Los dos espíritus de la OTAN

La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha sacado a la OTAN del estado de «muerte cerebral», tomando las palabras del presidente francés Emmanuel Macron.

En este sentido, la cumbre anual de la Alianza Atlántica del pasado año, celebrada en Madrid, fue un momento de unidad que consiguió capitalizar el choque producido por la agresión del Kremlin. Estados Unidos lo aprovecharon de forma muy inteligente para encender luces largas e inculcar su visión estratégica a los aliados europeos, según la cual Rusia es la urgencia, pero China es la cuestión verdaderamente importante.

La edición de este año de la misma cumbre ha tenido lugar a mediados de julio en las antípodas europeas de Madrid, en Vilna, capital de Lituania. Ha sido una cita muy distinta a la anterior, ya que, después de más de 500 días de guerra en Ucrania, las diferencias de posición entre los aliados se han puesto de manifiesto.

La cuestión urgente volvía a ser Ucrania, pero esta vez la agenda se situaba en torno a la adhesión de Kiev a la OTAN. Los aliados están divididos al respecto.

Sensibilidad «dura»

Hay una primera sensibilidad, digamos, «dura,» claramente minoritaria, pero que cuenta con simpatías dentro de la opinión pública, que pide la inclusión rápida de Ucrania como miembro de pleno derecho de la OTAN. Este campo está representado por Polonia, los países bálticos y la propia Ucrania. Reino Unido no está alejado de esta posición, aunque su particular dependencia de Washington le hace mantener un perfil bajo.

Sensibilidad «blanda»

La otra sensibilidad, la «blanda», aboga por la prudencia y por ofrecer a Ucrania garantías de seguridad alternativa antes de convertirse en miembro de la Alianza. Este bloque lo lideran los propios Estados Unidos, con Alemania y Francia como otros países que lo suscriben. Turquía, por razones que nada tienen que ver (el país es una rara avis en el seno de una Alianza de cultura occidental, democrática y atrevámonos a decir cristiana), también prefiere este enfoque.

Entre estos dos espíritus de la OTAN, el duro piensa que el objetivo de la guerra debe ser la victoria absoluta de Ucrania y la humillación de Rusia. Para ello, pide una victoria militar total de Kiev, seguida de una adhesión inmediata a la OTAN, esgrimiendo que Ucrania ya ha pagado un precio excesivamente elevado debido a la tibieza del apoyo de Occidente en los años previos a la guerra.

Por otro lado, el espíritu blando considera que ofrecer formalmente a Ucrania una vía de adhesión exprés (como se ha hecho, por cierto, con Finlandia y Suecia) podría tener la consecuencia indeseada de alargar la guerra y generar complicaciones de cara al tratado de paz que debe poner el punto y final al conflicto bélico.

Estados Unidos y otros aliados como Alemania tienen también un temor más profundo: que países como Polonia estén introduciendo una excesiva carga emocional en la guerra, y que lo que busquen realmente sea la quiebra del estado ruso sin considerar lo suficiente lo que esto podría implicar.

Según apunta el siempre atento Gideon Rachman del Financial Times, la visión para Ucrania que Estados Unidos podría tener en mente es parecida a la postura de Washington para con otro de sus aliados clave, Israel, que como Ucrania tampoco es miembro de la OTAN.

Este posicionamiento implicaría redoblar la ayuda militar a Kiev (como ya se está haciendo con los sistemas de misiles de defensa antiaérea Patriot y con los aviones de combate F-16) para que el coste de una nueva agresión rusa sea prohibitivo. Y al mismo tiempo, evitar la espinosa cuestión de activar el artículo 5 del Tratado de la Alianza Atlántica en caso de que un ataque llegara a producirse.

Al fin y al cabo, en Vilna acabó por pasar lo mismo que en Madrid: la visión de Estados Unidos se impuso cómodamente.

Así, el comunicado final de la cumbre es extraordinariamente discreto, y reza: «nos encontraremos en disposición de extender una invitación para que Ucrania se una a la Alianza cuando los Aliados lo convengan y las condiciones se den». Sin duda, es un texto preparado por el blog blando y en particular desde Washington a fin de intentar contener la escalada de tensiones con Moscú.

Asimismo, cabe apuntar que nadie pone en duda la adhesión de Ucrania a la OTAN a largo plazo.

De hecho, la cumbre sirvió para instalar un Consejo OTAN-Ucrania e incrementó su apoyo a Kiev precisamente para sustituir equipamiento militar soviético por occidental conforme a los estándares de la Alianza. El rumbo está perfectamente trazado.

En definitiva, cabe recordar que Estados Unidos supone el 70% del gasto militar total de la OTAN. Ucrania irá, en último término, hacia dónde Washington le indique.

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