La Generalitat tiene una sanidad que no funciona

Una parte importante de las perspectivas negras que se han disparado en Cataluña y que han obligado a adoptar con urgencia restricciones extraordinarias es consecuencia de la lentitud en aplicar la tercera dosisDe hecho, Cataluña es, junto a Madrid, la autonomía con más retraso en esta necesaria operación, mientras que Galicia es la más avanzada porque empezó incluso antes de que lo indicara el ministerio, utilizando a fondo su capacidad de autogobierno en materia sanitaria.

El problema catalán es logístico, faltan manos para vacunar y no dosis. Y por tanto, faltan lugares específicos para hacer vacunaciones masivas. Esto tiene una consecuencia muy negativa. Todo se acumula en los Centros de Atención Primaria que deben atender sus prestaciones habituales, continuar con la vacunación y además realizar las pruebas de contagio, que se han multiplicado. Esta acumulación comporta otro riesgo. Aunque se establezcan circuitos diferenciados, es evidente que se produce una acumulación de personas, una parte de las cuales son portadoras del coronavirus. Todo esto podía haberse previsto antes.

La primera responsabilidad, hay que subrayarlo, es del propio Estado, pero ya se sabe que el ministerio de Sanidad es un producto inexistente, un caparazón sin contenido. Pero el gobierno de Cataluña no ha sabido llenar esta carencia con su capacidad de autogobierno. Todo viene de dos hechos que señalan con el dedo la irresponsabilidad de quienes nos gobiernan. Por un lado, la continua voluntad de presentar como falsos retornos a la normalidad los períodos de descenso de la curva, cuando en realidad se trata exactamente de ello, que las medidas aplicadas han contenido la cóvid que sigue presente. La otra, que ahora ya se formula de forma más abierta, pero que era conocida por los expertos y, por tanto, por los gobiernos, es que el período máximo de eficacia de las vacunas es de 6 meses, y atención porque el Astra Zeneca es sólo de 3 meses! Por tanto, todos los vacunados antes de este período están en período de reinfección, que es precisamente la característica más importante de la nueva variante Ómicron: su capacidad de reinfectar. De ahí que ahora, con urgencia y mal, el conseller de Sanidad anuncie la vacunación de la gente hasta 40 años vacunada con Astra Zeneca, porque muchos de ellos van por el mundo pensando que van protegidos, cuando en realidad esta defensa es mucho baja y lo es aún más frente a la Ómicron.

Lo que debían haber hecho las autoridades sanitarias no es tanto aplastar el éxito de la vacunación y no prever de forma ordenada la vacunación preventiva con la tercera dosis a partir del 5º-6º mes para el conjunto de la población y en el 3º . para quienes les aplicaron el Astra Zeneca.
Una vez más se pone en evidencia el problema de fondo de la sanidad española, de la que Cataluña no es una excepción. Después de 21 meses de pandemia todavía no disponemos de un sistema de salud pública digna de ese nombre. Todo comienza y termina aquí. Cataluña podía haber construido el suyo, dada la pereza inmensa que le produce actuar en este sentido al gobierno Sánchez. La razón es muy concreta, una autoridad independiente y fuerte de salud pública es una garantía para los ciudadanos y un problema para el gobierno, porque marca la pauta y señala la realidad de la situación sin trapicheos políticos. Tanto discurso basado sobre estructuras de estado, aquí Aragonés, ERC y JxCat, tenían la gran oportunidad de demostrar que puede construirse en beneficio de todos. No lo ha hecho y ahora sufrimos las consecuencias.

Los contagios en Cataluña están disparados. Los últimos datos señalan 6.700 casos al día y 24.000 contactos. Dado que se ha implantado la cuarentena de 10 días, esto significa que cada 4 días 100.000 catalanes tienen la obligación de quedarse encerrados en casa; un millón en 10 días. Pero esta obligación se ejerce sin ningún tipo de control porque ha desaparecido todo sistema de rastreo y es, por tanto, una medida de papel mojado.

Por otra parte, el mayor o menor cumplimiento de estas cuarentenas tiene un impacto negativo sobre la economía, porque reduce la capacidad productiva y la productividad. A este hecho se le une la nueva caída del turismo, cuando se esperaba que estas fiestas navideñas significaran una importante inyección. Asimismo, también el consumo previsto para este año acabará siendo inferior al que teóricamente se pensaba que podía haber, dado la bolsa de ahorro acumulado. Pero la gente desconfía ante el futuro y gasta menos, incluso de lo que podría, y esta situación no tiene características de cambiar, por lo que no se prevé que el gasto para 2022 permita alcanzar los niveles precovid.

Este año el consumo habrá crecido un 6% y probablemente lo hará otro 6%. Cifras insuficientes para recuperar la caída que fue superior al 12% y que se registró el pasado año. Un dato más que señala cómo la situación económica, afectada ahora por la nueva ola, no se normalizará hasta dentro de un año. Las previsiones son, por tanto, negativas y esto ha llevado a la Generalitat a adoptar medidas que son las más restrictivas de todas las comunidades autónomas, como el toque de queda de 1 de la madrugada a 6 de la mañana, y la restricción de los aforos de los restaurantes al 50%, un nuevo imprevisto en las previsiones que este sector tenía para estas fiestas. Tiene su lógica. El colapso de los CAP puede descargarse sobre los hospitales, y en concreto sobre las UCI que ahora ya alcanzan niveles de empleo similares a los de la pasada Navidad y que calculan que los superará ampliamente llegando a las 500 personas. Ahora estamos en las 340, a final de año.

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