¿Por qué cada rostro humano y cada persona tienen una singularidad única, irreductible a un denominador común? ¿La grandeza del espíritu humano (manifestada, por ejemplo, en las obras de Platón, Velázquez o Mozart) puede provenir solo de la materia ciega, muda e irracional? ¿Hacia dónde va todo, hacia dónde nos encaminamos, hacia la nada o hacia la vida? ¿Es creíble la tesis de que la gente se vuelve mejor y se enriquece su condición humana si se convence de que la vida termina inevitablemente en una derrota y que no hay consuelo ni salvación posibles?
Estas son algunas de las cuestiones que plantea en su última obra “La pregunta por Dios” (Ed. Sígueme, 2023) Olegario González de Cardedal, que en 2011 recibió el premio Joseph Ratzinger en su primera edición. El profesor de Salamanca es autor de grandes obras de teología que por temática, lenguaje y extensión pueden resultar poco atractivas para el gran público. Nada de esto ocurre con “La pregunta por Dios”. Desde la atalaya de una larga vida dedicada a pensar sobre la fe, de forma sencilla nos recuerda las grandes preguntas que ninguna persona deja de plantearse en algún momento de su vida: las relativas al sentido (origen) y a la salvación (el fin).
Los cristianos hablamos poco de Dios. Sea porque nos parece una palabra demasiado solemne o trascendental para sacarla en las conversaciones cotidianas, sea por el hedor o vergüenza de no compartir nuestras creencias más íntimas. Algunos cristianos hoy también podemos pasar por pesimistas o cabreados, al mostrarnos críticos ante unos poderes públicos y una sociedad que a menudo van en una dirección opuesta al bien común y al bien de las personas y de las familias.
Esto último puede hacernos olvidar que la fe es motivo de felicidad. Nos lo recuerda el reciente libro del filósofo y teólogo mallorquín Gabriel Amengual, que lleva por título “El gozo de creer” (Ed. Lleonard Muntaner, 2022). Se trata de una de las mejores obras sobre apologética cristiana en el ámbito de la cultura catalana en lo que llevan de siglo. Breve, no llega a las cien páginas, y de fácil lectura supone una síntesis muy comprensible de la fe y de los términos más importantes de la religión cristiana: amor, gozo, gracia, perdón, salvación, etc.
La obra de Amengual trata también, entre otros puntos, de la fe como confianza, de la fuente del mal y sus manifestaciones, de la obra redentora de Cristo, de las funciones sociales de la religión, de la experiencia de lo Sagrado y de la persistencia de la religión. La lectura de este libro no solo permite entender el núcleo esencial de la fe cristiana, sino que también nos la muestra como fuente de gozo, por encima de los códigos morales y doctrinales que también supone. Amengual afirma que “La fe es un camino abierto, que debe recorrerse con sus curvas, subidas y bajadas, con sus obstáculos, puntos luminosos y oscuros; pero siempre es un camino hacia la plenitud.”
González de Cardedal y Amengual son dos grandes pensadores cristianos que han dedicado su vida a meditar y escribir sobre la dimensión trascendente, inescindible de la naturaleza humana, y que en su madurez comparten de forma clara y asequible para todos, las preguntas y respuestas esenciales sobre la fe.
Conozco a personas ancianas que a pesar de haber creído en Dios durante buena parte de su vida, abrumadas por el ambiente agnóstico y materialista que domina en nuestra sociedad, afrontan el fin de su vida con tristeza y faltos de esperanza. Es cierto que pocas personas pueden llegar a decir como Santa Teresa de Ávila «Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero». O como Santa Teresa de Lisieux: “¿Qué me importa la vida? ¿Qué me importa la muerte? Amarte, ¡este es mi gozo!”
“Que sus corazones se serenen. Cree en Dios, cree también en mí. En casa de mi Padre hay sitio para muchos; si no lo hubiera, ¿podría decirles que voy a prepararle estancia?”. Es necesario que estas palabras de Jesús en el Evangelio de Juan resuenen no solo en los funerales, sino sobre todo en las casas y residencias de personas mayores o en las unidades de cuidados paliativos.
Pude compartir con estos dos maestros muchos veranos en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. Olegario era director y Gabriel uno de los ponentes habituales de la Escuela de Teología. En una Universidad pública, con el rector nombrado directamente por el Gobierno español, durante casi dos décadas pudo celebrarse este curso, que habitualmente era el que tenía más alumnos de toda la UIMP. La gran aspiración de Olegario era que la teología tuviera, como tiene en Alemania, un espacio en la universidad pública.
Publicado en Religión en Libertad el 25 de mayo de 2024