La contaminación atmosférica como problema político (I)

La contaminación, como las pensiones, son problemas de una gravedad extraordinaria. Uno, de efectos inmediatos, el otro, también catastrófico, con consecuencias a medio plazo. Ambos con tendencia a empeorar y muestran la incapacidad de los partidos y liderazgos políticos para aportar soluciones. Es uno de los problemas radicales de nuestra democracia.

Quiero centrarme en la contaminación por el largo episodio que vive Barcelona, ​​junto a buena parte de España. La contaminación es peligrosa por motivos que varían según la especificidad del agente contaminante, óxidos de carbono, nitrógeno, azufre, hidrocarburos y otros compuestos orgánicos e inorgánicos secundarios, y un agente puramente físico de maligna incidencia, las micro-partículas en suspensión. Las consecuencias sobre la salud son idénticas: la empeoran y pueden ser agentes causales de muerte. En efecto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que en los países desarrollados mueren más de medio millón de personas por la contaminación atmosférica del total de 1,3 millones que mueren en un año en todo el mundo.

La contaminación atmosférica urbana aumenta el riesgo de sufrir enfermedades respiratorias agudas, como la neumonía, y crónicas, como el cáncer del pulmón y enfermedades cardiovasculares, con efectos a corto y largo plazo, y también reduce las defensas frente a las infecciones. Por ejemplo, las personas afligidas de asma afrontan un mayor riesgo de sufrir una crisis los días en que las concentraciones de ozono a nivel del suelo son más elevadas, mientras que las personas expuestas durante varios años a concentraciones elevadas de micro-partículas tienen mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. Los efectos más graves se producen en las personas que ya están enfermas, y en los grupos más vulnerables, como niños, ancianos y familias de pocos ingresos. Los niños por su menor altura reciben un impacto más potente, dado que la causa principal de la contaminación son los gases emitidos por los automóviles de combustión de gasolina y gasoil. También el hecho de que la población envejezca a pasos acelerados multiplica el universo de afectados más graves. Todo esto es muy evidente está fuera de discusión, y lo cito de paso, sirve para saber cómo es posible que un daño tan grave no tenga una respuesta política eficaz.

En el caso de Barcelona, ​​el hecho a destacar ha sido la inanidad de la respuesta municipal y la Generalitat. Cuando la situación es tan grave y la causa es un vector tan peligroso como las pequeñas partículas que por su diminuto tamaño penetran desde los pulmones en el torrente sanguíneo, se reparten por todo el organismo, dañan el corazón y pueden afectar al cerebro, la actitud de nuestros poderes públicos demuestra que es poco responsable. No se puede abordar el problema a base de recomendaciones, «no coja el coche», «utilice el transporte público». En el caso de Barcelona, ​​el Ayuntamiento ni siquiera ha detenido sus obras generadoras de polvo en el distrito de Poble Nou, especialmente afectado por la contaminación, pese a que la recomendación dictada por la Generalitat así lo indicaba. El calificativo de esta forma de actuar lo dejo a criterio de cada uno.

El Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat, como principales responsables en esta materia, nos engañan. Silencian los motivos de su inacción, porque coincidía con la celebración de los World Mobile Congress, y porque estamos en pleno período electoral. Ambas razones hablan del rango moral de nuestras autoridades nacional y local.

Coincidiendo con el grave episodio surgió el debate sobre el pago del peaje por entrar en Barcelona. Como es una medida compleja y globalmente controvertida, cuyos efectos económicos no se han estudiado, no prosperará y en todo caso requiere un estudio que llevará tiempo. En estas condiciones, Colau ya se ha precipitado en declarar que «lo están estudiando». Es una forma de engañar al personal que quiere creérselo. Creo que el debate, ahora que son necesarias soluciones inmediatas, no es este, sino lo que podemos hacer de forma inmediata, de probada eficacia y efectos colaterales positivos.

Un programa de acción completo conlleva medidas de acción de efecto inmediato, a corto y medio plazo, hasta completar la solución con los máximos beneficios. Lo concretaré en la segunda parte de este artículo.

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