Publicado en La Vanguardia el 24-10-2022

¿Pagamos pocos impuestos? Los estatalistas dicen que sí, porque se recauda el 36,8% del PIB, por el 40,2% en la unión europea. Pero esto no significa que paguemos poco, sino que unos pagan, otros se escaquean y el diseño fiscal está lleno de agujeros.

Debemos exigir que la fiscalidad se aborde desde la previa de la eficiencia en la recaudación y en el gasto público. De no hacerlo así, el debate está falseado, porque la condición necesaria para que un estado sea justo es que sea eficiente en la recaudación y en el gasto, y España está escandalosamente lejos de serlo.

Los que pagamos lo hacemos en una medida muy elevada. El máximo por IRPF en España se sitúa en el 49,1%, diez puntos más que en la UE. En sociedades, el tipo nominal español es del 25%, y en la UE, del 21,3%. Solo en el IVA estamos algo por encima; del 21% al 21,5%. En Europa se recauda de media un 9,9% por la vía del IRPF y en España el 8,8%. Por sociedades, el 2,45% en Europa por el 2% en España. Solo en IVA –un impuesto regresivo– superamos a la media europea; 6,9% por 6,3%. Si en España los tipos son más altos en dos de los grandes impuestos y la recaudación es menor, la causa no es que paguemos menos que en Europa, sino la ineficiencia de la Administración.

Por si no bastara, la cuña fiscal, lo que pagamos por IRPF y a la seguridad social, está por encima de la media de la OCDE, dedicándole cuatro de cada diez euros de nuestro ingreso salarial. Una cuña que crece con el presupuesto del 2023, al aumentar la base máxima de cotización de la seguridad social un 8,6%; en realidad un 9,3% por el 0,6% del mecanismo de equidad intergeneracional.
El conjunto de impuestos sobre la riqueza (inmuebles, patrimonio, sucesiones y donaciones) es del 2,42% en la zona euro, por el 2,68% en España, más que Dinamarca (2,64%) y Suecia (1,05%). Solo nos superan Francia, Bélgica y Grecia. Para redondearlo, el proyecto de presupuestos del estado establece un aumento del impuesto de la plusvalía que puede alcanzar el 50%.

La presión fiscal se ha venido incrementando desde el 2009, y ahora la inflación nos obliga a pagar más ganando lo mismo, ha devaluado en un 20% el valor inmobiliario y ha degradado los Ahorros y su rentabilidad. El máximo beneficiario es el estado, que ingresará, según Hacienda, 30.000 millones más. Después, Sánchez devuelve solo una parte, presentándolo casi como un esfuerzo personal.

Los grandes perjudicados de toda esta historia son el “pueblo del IRPF”, la clase media que paga y no recibe, y las rentas inferiores, a causa del efecto del IVA, un impuesto que será todo lo neutral que se quiera en términos técnicos, pero que castiga más a quienes menos tienen.

En el otro lado de la balanza, la ineficacia: los siete informes de la Autoridad Independiente de responsabilidad Fiscal (Airef) indican que las administraciones públicas malgastan un mínimo de 10.086 millones. El estudio Eficiencia del gasto público. Medición y propuestas de mejora del Instituto de estudios económicos (IEE) señala que la eficiencia debería crecer un 4% para lograr la media de la UE, y un 14% para alcanzar el promedio de la OCDE, equivalente a entre 8.000 y 27.751 millones del gasto no financiero del 2023, y todo ello cuando el salario medio del sector público es un 58% superior al del sector privado, sin riesgo de despido. Pero la exuberancia en el gasto no ceja. Según Fedea, desde el 2018 el gasto público ha crecido 6,6 veces más que el PIB. Resultado: la pesada losa de la deuda que, sobre todo, depositamos sobre las espaldas de nuestros jóvenes. Hay en esto, las pensiones, el paro juvenil (26,6%) y la incapacidad para atenuarla crisis del clima, una tremenda ruptura de la solidaridad entre generaciones.

Es un gran abuso, que solo puede repararse a corto plazo, deflactando –descontando la inflación– del IRPF con criterio redistributivo, suprimiendo el impuesto del patrimonio y anulando los incrementos de la plusvalía para el 2023. Esto y cumplir la promesa olvidada de Sánchez, de una reforma del sistema fiscal, ahora convertido en un sistema Frankenstein a base de acumular retoques, junto con una reforma de la Administración del estado para lograr que sea eficiente en el gasto y la recaudación.

Trabajamos siete meses al año para pagar los impuestos, y aún no les basta. Señoras y señores, todo esto es un abuso. Y en Catalunya todavía más.

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