Finalmente. Los líderes europeos han logrado la madrugada del martes 21 de julio aprobar el acuerdo del fondo de recuperación económica de la crisis del coronavirus.
El documento final prevé, tal como habían concebido la Comisión Europea, Alemania y Francia, una redistribución de fondos masiva a través de un mecanismo inaudito: la Comisión pedirá préstamos a los mercados financieros.
El fondo de recuperación estará dotado de 750.000 millones de euros, de los que 390.000 millones llegarán como subvenciones. Son 120.000 millones menos respecto a la propuesta inicial de Alemania y Francia, a la que se sumaron los países del sur de Europa como España.
El resto del fondo vendrá en préstamos, el sistema que querían imponer por la totalidad del plan los países denominados «frugales», contrarios a aumentar el gasto de la Unión Europea (UE). En efecto, estos estados (Austria, Dinamarca, Países Bajos y Suecia) se oponían firmemente a la idea de que la Comisión repartiera dinero entre los países miembro como parte del gasto presupuestario de la UE.
Las negociaciones que condujeron al acuerdo final han sido durísimas por la inflexibilidad de los frugales. Las discusiones comenzaron el pasado viernes por la mañana, alargándose cuatro días, hecho que las sitúa como las segundas más largas de la historia de la Unión Europea, y tan sólo unas horas distantes del récord absoluto batido en Niza (Francia) el año 2000.
El papel del implacable premier holandés
A cambio de los 390.000 millones, los países frugales han obtenido un incremento de los reembolsos que reciben de sus contribuciones respectivas a los presupuestos comunitarios. Un mecanismo, los reembolsos, que se inició por la presión de la entonces premier británica Margaret Thatcher.
De hecho, los frugales han obtenido diversos beneficios de las negociaciones del pasado fin de semana. Por ejemplo, se les ha acordado un incremento de su colecta de derechos de aduanas, que pasa del 10 al 25% y que les permitirá embolsarse varios cientos de millones de euros cada año.
La buena estrella de los frugales se debe en buena parte a la agresividad de la posición de Mark Rutte, primer ministro de los Países Bajos. Hábil negociador y sabedor de su posición de fuerza para aprobar el acuerdo, Rutte ha conseguido exprimir hasta el último centavo en «compensaciones» por el esfuerzo realizado. Esfuerzo que es prácticamente nulo si se tiene en cuenta que es la Comisión quien se endeuda, con el riesgo difuminándose entre los 27 estados miembro de la UE.
Numerosos negociadores de otros países se han quejado del comportamiento de Rutte: «Cada vez que parece que tenemos un acuerdo sobre un tema, intenta conseguir más en algún otro ámbito, y así todo el tiempo», confía un diplomático cercano a las discusiones.
Parece que su estrategia de ir consiguiendo muelles ha exasperado también a Angela Merkel. «Ya has obtenido muchas cosas, ahora te toca a ti ser flexible», le habría espetado la canciller alemana según Le Figaro.
El mismo diario recoge que Rutte habría cruzado la línea roja varias veces. Por ejemplo, habría sembrado rumores según los cuales varios países partidarios de las subvenciones directas estarían dispuestos a aceptar mucho menos de 400.000 millones en ayudas, y habría intentado provocar a Viktor Orban en materia de estado de derecho, pero sin éxito.
Falta de solidaridad de los países que más se benefician del mercado único
El comportamiento de los frugales durante las negociaciones del fondo de recuperación, y más en particular de Rutte, podría dejar cicatrices difíciles de borrar en las relaciones entre los 27.
A la hora de ayudar a los países más afectados por la epidemia, los frugales, que figuran entre los más ricos y los que más se benefician del mercado único europeo (mucho más que los mediterráneos) no se han mostrado nada dispuestos a colaborar.
Para más inri, los Países Bajos de Rutte figuran en la lista de estados miembros que menos impuestos cobran, captando así inversiones que, de otra forma, se distribuirían de forma más equitativa en toda Europa. Un hecho que los ha puesto en el punto de mira de la Comisión por distorsionar el mercado único en detrimento de los otros miembros.
El principio europeo de la solidaridad se ha tambaleado, y mucho, en los últimos meses.
Si la UE lo ha conseguido ha sido en buena parte por la buena voluntad e inteligencia política de Angela Merkel. La Canciller ha entendido enseguida la importancia de ayudar a los países más pobres para evitar tensiones aún peores que las de la crisis financiera de la década pasada.
Alemania tomó el pasado 1 de julio la presidencia rotatoria del Consejo Europeo, de seis meses. Se espera que permita desplegar rápidamente el fondo de recuperación y dar un importante impulso a la agenda política de la también alemana presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.