El último Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU ha vuelto a traer malas noticias al dictaminar que la crisis climática se agrava, en especial aumenta el riesgo para las zonas costeras sobre todo las más bajas, las que presentan escasa diferencia con el nivel del mar.
Ciertamente, la actual convulsión europea por la invasión de Rusia a Ucrania empeora las perspectivas climáticas y nos hace más dependientes del petróleo, dificultando la transmisión energética. En este contexto es importante preguntarnos cómo puede afectar esta dinámica a Cataluña, y en concreto a su costa que es la principal generadora de turismo. En este sentido, la tesis de la investigadora del Laboratorio de Ingeniería Marítima de la UPC, Uxía López-Dóriga, que ha ganado el «IV Premio a la mejor Tesis Doctoral sobre Cambio Climático en el arco mediterráneo español» , aporta una información muy valiosa y precisa sobre el riesgo de la costa catalana.
De acuerdo con este estudio, mucho más específico territorialmente que el general de Naciones Unidas, señala que la costa de nuestro país se ve afectada por dos factores adversos. Uno es que resulta muy vulnerable a la erosión y al mismo tiempo ésta se ve multiplicada por la subida del nivel del mar generada por el cambio climático.
En la actualidad, la capacidad de carga de las playas catalanas es de 1,57 millones de usuarios, pero este escenario se verá progresivamente reducido, por lo que para 2050 la combinación de erosión y de nivel del mar habrá disminuido la capacidad de carga en un 40%, y para 2100 se reducirá un 29% más. Este hecho incide sobre todo en la Costa Brava y la Costa Dorada que van a experimentar una pérdida del PIB de entre 1.820 millones de euros y 2.200 millones como consecuencia de la reducción de sus playas a finales de siglo, en un proceso progresivo. Esta evolución previsible podría atenuarse con actuaciones planificadas a largo plazo, pero, que en estos momentos no existen porque sólo se llevan a cabo medidas de adaptación concebidas para cubrir objetivos a corto plazo o sin considerar su encaje en la planificación a largo plazo, lo que cuestiona su validez.
Fuera de este aspecto importante, porque afecta a una cuestión tan determinante como el turismo de playa, el impacto costero en Cataluña es muy modesto porque presenta una sensibilidad muy baja a la inundación debido a la subida del mar, por su configuración costera. Las excepciones son, sin embargo, el Delta del Llobregat, el Golfo de Roses y el Delta del Ebro. Para el 2050 la superficie que se inundará del golfo de Roses y del Delta del Llobregat representará como máximo un 2%, por tanto una cifra moderada, frente al 9-27% del Delta del Ebro, que es donde lógicamente es debería otorgar más atención.
Ahora bien, con las proyecciones a largo plazo para el 2100 la afectación del Golfo de Roses y del Delta del Llobregat pueden llegar al escenario extremo al 35% de la superficie y al 80% en el Delta del Ebro, por tanto también en estos casos es necesario concebir la respuesta previsora a largo plazo dotando de una mayor prioridad a las tierras del Ebro. Estas inundaciones tienen sus consecuencias económicas. Se considera que cada hectárea de la zona centro y norte proporciona 5.200 euros al año y 8.700 la del Ebro. En el caso del Llobregat existe el factor del aeropuerto, que no está directamente afectado, pero que seguramente requiere un análisis de sensibilidad ambiental en relación al posible impacto.