La destrucción de la enseñanza en Cataluña (I)

Desde siempre el catalanismo y la enseñanza han ido unidos. Hoy el independentismo surgido del procés ha destruido esta simbiosis y ha hecho entrar en barrena al sistema educativo catalán, que ya no estaba precisamente para tirar cohetes. Y esto es así porque este independentismo posmoderno y desvinculado le molesta lo que son los elementos constitutivos del hecho catalán, que Vicens Vives describe tan bien en “Noticia de Cataluña”.

Se trata de la familia, de la casa solariega en términos históricos, del valor extraordinario del trabajo y de la obra bien hecha, de la necesidad del pacto como elemento constitutivo de la propia sociedad, de la importancia del cristianismo que ha vertebrado hasta ahora mismo el propio país y que todavía forma parte necesaria de sus fuentes y cimientos. Quienes reivindican en 1714 olvidan clamorosamente que este hecho se produjo en un clímax de extraordinario fervor religioso porque ésta era la textura catalana de la época. Destruyen todo esto o lo estropean y con él también estropean la importancia de la enseñanza, que confunden con un adoctrinamiento ideológico que obsesivamente gira en torno al sexo y sus derivados y la perspectiva de género.

Ahora el informe PIRLS de 2021 que evalúa la comprensión lectora de los alumnos de 4º de primaria en Cataluña obtiene un pésimo resultado. Una puntuación de sólo 507 puntos. La última de España (522), excepto Ceuta y Melilla, y lejos de Europa (528) y de la OCDE (533). La distancia con la primera comunidad española es muy grande, Asturias, casi 50 puntos de diferencia. Los resultados indican un empeoramiento porque en el 2018 en el informe Pisa, Catalunya se situaba en 500 puntos y, por tanto, ligeramente por encima de la media española que era de 481 en ciencias, 496 en lectura y 481 en matemáticas. Y también de la europea.

Vamos retrocediendo y en esta dinámica tienen mucho que ver también otros indicadores posteriores a las pruebas de 4º de primaria, como es el abandono educativo prematuro que en 2020 estaba en el 16%, 6 puntos por encima de la media europea. La tendencia es claramente a empeorar.

Se ha olvidado que el factor decisivo de la enseñanza comienza en la familia. Sin ella, la posibilidad de alcanzar unos buenos resultados resulta extraordinariamente difícil. Lo sabemos desde los estudios de Coleman, y técnicamente se puede expresar en estos términos. El capital social localizado en la familia se traduce en capital humano, especialmente en los hijos que después, el resto de instituciones de la sociedad, empezando por la escuela, mejoran y multiplican, pero si la base inicial es débil los resultados posteriores también lo son. Y aquí incidimos en la dimensión deliberadamente olvidada del capítulo educativo, la capacidad y voluntad educadora de las familias.

Las dinámicas de desestructuración familiar que se registran en términos crecientes, y son vistos, vete a saber por qué, como factores positivos, complican cada vez más el trabajo educativo de la escuela. Para empezar, prácticamente la mitad de los hijos nacidos en Cataluña lo hacen fuera del matrimonio, es decir, de un vínculo sólido y más estable que otras fórmulas relacionales. Por su parte, Cataluña presenta una elevada tasa de divorcialidad. Mientras España tiene una tasa de 1,9 divorcios por cada 1.000 habitantes, Cataluña se sitúa en 2,1. Muy lejos de los niveles más bajos, como en Castilla y León y Extremadura, que sólo significa un 0,6%. Por cierto, Castilla y León es uno de los territorios que obtiene habitualmente buenos resultados en las pruebas educativas.

En Cataluña la tasa de abortos es también singularmente alta, 13,42 abortos cada 1000 mujeres por 10,7 de la media española para la población femenina de entre 15 y 44 años.

Y todavía otro indicador, la fertilidad es muy deficiente en la población autóctona. Si la tasa general de fertilidad española es tan pobre como 1,19 hijos por mujer, muy por debajo del reemplazo generacional de 2,1 hijos, en Cataluña el valor se sitúa en poco más de 1, mientras que las mujeres nacidas en el extranjero llegan a 1,86.

Estos perfiles definen una profunda crisis de la estructura familiar y este hecho tiene graves consecuencias sobre la capacidad educadora porque se hacen recaer sobre la escuela muchas funciones que en realidad deberían haber llevado a cabo la familia. Y esto hace que dentro del aula deba dedicarse mucho tiempo a cuestiones de orden, mantenimiento de la atención, respeto, estimular el esfuerzo y otros elementos virtuosos del carácter, cuando éstos ya deberían venir en la mochila desde casa.

Obviamente, también influyen los hábitos de lectura familiar, la disponibilidad o no de un diario, el hecho de que existan algunos libros, el respeto y la valoración por los conocimientos y el estudio. Todo esto que era consustancial en las familias de mediados del siglo pasado, de los años 40 y 50, ha ido adelgazándose con el tiempo y siendo sustituidas por una hiperprotección paterna sin sentido ni exigencia hacia el niño.

Naturalmente, ésta es una parte de la historia. Hay más, pero si empezamos por ésta es porque habitualmente resulta obligada.

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