Cuando viajamos por lugares de culturas y costumbres diferentes, se corre el peligro de ver ese entorno como exótico y estrafalario. Con esta idea se comete el error de creer que todo lo nuestro es bueno y lo de los demás está fuera de sitio. Esto ocurre cuando uno no está acostumbrado a convivir en la diversidad, porque todo lo diferente nos molesta, nos cuestiona y nos relativiza.
Nos podemos preguntar: ¿es bueno o no relativizar?
Hemos oído a muchos pensadores que dicen que relativizar nos rejuvenece, nos actualiza y nos universaliza, y de esta forma no nos creemos que somos el centro del mundo. Pero, por otra parte, escuchamos a los psicólogos que nos dicen que la persona necesita tener unos puntos de referencia firmes, porque si no no sabemos por dónde vamos.
Son dos posturas que parecen antagónicas, pero no es así. Hay que relativizar todo lo superfluo y accesorio y absolutizar todo lo fundamental.
¿Pero cómo sabemos qué es fundamental y qué no lo es? ¿Cómo sabemos qué es bueno y qué es malo?
Sin miedo a equivocarnos, creemos que será fundamental y bueno, todo lo que construye un mundo con justicia y paz. Diríamos que el amor es bueno porque une, y que el odio es malo porque destruye. Esto puede decirse bien alto, ya que es incuestionable.
Vivimos en una sociedad cada vez más diversa, lo que nos obligará a relativizar y respetar la diversidad, pero afianzando lo fundamental.
Vivir en medio de la diversidad implica el esfuerzo de conocer la otra cultura, como dice el adagio: «Allá donde vayas, haz lo que veas». Esto no es, como parece, un acto de claudicación, sino un acto de respeto por las costumbres de los demás. Es decir: sin renunciar a lo que uno es o a lo que uno cree, respetar lo que es o piensa el otro.
Es el gran reto del arte de convivir. Aceptar la realidad del otro. Que esto no es fácil, indudablemente. La diversidad de costumbres añade dificultades a la convivencia, pero no son dificultades insalvables. Es un reto que nos educa. Cuando damos el primer paso, veremos con asombro que muchas barreras caen. La amistad, el diálogo y el respeto por el otro, deben ser la herramienta fundamental de toda convivencia.
La diversidad de costumbres añade dificultades a la convivencia, pero no son dificultades insalvables. Es un reto que nos educa Share on X