó las medidas extremas que proponían los médicos, y parece que así se habrá podido amortiguar un colapso descomunal del sistema sanitario, y evitar muchas más muertes. En este sentido, el informe del Imperial College de Londres de 30 de marzo sostiene que las medidas de prevención adoptadas en España habrían salvado la vida de 16.000 personas.

Los presidentes del Reino Unido y de EEUU reaccionaron peor y más tarde, haciendo prevalecer criterios sin base científica o el superior interés de la economía. La primera respuesta del gobierno británico a la pandemia era que había que dejar que el virus fluyera de forma natural y generar inmunidad entre la población. Afortunadamente, los científicos de sus respectivos países los han hecho rectificar.

El impacto económico será más o menos grave en función de la duración de la frenada. Con políticas económicas acertadas y valientes, y con un liderazgo político fuerte, la situación económica se podrá revertir. Aunque habrá los que en esta colada habrán perdido unos cuantos sábanas Además, el pequeño comercio, y los que habrán aprovechado la crisis para crecer aun más rápidamente, el comercio electrónico. A partir de ahora estaría bien que los consumidores nos lo pensáramos dos veces antes de hacer una compra electrónica por pura comodidad, y que fuéramos conscientes de que haciendo eso nos estamos cargando el tejido económico y social, y por tanto, la vida de nuestros barrios , pueblos y ciudades.

En todo caso, creo que lo más importante es que Occidente haya sido capaz de reaccionar adecuadamente y no haya caído en la tentación de aceptar el sacrificio de una generación de mayores, a quienes debemos nuestra actual prosperidad, con el fin de evitar la crisis económica. Esto hubiera supuesto una catástrofe sanitaria inaceptable para nuestra civilización, y una derrota moral más grave que la propia crisis sanitaria y la consiguiente crisis económica. Europa tiene suficiente potencial económico y tecnológico para afrontar los retos que tenemos por delante, si la respuesta son políticas que busquen la cohesión social y el interés de los ciudadanos. Y si todos estamos dispuestos a sacrificarnos por el bien común, como están haciendo en estos días los profesionales de la sanidad, los verdaderos héroes de este drama global.

Publicado en el Diari de Girona, el 6 de abril de 2020

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