La decadencia de Cataluña y el “Madrid se va”

Hay un gran consenso en concluir que Cataluña ha iniciado un periodo de decadencia, tanto por su papel económico en el conjunto español como por su pérdida de peso político. La frase de Maragall «Madrid se va» es ya una realidad patente. La explicación -en buena parte interesada- que se da sobre estos hechos consiste en hacer recaer la responsabilidad en la dinámica independentista iniciada en 2012. No es así. Una mirada con luces largas, que es como hay que mirar, nos dice que el proceso viene de más lejos. El independentismo lo ha acentuado, tanto en el terreno económico, como en el terreno político. Mientras que en los periodos anteriores algunas de las dinámicas de decadencia quedaban contrarrestadas parcialmente por iniciativas de recuperación, ahora el problema es que no hay nada que la frene y sí mucho que el acentúe.

La evolución de Cataluña hay que situarla en relación con los grandes hechos económicos y políticos españoles: la guerra civil y la dura posguerra, «la época dorada» del 1950-1973 (especialmente desde el plan de estabilización de 1959 y los años del «desarrollismo»), las dos crisis ocasionadas por el choque de los precios del petróleo de la década de los setenta que coincidieron con la transición a la democracia y los pactos de la Moncloa, el ingreso primero en la Unión Europea y después el euro, y en último capítulo la gran recesión iniciada en 2008. Ahora hemos entrado en una nueva fase, la de la pandemia, de consecuencias negativas y de duración incierta. Según cómo se responda, la caída será tan grande que representará una nueva fase en la historia de Cataluña.

A lo largo de todo este período de 80 años se han producido grandes migraciones interiores: la convergencia entre regiones económicas españolas, la convergencia y divergencia en la Unión Europea, la industrialización y la desindustrialización, los cambios del sistema fiscal a partir de la democracia que han tenido como efecto colateral el crecimiento del déficit fiscal, y como factor clave, sobre todo, a partir de los años setenta. La opción catalana por el turismo en lugar de centrarse en la industrialización. Seguramente en este punto radica una de las causas de la actual decadencia al haberse convertido en un país turístico en vez de un país industrial; lo somos, pero ahora es evidente, no en la medida que lo éramos, y que lo ha seguido siendo por ejemplo el norte de Italiano.

Cataluña durante el periodo 1970-80 perdió empleo y esto da una idea de la profundidad de la crisis de ese momento, pero Madrid no. Madrid crece ininterrumpidamente desde 1940. En aquella fecha significaba una tercera parte del empleo de Cataluña. En el año 2000 era del 89%. Precisamente en aquella década de los 70 y 80 Cataluña ve diezmada su industria. Es un hecho que se recupera con mucha dificultad, de tal manera que en 2000 todavía tenía una dimensión inferior a la de 1970. La crisis de este periodo es industrial y la sustitución por el turismo la acentúa. Madrid se va aproximando desde el final de la guerra civil hasta superar a Cataluña. Es por tanto un hecho estructural que, en contra de lo que se pueda pensar, el modelo autonómico no sólo no ha desvirtuado sino que ha acentuado. El periodo de gestión de Pujol atenuó la diferencia, pero hay que recordar que entre la inestabilidad del tripartito, los cambios de orientación del período de gobierno de Mas y el periodo del procés, Cataluña hace más de 15 años que está en una situación política marcada por la ausencia de gobiernos sólidos con políticas y horizontes de alcance.

En 1940, tomando como referencia 100 para España, el PIB per cápita catalán representaba el 163,5% y el madrileño el 148,3%. A lo largo de este periodo y hasta el inicio de siglo se produce una progresiva reducción de las diferencias con España que en dicha década 70-80 se acentúa, bajando al 123,9%. En los 20 años siguientes se mantiene en esta cifra. En Madrid este hecho prácticamente no se da y mantiene su diferencia con una ligera disminución, de manera que en 2000 su PIB per cápita significaba el 145,6%. La convergencia económica con las regiones españolas se produce por la parte catalana, pero a consecuencia del hecho desindustrialitzador y de la emergencia turística, que posee una productividad mucho menor.

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