Génesis y perspectivas del grupo BRICS, la extraña alternativa a Occidente

Entre el 22 y el 24 de agosto tendrá lugar la decimoquinta cumbre anual del grupo conocido como «BRICS», conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.

Dejando a un lado la ausencia física de Vladimir Putin debido a la orden de arresto emitida por el Tribunal Penal Internacional que obligaría a la nación anfitriona (y miembro de este organismo de justicia), Sudáfrica, a detenerle, el evento es una buena ocasión para analizar este extraño grupo, su papel y perspectivas de futuro.

Para empezar, cabe precisar que como recoge el periodista especializado en comercio internacional Alan Beattie en el Financial Times, el propio término «BRIC» es una invención occidental, y más particularmente de la banca norteamericana Goldman Sachs en 2001 (la «S» de Suráfrica se incorporó más tarde al concepto).

No fue hasta 2009 cuando tuvo lugar la primera cumbre del BRICS, y desde entonces sus líderes han mantenido la cita en su agenda anual, ya que se ha celebrado un nuevo encuentro al más alto nivel cada año. Suráfrica se incorporó formalmente en 2011.

¿Qué tiene en común el grupo BRICS?

A primera vista, los integrantes del BRICS parecen constituir la vanguardia de los países emergentes, reuniendo a economías con un potencial de crecimiento particularmente elevado y que coinciden además en una cierta voluntad política de distanciamiento respecto a Occidente.

Pero observados de cerca, se llega rápidamente a la conclusión de que en términos económicos poco tienen en común.

En los años noventa, Rusia se hallaba inmersa en el caos político postsoviético y en la catástrofe económica de un proceso de liberalización terriblemente ejecutado. A su vez, Brasil trataba de estabilizar su moneda tras la «Década perdida» que asoló Iberoamérica durante la década de los ochenta. India, con una economía fuertemente intervenida, tampoco se encontraba en una situación envidiable y salía de una crisis cambiaria entre 1990 y 1991.

Sólo China, impulsada por las reformas de Deng Xiaoping de los ochenta, estaba sentando las bases de lo que más tarde se convertiría en su milagro económico.

Todos estos países sí tienen en común que se beneficiaran durante la década de los 2000 del boom de la globalización y de las materias primas.

China logró ir más allá y acercarse a los niveles de renta occidentales gracias a sus progresos tecnológicos y convertirse en una economía basada en el conocimiento.

Rusia, India, Brasil y Sudáfrica, en cambio, no aprovecharon la bonanza económica para transformar su crecimiento y hacerlo verdaderamente sostenible.

Hoy, Sudáfrica parece más abocada a la decadencia que al desarrollo económico, Rusia y Brasil muestran un crecimiento económico titubeante y sólo India está tomando velocidad, pero todavía se encuentra a años luz de China.

¿Hacia un club de fans de China?

Desde la emergencia formal del BRICS, China no ha hecho más que crecer distanciándose de los demás miembros, hasta el punto de rivalizar de tú a tú con Estados Unidos en el ámbito económico y plantearse como una alternativa política al liberalismo occidental.

Mientras, Brasil (incluso bajo Lula da Silva, admirador confeso de Hugo Chávez) y Suráfrica mantienen intereses económicos demasiado importantes para alejarse de Europa y Estados Unidos.

El caso de India es aún más extremo porque forma parte de la iniciativa militar «diálogo cuatrilateral por la seguridad», liderada por Estados Unidos en el indo-pacífico, junto a Japón y Australia.

Cuando China insinuó expandir el grupo BRICS a otros países, Brasil e India parecieron no haber entendido la propuesta. Y es que hacer entrar a nuevos países, particularmente si éstos están financieramente comprometidos con China, implica el riesgo de convertir al grupo en un club de seguidores de Pekín en lugar de los líderes del mundo emergente.

En el actual contexto de competencia entre Estados Unidos y China, el interés de Pekín en alinear políticamente a sus socios es evidente. Pero a pesar de los vínculos de dependencia que particularmente Brasil y Sudáfrica hayan podido contraer con China por las vías del endeudamiento y las inversiones, es previsible que los miembros del BRICS intenten aferrarse a su tradicional política de no- alineamiento.

En definitiva, el grupo BRICS de hoy es sobre todo un grupo de presión que se define por su libertad (algunos dirían oposición) hacia Occidente y su modelo político y social. Pero distan mucho de convertirse en una verdadera alternativa global y de liderar el mundo en vías de desarrollo.

A simple vista, los integrantes del BRICS parecen constituir la vanguardia de los países emergentes. Pero más allá de la distancia que toman con Europa y Estados Unidos, poco les une Share on X

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