El fracaso estrepitoso para detener los feminicidios de pareja y la violencia contra la mujer

El número de mujeres muertas por su pareja en diciembre ha culminado un año que sigue la pauta de los anteriores con 49 víctimas. Hace más de una década que estamos instalados en este orden de magnitud, a pesar de la abundancia de leyes, la existencia de un pacto de estado con una larga lista de medidas, la aplicación de recursos crecientes y la existencia de un ministerio denominado de Igualdad que prácticamente en exclusiva se dedica a ese tema.

Un gobierno normal, en una sociedad responsable se interrogaría sobre cómo es posible que tantos recursos den lugar a tan frustrantes resultados. Porque el feminicidio de pareja es solo la punta del iceberg de un problema mucho más generalizado como es el de la violencia y sobre todo la violencia sexual contra las mujeres.

Los últimos datos en este sentido proporcionados por el INE señalan que los delitos sexuales cometidos por los menores se han disparado desde 2013, alcanzando un incremento del 169%. Se trata, reiterémoslo, de menores. La edad media del autor del delito es de 16,5 años.¿ Qué está pasando para que la gente joven de este país educada desde hace más de 15 años en la ideología de género y que lee cada día artículos y ve informaciones sobre todo en televisión donde se reiteran las protestas y la crítica a este tipo de violencia, de tal modo que se ha creado una cultura hegemónica de lo políticamente correcto que a veces incluso se pasa de rosca y se convierte en asfixiante? Es una manifestación más de que el problema está mal planteado por las políticas actuales.

Como señala una magistrada, el primer error comienza por la pretensión de querer que los feminicidios sean igual a cero. En una sociedad de más de 40 millones de habitantes es imposible que ese delito, que acompaña a la relación de pareja desde el inicio de los tiempos, no se produzca. Por tanto, a pesar de que toda muerte es siempre dolorosa, cabe decir que medio centenar de muertes al año no es un acontecimiento extraordinario. Y para que nadie se escandalice por esta conclusión, basta con comparar el número de muertos en relación con la cantidad de mujeres en el contexto europeo y entonces se ve que España ocupa uno de los últimos puestos.

En realidad, lo que existe es una instrumentalización de este trágico hecho por parte de la ideológica de género, que es el fundamento del actual gobierno. Y de ahí el fracaso y la dificultad de reducir el número de víctimas. En lugar de contemplar la casuística, 49 casos como hemos dicho son pocos, dada la dimensión del universo poblacional, se plantea un abstracto universal fundamento de la doctrina de género que dice que son los hombres en su conjunto sin excepciones los que practican la violencia contra la mujer por el hecho de ser mujeres, hasta llegar a la muerte. Es la definición de una especie de guerra de sexos en la que el hombre, por serlo, se dedica a masacrar a la mujer. Pero esto no es cierto, como demuestra el reducido número de casos. Lo que sí existen son circunstancias específicas que nunca se han querido abordar y que son la causa del fracaso. Y no se abordan porque nada tienen que ver con lo que dicta la teoría gubernamental.

El análisis de casos que en su día realizó el Instituto de Estudios del Capital Social de la Universidad Abat Oliba, se revela plenamente coincidente con lo que los datos, por ejemplo del último año, nos explican. Concretamente:

  1. Los feminicidios de pareja se dan sobre todo fuera del matrimonio. Su prevalencia es entre 7 y 9 veces mayor, por tanto, el tipo de vínculo influye.
  2. El porcentaje de mujeres asesinadas procedentes de la inmigración es muy alto, del orden de un tercio, magnitud que evoluciona según el año, un peso muy superior al que le correspondería en relación con la población.
  3. El sistema de creencias es también significativo. Las mujeres católicas practicantes, según los datos del Instituto de la Mujer, tienen unas posibilidades de ser muertas por sus parejas en una proporción mucho menor que las que se declaran no creyentes, agnósticas o ateas, en una proporción que se sitúa en el 40%. Aunque los datos sobre este último punto son escasos y habría que profundizar más en la materia.
  4. La inmensa mayoría de casos se dan en los períodos de preruptura, ruptura o postruptura; es decir, cuando el conflicto amenaza con romper definitivamente la relación.
  5. Hay otras circunstancias que merecen un trato aparte como son el número no pequeño del orden de un 15% de mujeres muertas que tenían 65 y más años. Concretamente, en 2021 cuatro de ellas tenían más de 80 años. No puede situarse este tipo de homicidio al mismo nivel que el segundo grupo en edad con más víctimas, una cuarta parte del total situado entre los 25 y los 34 años. En el primer caso, el factor sexual es absolutamente secundario, mientras que en las más jóvenes es determinante.

La política española para hacer frente a este problema se ha situado sobre todo en aumentar las penas, la vigilancia policial … Es todo lo contrario de lo que pide el manual ante el delito, donde la primera política debe ser la de prevención: evitar el conflicto, atenuarlo, asistir a la mujer, pero también al hombre que puede presentar patologías. Todo dirigido a lo que realmente cuenta, a evitar que haya una víctima más. Pero no, la política española se centra sobre todo en el castigo al agresor. Es un error terrible que ocasiona muertes.

Esto y el desorden en la educación moral y sexual que impera, no ya en la sociedad sino en las mismas leyes y en la escuela, especialmente la pública. El mantenimiento intocable de la prostitución (un vector de violencia contra la mujer) y la generalización de la pornografía ya en edades infantiles, crean imaginarios y actitudes en las que anida la violencia y la falta de consideración contra la mujer.

Hasta que no se haga un reset y se establezca una nueva política que tenga realmente como finalidad reducir la violencia y facilitar una buena educación sexual, no será posible que este problema se detenga. Y es que, como siempre, las ideas tienen sus consecuencias.

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