A Sánchez le quedan los votos que el independentismo pierde, pero su poder político está en máximos

La ofensiva contra la amnistía va subiendo de tono y magnitud. La declaración de la mayor parte del Consejo General del Poder judicial (CGPJ) por 9 votos contra 5 y una abstención del presidente, no por ser previsible ni tener consecuencias prácticas, deja de tener importancia y manifiesta el malestar que impera en un amplio sector de la magistratura. Ayer el juez de la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón, imputó por terrorismo a Puigdemont, vinculándole a la dirección política «Tsunami Democrático». Por su parte los sindicatos de la Policía Nacional y la Guardia Civil dieron a conocer su total oposición a esta ley y ya han convocado manifestaciones.

Mientras, se están convirtiendo en un hecho generalizado las manifestaciones frente a los locales del PSOE. La gran concentración en Valencia ha marcado un punto de inflexión al respecto.

Que todo esto ocurra en plena presidencia española de la UE no refuerza precisamente el perfil de Sánchez en su liderazgo, circunstancia a la que se le añade una gestión más bien discreta a menos de 2 meses para terminar su mandato. Su inacción como presidente de turno de la UE frente a la gravedad de los hechos del conflicto en Israel y la situación en Ucrania dice muy poco de sus capacidades internacionales. Fotografías y reuniones, sí, pero demostrar capacidad de liderazgo, muy poco. Lo constata dolorosamente el hecho casi olvidado de las personas con pasaporte español que permanecen encerradas en Gaza sin poder pasar el paso fronterizo con Egipto porque se han convertido en los últimos de la fila huyendo de ese castigado territorio.

Pese a todos los males, a Sánchez según las encuestas le queda un recurso muy importante: las encuestas no detectan una pérdida significativa de voto, en cualquier caso gran parte de los que pierde se ve compensado por el traspaso de electores de Yolanda Díaz. Esto hace que se mantenga en torno al 30-31% de los votos calculados sobre una participación del 65% y en torno a los 120 diputados. Este hecho unido a los resultados de Sumar y los otros grupos que le apoyan, sigue haciendo muy difícil una alternativa clara por parte de los populares, que siguen mejorando su resultado pero con una cifra que hace necesarios los votos de Vox para alcanzar la mayoría absoluta, si bien ésta no está clara.

Por tanto, la fuerza de Sánchez radica en la resistencia de su electorado. Lo que no quiere decir que la erosión no acabe siendo mayor y deteriorando significativamente al PSOE. Por el momento las pérdidas no son catastróficas.

La razón hay que buscarla en los distintos comportamientos electorales generacionales, mientras el PP obtiene mayorías claras en los votantes mayores de 45 años, el PSOE gana por debajo de esta franja de edad. Lo hace por márgenes muy pequeños, entre 1 y 3 puntos, pero gana. Si los populares no logran modificar esta distribución electoral de voto, difícilmente conseguirán una mayoría clara. Más cuando Sánchez tiene un claro predominio de voto entre las mujeres, y el voto popular presenta un importante agujero negro en Catalunya, que después de Andalucía es quien aporta más diputados en el Congreso.

La paradoja es que este fenómeno de edad tiene un comportamiento inverso en Cataluña en relación con el independentismo, que es la primera opción para la población de entre 45 y 77 años, pero es claramente derrotada en el sector más joven, por debajo de los 40 y tantos años, y también en la franja de edad más avanzada, por encima de los 78. No deja de ser paradójico que una oferta de futuro como es el independentismo despierte menos interés en la gente joven que la opción autonomista, que es la preferida, o la federal.

Sea como fuere los partidos independentistas que obtuvieron 2 millones de votos en el 2017, ahora no han llegado al 1.140.000 y sin compararlo con esa magnitud máxima. Pero con los resultados medios de las últimas consultas anteriores a 2017, se puede considerar que el independentismo ha perdido 400.000 votantes. Es otra gran paradoja. En el momento de mayor debilidad electoral y social, de menor fuerza movilizadora, se logra el mayor rendimiento político. Milagros de la política.

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