La élite del Círculo de Economía pide árnica

No hace mucho más de una década, y era un clásico, que desde diferentes regiones españolas se criticara a Cataluña por sus » privilegios económicos«. El presidente de Extremadura, Rodríguez Ibarra, sobresalió en este género literario que tuvo muchos seguidores.

Ha pasado a la historia, y en todo caso ahora algunas voces señalan, interesadamente o no, la decadencia catalana. Pero lo que es más sintomático de todo es que los papeles se han invertido y ahora es la expresión organizada de una parte de la élite catalana quien utiliza la misma línea argumental que Rodríguez Ibarra señalando a Madrid y acusándola de ser «la aspiradora de España«.

Es evidente que Madrid disfruta de las ventajas de la capitalidad y del centralismo de la infraestructura radial. Pero también lo es que su financiación y la inversión pública no son ni mucho menos los adecuados. No lo son tampoco los de Cataluña, con una mayor medida con respecto a la inversión, pero desde este punto de vista Madrid no tiene un privilegio. Lo que sí que ha conseguido es acumular un conjunto de oportunidades y economías de escala que están dentro de la lógica del sistema de mercado y libre competencia que, precisamente, el Círculo de Economía siempre ha ponderado. De hecho, con perspectiva, los privilegios de Madrid eran mucho más tangibles e importantes hace 20, 30, 40 años que ahora, y no digamos en pleno franquismo. Y a pesar de este desequilibrio de las prioridades políticas, hoy muy atenuado, Cataluña competía victoriosamente en muchos terrenos.

De hecho, la queja del Círculo es en el fondo la constatación de una impotencia, la de las élites catalanas, para enderezar su propio país, tal vez porque hace mucho tiempo que no tienen en realidad un proyecto compartido sobre él.

Hablar de la macrocefalia económica de Madrid y de desequilibrios a costa del resto del territorio, como hace algún medio de comunicación catalán, siempre muy comprensivo con la política de Sánchez, no tiene mucho sentido, porque esta macrocefalia, y aún más acentuada, se da en Cataluña en relación a Barcelona y su área metropolitana. Madrid, en definitiva representa 7 millones de habitantes por la capitalidad de un país que tiene 42 y queda muy lejos, por ejemplo, del centralismo de París, con un área metropolitana que acumula 12,2 millones de habitantes.

Pero es que Cataluña de una población de 7,5 millones de habitantes, concentra 5,6 en el área metropolitana, es decir la gran mayoría. Cada vez más la del resto del país es periférica en relación a este núcleo central, y si no fuera por el turismo costero, que concentra población, pero también rentas muy bajas, como ejemplifican Lloret de Mar y Salou, el desequilibrio aún sería mayor. Territorialmente, Cataluña es hoy una área metropolitana con una capital de espacio limitado, pero que concentra prácticamente todos los equipamientos de ámbito nacional, y una franja costera superedificada que depende en gran manera de la llegada de veraneantes extranjeros.

El problema de España y de Cataluña, no es que ahora Madrid sea una «aspiradora» o que antes Cataluña tuviera «privilegios», sino que es la ausencia de una planificación territorial que reparta mejor las posibilidades de crecimiento reequilibrando el territorio. Y si esto es importante en el caso de España, en el de Cataluña es decisivo. Esto y la capacidad de recuperar, si no es que la hemos perdido, la iniciativa económica.

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