El esperado acuerdo por el fondo de recuperación europeo, aprobado por los líderes de los 27 estados miembros de la Unión Europea (UE) la semana pasada, no entra en demasiados detalles a la hora de abordar la cuestión clave: ¿para qué servirán los 750.000 millones de euros previstos?
La respuesta no es obvia desde que se ha rebasado la fase de confinamiento, centrada en el «soporte vital» indiscriminado a todos los agentes económicos. El único detalle que se ha concretado es que al menos un 30% de los fondos deberán destinarse a inversiones «verdes» y relacionadas con el sector digital.
Pero qué habrá que hacer del resto, se pregunta Reza Moghadam, economista jefe de Morgan Stanley y ex-jefe del departamento europeo del Fondo Monetario Internacional
Según este economista, una posibilidad es centrar el apoyo en los sectores más afectados por la crisis sanitaria. En concreto, estos son los que exigen un contacto humano «intenso», como el turismo, los transportes o la restauración.
Hasta una cuarta parte del PIB y una tercera parte de la ocupación total de la UE puede entrar en estos sectores «de elevada proximidad», que van a sufrir mucho hasta que no se encuentre una vacuna fiable.
También hay que tener en cuenta el impacto indirecto sobre la economía total de una crisis de los sectores de elevada proximidad. A raíz de su crisis, una tercera parte de todos los trabajadores y sus familias reducirán la demanda de bienes y servicios provenientes de otros sectores económicos.
El riesgo de una crisis de la demanda, sobre todo en los países periféricos de la UE fuertemente endeudados, como España, es particularmente grave para la recuperación económica.
No obstante, los problemas de fondo de estas economías no se resolverán con una avalancha de dinero para los hoteles, restaurantes y agencias de viajes. Más vale canalizar el flujo para financiar sectores que reúnan dos condiciones: primera, que sean intensivos en el uso de mano de obra, y segunda, que tengan un elevado potencial en términos de desarrollo económico y sostenibilidad.
Aunque puedan parecer contradictorias, Moghadam enumera algunos sectores que combinan estas dos virtudes: la renovación de edificios para hacerlos más eficientes energéticamente o la Investigación & Desarrollo y producción de baterías eléctricas, que genera efectos de red positivos más allá de su propia cadena de suministro.
Asimismo, el economista propone, se pueden conceder subsidios a determinados sectores duramente afectados por la crisis, como el aeronáutico, donde las barreras a la entrada de nuevos actores son muy elevadas y Europa no puede correr el riesgo de perder su know -how ante actores como China.
No obstante, si el objetivo del fondo de recuperación europeo es rebasar la etapa de «soporte vital» y dinamizar la economía, hay que tomar decisiones difíciles. Y eso pasa por privilegiar los sectores más resistentes y de valor añadido por encima de los que se han hundido durante la crisis.
Bien utilizado, afirma Moghadam, el fondo podría ser un factor de cambio importantísimo para los países del sur de Europa. Grecia, por ejemplo, recibirá en poco tiempo el equivalente al 25% de su PIB. España, un 11%.
Se trata de cantidades con potencial para convertirse en motores de cambios estructurales, si se combinan los fondos propios de cada país y se gestionan de forma inteligente, es decir, con una visión a largo plazo.
Por otra parte, no debería extrañar que la Comisión imponga mecanismos de rendimiento de cuentas. La UE debería, según el economista, dar orientaciones generales a los beneficiarios de los fondos de como utilizarlos correctamente. Pero al mismo tiempo evitar nuevas condiciones onerosas para los países más afectados, muy tocados financieramente antes de la epidemia del coronavirus.
Llegar al acuerdo del fondo de recuperación ha sido difícil, pero la misión apenas acaba de comenzar. Concretar su funcionamiento y aplicar el dinero correctamente será una tarea mucho más minuciosa y exigente que no la negociación como tal. Depende mucho de eso, ya que el fondo se evaluará como un experimento a gran escala de solidaridad fiscal entre los 27 estados miembros de la UE, y podría fijar un precedente fundamental de cara a una política fiscal común europea.
El único detalle que se ha concretado es que al menos un 30% de los fondos deberán destinarse a inversiones verdes y relacionadas con el sector digital Share on X