La buena política es aburrida. ¡Vamos mal!

Recuerdo que, hace unos 40 años, Ramon Trias Fargas decía a menudo que la política democrática allí donde los países funcionan es aburrida, porque no pasa nada. Citaba como ejemplo los países nórdicos de Europa. Raramente son noticia, pero los niveles de vida están entre los primeros del mundo, el respeto a los derechos humanos es muy alto, las libertades democráticas están bien consolidadas y vivas, la convivencia es buena y los servicios funcionan.

En nuestra casa estamos en las antípodas. Cada día hay noticias políticas fuertes que, si no nos hubieran acostumbrado, podrían considerarse de infarto.

Sólo centrándonos en los últimos días tenemos la conjura Ciudadanos-PSOE para echar al PP del Gobierno y el Ayuntamiento de Murcia y repartirse los cargos; el rebote y las maniobras del PP y el retroceso de tres cargos de Ciudadanos que dan la vuelta a la moción de censura; la convocatoria electoral en Madrid de Díaz Ayuso con el objetivo de abortar una posible «operación Murcia» y para arrasar en las elecciones autonómicas; los intentos del PSOE de repetir en otras autonomías como Castilla y León la «operación Murcia», marcha atrás al ver el fracaso de ésta; la decisión del PSOE de dejar como candidato en Madrid el eterno perdedor Ángel Gabilondo porque una previsible derrota electoral no salpique demasiado a Sánchez; el abandono del Gobierno del vicepresidente Pablo Iglesias para hacer frente a Díaz Ayuso en las elecciones madrileñas y salvar a su partido de una fuerte bajada y, quizás, crear problemas a Sánchez; crisis casi mortal de Ciudadanos, el partido que se creyó bisagra entre los dos grandes, que ganó unas elecciones catalanas y que en algún momento pareció que sería el gran partido de la derecha.

En el ámbito catalán no hay que hacer un listado ni reiterar mucho por donde vamos porque llevamos muchos años de descenso de la sociedad, pero con persistente tensión: la política enloquecida de la última década, agravada por fuertes disturbios recientes que algunos partidos han apoyado, sigue judicializando buena parte de la política, a la vez que la nueva presidenta del Parlamento, Laura Borràs,  lanza gritos de guerra para mantener la tensión permanente con el Estado.

En suma, todo en las antípodas de la tranquilidad, de unos gobiernos que funcionan y resuelven problemas.

Tampoco hay que mencionar a los conocidos problemas de la sociedad, empezando por la extremadamente grave situación económica derivada de la pandemia del coronavirus.

En la avalancha de noticias políticas se percibe que todas ellas, y por parte de todos los partidos, derivan del tactismo para desplazar a otros del poder o para mantenerse en él. Los intereses del ciudadano no cuentan para nada, para los políticos los problemas reales no existen.

Quizás todo esto resulta laborioso y muy divertido para los periodistas , tener titulares para cada boletín informativo, así como para aquellos que viven abocados en la política, sin embargo, ¿en que ha quedado la concepción central del político de trabajar por el bien común? ¿Existe el mismo concepto del bien común?

En la avalancha de noticias políticas se percibe que todas ellas derivan del tactismo para desplazar a otros del poder o para mantenerse en él Clic para tuitear

Creieu que la nova presidenta del Parlament de Catalunya, Laura Borràs, durarà tota la legislatura?

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