La investigación del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por Fundación ”la Caixa”, ha comparado tres ciudades europeas con distintos grados de medidas de confinamiento: Barcelona, donde se decretó un confinamiento estricto; Estocolmo, donde las medidas fueron mucho más laxas y sujetas, en último término, a la responsabilidad y el “sentido común” individuales; y, por último, Viena, que contó con unas medidas intermedias.
El estudio concluye que, pese a que las reducciones de la contaminación atmosférica y del ruido registradas durante los confinamientos tendrían efectos positivos sobre la salud, las consecuencias negativas de la caída en los niveles de actividad física serían mayores en general.
La ciudad con un confinamiento más duro, Barcelona, fue también la que registró mayores descensos con respecto los niveles prepandémicos de contaminación atmosférica, ruido, actividad física y visitas a espacios verdes. Concretamente, durante el primer confinamiento las concentraciones de dióxido de nitrógeno (NO2) cayeron un 50% de media, los niveles de ruido diarios se redujeron en 5 decibelios (dB A) y la actividad física se redujo en un 95%.
Una hipotética extensión del confinamiento estricto en Barcelona durante todo un año se habría traducido en un incremento del 10% en los ictus e infartos de miocardio y en aumentos respectivos del 8% y del 12% en los diagnósticos de depresión y ansiedad, como consecuencia del descenso generalizado de la actividad física.
Metodología
El estudio usó una herramienta llamada UTHOPIA para hacer una evaluación de los riesgos de
salud asociados a cada exposición y comportamiento estudiado en la etapa previa a la pandemia
y compararla con los escenarios de confinamiento agudo y desconfinamiento. Los datos relativos
a la carga de enfermedades cardiovasculares y trastornos mentales de cada ciudad fueron
obtenidos de fuentes públicas.