Después de la cumbre de la OTAN de Madrid: un mundo en estado de guerra

La organización de la cumbre de la OTAN celebrada en junio en Madrid ha sido un éxito. Un sondeo de la empresa Metroscopia indica una satisfacción de un 71%. También  señala  que la cumbre ha tenido un doble impacto sobre los consultados: están contentos por la imagen que España ha dado al mundo, pero preocupados por el trasfondo que han intuido. Han captado la esencia de la reunión: el dibujo de un mundo en estado de guerra.

Por un lado, guerra explícita, directa, en Ucrania, provocada por la invasión de la Rusia de Putin, definida como «una amenaza directa» para la seguridad transatlántica. A partir de ahora, Rusia tendrá 300.000 efectivos situados cerca de Moscú (ahora son 40.000) y una nueva frontera directa de 1.300 kilómetros con la OTAN -lo que Putin quería precisamente evitar- con Finlandia nuevo miembro de la Alianza Atlántica, también  Suecia. Hace sólo doce  años,  la OTAN consideraba a Rusia  como un socio y ahora es el gran enemigo. Por otra parte, guerra potencial en el Pacífico, si la «rivalidad sistémica» con China se desboca en los próximos años. China aparece hoy en el panorama internacional como el único actor realmente capaz de desafiar la hegemonía de Estados Unidos, que parecen dispuestos a evitar que China llegue a alcanzar la posición dominante que persigue.

Si leen el nuevo Concepto Estratégico de la OTAN, los ciudadanos estarán aún más preocupados

Si leen el nuevo Concepto Estratégico de la OTAN, los ciudadanos estarán aún más preocupados. Occidente se pone en guardia para cubrir distintos frentes a la vez: el expansionismo ruso; emergencia del gigante chino; ataques híbridos con vector tecnológico; golpes que puedan surgir de esa enorme franja africana llamada Sahel.

La OTAN ha confirmado su adaptabilidad a los giros del escenario de seguridad internacional. Ha sido capaz de transformarse en una organización de seguridad global -sin límites territoriales y con competencias auto asignadas en todo el espectro de amenazas convencionales e híbridas- ampliando su perfil fundacional, que era el de una organización de defensa colectiva (también política) con un ámbito geográfico de actuación concreto (el Atlántico norte). Hace tan sólo un año, Macron diagnosticaba que la OTAN estaba en estado de “muerte cerebral“, y Merkel señalaba que los Estados Unidos de Trump no era un socio fiable.

La OTAN sale encantada de Madrid, pero la UE no puede decir lo mismo, por muchas razones.

En caso de producirse un conflicto a gran escala, Europa sería el campo de batalla. Europa ha demostrado que es capaz de una gran solidaridad, pero también que no sabe defender sus intereses al no presentar un proyecto de paz estructurado. Europa no puede resignarse a ver a Rusia como su eterna enemiga ni puede desearle la ruina. No hay que confundir a Rusia con Putin ni Rusia con la URSS. Rusia es  europea  (y asiática)   y no será siempre la Rusia de Putin ni una heredera voluntaria de la URSS.

Los impactos de la situación actual sobre Europa son muy importantes. La economía europea se deteriora. El Parlamento Europeo acaba de apoyar el considerar el gas y la energía nuclear como energías verdes para salvar su proyecto estrella de Green Deal (Europa Verde). Alemania se enfrenta a una verdadera pesadilla. Sus problemas energéticos son muy grandes y su sagrado superávit comercial se ha desvanecido. Los dos gasoductos bálticos entre Alemania y Rusia formaban parte de una gran arquitectura europea de paz diseñada por la conservadora Merkel con el apoyo del principal partido de la oposición, los socialdemócratas, cuyo líder, Gerard Schroeder, encarnaba (y sigue encarnando ) la amistad germanorusa. Macron acaba de anunciar que el Estado francés volverá a controlar el 100% de EDF (Electricité de France). La Italia de Draghi, con un 40% de gas que le llega de Rusia, hace manos y mangas para afrontar su propio problema energético.

Otra señal de que la UE no puede salir encantada de Madrid es la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN, pues esto significa que estos países, miembros de la UE, no creen que el artículo 42.7 del Tratado de la UE (el equivalente del artículo 5 del Tratado de la OTAN sobre defensa colectiva) suponga una garantía suficiente de seguridad.

El nuevo Concepto Estratégico está lleno de referencias de colaboración entre la OTAN y la UE, pero son retóricas

El nuevo Concepto Estratégico está lleno de referencias de colaboración entre la OTAN y la UE, pero son retóricas. El problema no es tanto de Washington sino de los propios europeos, incapaces de construir una verdadera Europa de la Defensa y mucho menos una verdadera unión política de carácter federal. Los europeos son incapaces de superar sus anacrónicas posturas nacionalistas y de entender que la Europa de la Defensa no es el fin del vínculo transatlántico, sino el paso necesario para dotarse de medios para atender a los mismos intereses sin tener que depender necesariamente de Estados Unidos.

El nuevo Concepto Estratégico abre una nueva época geopolítica: Rusia definida como “agresora“, luz verde para el ingreso de Suecia y Finlandia en la OTAN, primer paso significativo de la OTAN para sumarse a la pugna por la supremacía mundial que Estados Unidos mantiene con China. El giro hacia el Pacífico coloca la OTAN, y de paso en Europa, en una posición de creciente rivalidad con China, una perspectiva inquietante para Bruselas y Berlín. China es el mayor socio comercial para la UE y para Alemania. El endurecimiento de la posición de la OTAN hacia Pekín arrastra a la UE de mala gana.

Los aliados europeos se habían resistido durante meses al deseo de Washington de encarar el escenario geoestratégico en el horizonte de mediados del siglo XXI como un duelo bipolar, pero finalmente han aceptado apuntar hacia Pekín como “un desafío” a los “intereses, seguridad y valores» occidentales. Estados Unidos y Reino Unido aún querían un texto más contundente contra China, finalmente se llegó a un compromiso con los aliados de la UE.

Todo ello muestra que no se ha hecho caso a las recomendaciones del Seminario de Toledo sobre Seguridad, celebrado pocos días antes de la cumbre de la OTAN

Todo ello muestra que no se ha hecho caso a las recomendaciones del Seminario de Toledo sobre Seguridad, celebrado pocos días antes de la cumbre de la OTAN. Javier Solana declaró allí que el despegue de China sería “terrible, especialmente para la UE“, pues “China es para Europa un socio comercial imprescindible”. Por su parte, Pascal Boniface, fundador del Instituto de Relaciones Internacionales francés, alertó del riesgo de la OTAN, alentada por Estados Unidos, de convertirse en una organización antirusa y antichina, y en una alianza de las democracias contra las tiranías; advirtió de que entonces podría producirse “un choque de civilizaciones“. “Una OTAN global puede provocar el despegue de China de Occidente, que son dos esferas que se retroalimentan; China no es una amenaza militar estratégica, pero si señalamos a China como una amenaza militar la acabaremos convirtiendo en una amenaza militar”.

La Comisión Von der Leyen ha intentado mantener su propia relación con Pekín, sin dejarse llevar por el pulso geoestratégico creciente entre Estados Unidos y China. Josep Borrell, jefe de la diplomacia comunitaria ha defendido una estrategia bautizada como «doctrina Sinatra«, en alusión a la famosa canción My own way (a mi modo) del cantante estadounidense. Esta doctrina se basaría, según ha manifestado el propio Borrell, favorable a la cooperación con China en materia de interés global, desde el cambio climático hasta los conflictos en África o la lucha contra la Covid-19 y, al mismo tiempo , partidario  de la “soberanía estratégica“ europea, con la protección tanto de sectores económicos y tecnológicos clave como de valores e intereses. Macron ha repetido muchas veces  que “los enemigos de nuestros amigos no son necesariamente nuestros enemigos”.

La guerra de Ucrania ha alterado el escenario global, con China claramente al lado de Moscú, aunque no de forma beligerante

La guerra de Ucrania ha alterado el escenario global, con China claramente al lado de Moscú, aunque no de forma beligerante. La firma de la Declaración Conjunta del 4 de febrero entre Putin y Xi-Jinping, estableciendo  una relación “sin límites“,  ha debilitado la posición europea a favor de mantener un entendimiento más o menos cordial con China y ha reforzado a los partidarios de endurecer la respuesta a los desafíos chinos. Washington es partidario de una posición fuerte para disuadir a Pekín, entre otras cosas, de la tentación de repetir la anexión unilateral de un territorio como ha hecho Rusia con Crimea o Ucrania.

La UE ha pedido insistentemente a China -la última vez en la cumbre bilateral del pasado abril- que intercediera con Moscú para poner fin a la guerra de Ucrania. Ha sido imposible conseguirlo. China se ha mantenido en una posición que los chinos califican de neutral, pero que es claramente de apoyo a Rusia y de dejar hacer a Putin lo que considere más oportuno.

Los aliados europeos tienen una relación muy importante con China. Además de preservarla, no quieren arrastrar a Pekín cada vez más al lado de Rusia. China fue en 2021 el principal socio comercial de la UE, con un volumen de transacciones por valor de 696.000 millones de euros. China es el primer origen de las importaciones de la UE, con un 22%, y el tercer mayor mercado para las exportaciones comunitarias. Ha sido en 2021 el primer socio comercial por sexto año consecutivo, con un volumen de 245.900 millones de euros, por delante del comercio con los Países Bajos y Estados Unidos.

Alemania, máxima defensora de preservar intactos los lazos comerciales con China como hizo su día con Moscú

Alemania, máxima defensora de preservar intactos los lazos comerciales con China como hizo su día con Moscú, ha visto debilitada su posición a favor de Pekín debido a la invasión rusa de Ucrania y por su presencia en el gobierno de coalición de Berlín de un partido verde mucho menos tolerante con las violaciones de derechos humanos en China. Antes de la invasión, Berlín ignoró las advertencias de la UE y Estados Unidos sobre su dependencia energética de Rusia. La Alemania de Merkel creía en el wechsel durch Handel, (cambio hacia la democracia a través del comercio), que no se ha producido.

Los líderes europeos han sido bastante silenciosos en la cumbre de Madrid. En su descargo hay que reconocer que cuesta levantar la voz cuando los tambores de guerra redoblan en Washington y, además, “por el bien” de Europa. No ha habido ningún líder europeo dispuesto a confesar que Europa se adentra en un conflicto probablemente de larga duración.

Los líderes europeos saben que lo natural sería que Europa y Rusia se entendieran, pues comparten cultura y sus economías son complementarias. Es obvio que Rusia forma parte de Europa y sin Rusia es imposible establecer un orden de seguridad continental mínimamente sólido. Pero Rusia tiene una terrible tradición milenaria de violencia política y de grandes sufrimientos de la población, con autocracia y expansionismo territorial como dos pilares fundamentales -a la que Putin trágicamente se ha añadido- que debe superar.

La invasión de Ucrania lo ha cambiado todo. Es la primera guerra de expansión territorial en Europa en 75 años, iniciada por el país más extenso del planeta. Occidente seguirá apoyando a Ucrania, porque una Rusia victoriosa sería imparable en su expansión hacia el este. Putin ha escogido el peor camino para Europa, pero también para Rusia.

La inercia de los acontecimientos lleva a lo que no conviene ni a rusos ni a europeos: el establecimiento de una línea divisoria, un nuevo talón de acero y una nueva Guerra Fría. La inercia que debería  buscar es la de una reintegración de Rusia  en la familia europea. Sólo lo conseguirá liberándose a si misma, después de una gran catarsis histórica.

Una Rusia derrotada y humillada sería el preámbulo de una nueva guerra, como ocurrió con Alemania tras la Paz de Versalles. Un triunfo de Putin que pusiera fin a Ucrania como nación sólo aumentaría las tensiones militares en el Este.

El gran culpable de la trágica situación actual es Vladimir Putin. Le resulta vergonzoso el derrumbe y auto implosión de la URSS y quiere restaurar su grandeza. Para este proyecto nacional/imperial ruso no se ha ligado a ninguna ideología. Quiere representar a la nación, porque ahora, fuera de combate el comunismo, la única arenga posible para un déspota ruso como él es el nacionalismo. Se vale por eso del manual de totalitarismo de Stalin. La Rusia de Putin ha sido pionera en utilizar las redes sociales como arma, es un reflejo de su experiencia en el KGB, donde la difusión de información falsa era un arte. Así se produjo la injerencia a favor de Trump en las elecciones del 2016. El trumpismo todavía está muy vivo en Estados Unidos y la amenaza de Trump (o sucedáneo) presidente el próximo año es una posibilidad muy preocupante.

Putin ha hecho trágicamente suyas dos frases famosas sobre Rusia

Putin ha hecho trágicamente suyas dos frases famosas sobre Rusia. La primera atribuida a un ministro zarista: “Para Rusia, una frontera será segura sólo cuando haya rusos a ambos lados”. La segunda fue  pronunciada por Catalina la Grande: “La mejor manera de asegurar las fronteras rusas es ampliarlas”.

Si la Rusia post URSS (1991) se hubiera mostrado como un vecino fiable y pacífico, concentrado en superar la catástrofe de ochenta años de régimen comunista, ni los antiguos protectorados de la Europa del Este ni las antiguas colonias bálticas, ni ahora Suecia y Finlandia, no habrían mostrado ningún afán de incorporarse a la OTAN. El relato de Putin para justificar la invasión de Ucrania poniendo como excusa  la ampliación inadecuada de la OTAN  no se aguanta. Putin teme la existencia  de una Ucrania vecina  libre y democrática y de su efecto contagio sobre Rusia.

Aunque Europa se ve principalmente afectada por la guerra de Ucrania, no se puede olvidar que lo que está haciendo Europa, correctamente, es defenderse de Putin. No habrá un alto el fuego mientras Zelenski y Putin no se pongan a negociar. Es una guerra de atrición que nadie ganará totalmente. Las posibilidades de que el conflicto se extienda sobre Europa son altas. Esta guerra de conquista de Putin es una amenaza existencial contra nuestro sistema de vida y contra la UE. Es una batalla sobre las libertades y entre democracias y la autocracia de un político que pretende anexionar unas tierras que considera suyas. Los ucranianos no quieren depender del Kremlin y obedecer a consideraciones imperiales y geopolíticas por delante de su voluntad de independencia, europeísmo y democracia.

Denis Kataev, joven periodista ruso huido de la Rusia de Putin, acaba de declarar: “Tengo vergüenza de ser ruso en este momento. Esta guerra será el fin de Putin y su régimen. Llegará en años, semanas o días, pero llegará“.

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