Escocia y el Ulster. Los partidos del proceso les admiran, pero no les imitan

Esta claro que esto va por modas, y el independentismo del proceso a lo largo de su historia más lejana y más reciente ha admirado varios modelos, pero los que están de actualidad son, por orden, el escocés y ahora, reciente, con la victoria electoral del Sinnn Féin, el Ulster.

Escocia porque si bien el país depende del referendo, el partido nacionalista escocés mantiene una hegemonía indiscutible con el gobierno de esa autonomía. Este hecho se ha fundamentado en que los independentistas escoceses han ligado la idea de independencia como horizonte, que más tarde o más temprano creen que realizarán, con la gobernanza del presente a base de esforzarse en una muy buena gestión del gobierno.

En el caso del Ulster, la victoria lograda por Sinn Féin se ha fundamentado, como escribía Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia, en la necesidad de políticas que aseguren una vida mejor a la gente y en el cambio demográfico, dado que los partidarios de la unificación de Irlanda, representados por el antiguo IRA hoy, partido triunfante con Sinn Féin, está formado por la población católica que presenta una tasa de natalidad mucho mayor que los protestantes. De hecho, cuando firmaron los acuerdos del Viernes Santo de 1998 entre los partidarios del IRA y los unionistas protestantes del Ulster, la estrategia de los irlandeses católicos pasaba por confiar en gran medida en este factor demográfico. El mayor número de hijos por parte de este grupo que les acabaría dando la mayoría electoral.

El común denominador en ambos casos es la preocupación por gobernar dando respuesta a las necesidades reales y concretas de la gente, sanidad, enseñanza, transportes… todo lo que hace la vida más fácil o difícil, y porque es un factor determinante para su futuro, la natalidad, en el caso de Irlanda del norte.

Los independentistas catalanes, que ven en términos casi entusiastas y ejemplares los logros de estas formaciones, a la hora de la verdad no practican ninguna de las dos evidencias. De hecho, el independentismo catalán es cultural y políticamente antinatalista porque desarrolla una concepción que descalifica o hace imposible la maternidad, porque está poderosamente influenciado por las ideologías de género y, en consecuencia, no tiene una política familiar basada en familias con hijos digna de este nombre.

Por su parte, la Generalitat dirigida por los partidos del proceso ha demostrado ampliamente sus incapacidades para la buena gestión. Las razones son múltiples: la mediocridad de quienes están al frente, las peleas entre los socios, que dejan la acción de gobernar en segundo término, la fijación de prioridades que nada tienen que ver con las necesidades de las personas empresas y familias. En definitiva, gobiernan dentro de una burbuja y para la burbuja.

Aguantarà el govern de Sánchez fins al final del seu mandat?

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