¿De qué se habla en casa? Los temas de conversación son el reflejo de las motivaciones que tiene el grupo familiar. Pero más allá de lo que se hable, es importante que haya sintonía entre lo que decimos y lo que hacemos.
Si resulta que ponderamos el pacifismo, y a la primera de cambio, levantamos la voz y nos gritamos, es evidente que se produce un mal testimonio. La ética se transmite mejor a partir del testimonio vivido y de la experiencia compartida, que con discursos y reflexiones.
Sería bueno, examinar cuál es nuestra actitud ante las situaciones difíciles o los conflictos.
Si somos de los que echamos leña al fuego, o bien de los que lo apagamos. Si las discrepancias se tratan sin visceralidad y se hablan serenamente con un diálogo que propone y escucha. Si se genera un espacio donde da gusto vivir, porque las relaciones son buenas, incluso se deja espacio al buen humor.
En un marco así, es más fácil tener la experiencia de ejercitarse en la comprensión, la tolerancia, el respeto y el diálogo. También tenemos que ver, si somos capaces de afrontar una discrepancia considerable, donde parece que no es posible llegar a un acuerdo, pero al menos, hacemos el esfuerzo de estar de acuerdo, en que no estamos de acuerdo. De todos modos, esto no es ninguna razón para dejar de respetarnos, a pesar de que tengamos puntos de vista diferentes.
El que piensa diferente no tiene por qué ser mi enemigo. Pero como desconocemos cuál será su reacción, habrá que ver si sabremos controlarnos para no responder de forma violenta, ante la discrepancia.
La persona pacífica no cae nunca ni en la ira ni en la cólera.
No se debe relacionar la persona pacífica, con la debilidad, el miedo, o la cobardía. Al contrario. El pacífico es una persona que tiene una gran fuerza de ánimo, suficiente para que el sentimiento de rencor o de venganza que uno percibe cuando se siente tratado injustamente, deje lugar a una actitud serena, analítica, enérgica y tranquila.
¿Cuántas veces la historia ha sobrevalorado los violentos, por qué han dominado personas y tierras? La violencia es el fracaso absoluto de la relación humana. Por eso es tan importante para una buena convivencia, escuchar serenamente, lo que se llama la escucha «proactiva» donde cada uno se pone en el lugar del otro y se escucha en profundidad, no tanto para responder, sino para comprender al otro. De esta manera el encuentro se transforma en una ocasión única que no podemos desaprovechar, porque aprender a convivir pacíficamente, es el mejor descubrimiento que podemos hacer.