Francia concentra el 1% de la población y el 15% del gasto social de todo el mundo. El país es el líder tradicional de los índices de la OCDE que miden el gasto público.
Con estas impresionantes tarjetas de visita, sería esperable que Francia presentara unas cifras de gestión de la crisis del coronavirus a la altura.
En vez de eso, Francia es el cuarto país del mundo en muertes por el virus por millón de habitantes, tan sólo superada por Bélgica, España e Italia según los datos oficiales. Los escándalos, como la falta de mascarillas debido a recortes del stock estratégico nacional, no han parado desde el comienzo de la crisis.
Así pues, Francia gasta prácticamente una cuarta parte (24%) de su PIB en protección social, pero no es capaz de situarse ni siquiera entre los países que presentan resultados medios en su gestión del nuevo coronavirus.
Las críticas a la gestión de la pandemia del gobierno francés de Emmanuel Macron se centran no obstante en la «falta de medios». ¿Cómo explicar esta paradoja, teniendo en cuenta que Francia sobrepasa en 14 puntos porcentuales el gasto público promedio de los otros seis socios del G7?
Este sonado desajuste entre el gasto y la calidad de los servicios públicos franceses hace pensar que el problema no sea estrictamente la falta de medios, como razonan dos expertos en Le Figaro, sino la falta de sentido común a la hora de gastar el dinero.
Según Frédéric Douet y Victor Fouquet, el estado francés ha perdido su eficacia y legitimidad. Por un lado, ha dejado en segundo plano su función primordial de la seguridad interior tal y como evidencian las cifras de delitos violentos y agresiones a las fuerzas policiales, que crecen año tras año y se sitúan en récords históricos.
Por otra parte, Francia se ha adentrado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en una selva de prestaciones sociales para todo. Entre los gastos más sonados están las transferencias bancarias mensuales a los estudiantes universitarios extranjeros sin pedir ningún tipo de justificante, o una protección social de la vivienda sobredimensionada que obliga a los municipios a disponer de un 25% de vivienda protegida sobre el total, aunque en Francia hay tan sólo un 14% de pobres según los datos oficiales.
Una situación similar de falta de control se vive en el sistema público de sanidad. Se calcula que este cuenta con varios millones de cuentas fraudulentas que causan un agujero de cientos de millones de euros cada año. El personal sanitario trabaja tan sólo 35 horas a la semana, como todos los cuerpos públicos. Y junto a ello, el Ministerio de Salud se esfuerza en cuadrar los números reduciendo camas de hospital.
Sin objetivos claros tras las pilas de dinero público gastadas cada año ni fondos reservados para emergencias, Francia se encuentra cada vez más lejos del ideal del fundador de la Quinta República aún en vigor. En efecto, Charles de Gaulle quería que su país fuera estratégicamente independiente.
Hoy, incapaz de prever, Francia se sitúa al mismo nivel en términos de resultados de gestión del coronavirus que países con PIB per cápita muy inferiores, como son España e Italia.
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