Era de toda lógica jurídica. El desatino con el procedimiento seguido por el gobierno municipal que Ada Colau y Jaume Collboni tramitando una modificación tan radical de una vía principal del Eixample como si fuera un simple plan de obras, como quien arregla la acera para evitarse tramitaciones y garantías procedimentales, debía terminar mal ante los tribunales. Así fue.
El juzgado de lo Contencioso Administrativo número 5 de Barcelona ha dictado sentencia revocando el acuerdo municipal que aprobó el eje de Consell de Cent formando parte de la supermanzana del Eixample. La razón es la ya apuntada. No se podía tramitar como una obra ordinaria, sino que debía modificarse el Plan General Metropolitano.
Ésta ha sido la tesis de siempre de muchos expertos, empezando por el propio antiguo arquitecto jefe del Ayuntamiento de Barcelona, José Antonio Acebillo.
De esta forma la juez atiende el recurso presentado en su día por Barcelona Oberta, la asociación que reúne a los comerciantes de los ejes comerciales de Barcelona. Este hecho complica el inicio de mandato de Collboni porque además de verse obligado a recurrirlo, pone sobre la mesa que el PSC gobernaba con los Comunes en el pasado mandato y participó, por tanto, de la decisión. Contra la sentencia el Ayuntamiento presentará recurso, pero parece difícil que éste pueda prosperar. Además, existen otras denuncias en el juzgado de carácter administrativo, pero también una vía penal que va en el mismo sentido. Ésta es sólo la primera consecuencia de una batería de protestas cívicas, utilizando el camino de la justicia, para rehacer una de las grandes arbitrariedades que cometió Colau.
La exalcaldesa, como es propio de ella, ha reaccionado de forma violenta descalificando a la juez, acusándola de ir contra el sentido común y de no defender a la gente. Ha afirmado que cuando la justicia actúa así tiene un grave problema y ha formulado una advertencia: «nosotros no lo vamos a permitir». El respeto que Colau y los Comunes tienen por la independencia judicial es, como siempre han demostrado, perfectamente descriptible.
El problema añadido es que ahora que ya no gobiernan en Barcelona, pero mandan mucho sobre Collboni. También gobiernan en el Estado y eso, en relación a su problema con la independencia judicial, ya supone mayores peligros. Afirma Colau que la sentencia es «absurda» y que ella defiende a «los vecinos que quieren una Barcelona más verde y saludable». Se necesitan narices, con perdón de la expresión, para utilizar este argumento, cuando lo más verde que hay en Consell de Cent son los plataneros de toda la vida, porque el resto es una vegetación rastrera en el sentido técnico de la palabra y de muy poco vuelo.
Por otra parte, sobre la salud que esta obra comporta que se lo digan a los vecinos de la calle Valencia y del resto de calles del Eixample que respiran una atmósfera más contaminada que nunca.
Hay que hacer observar que la gran transformación de la Via Laietana también puede seguir el mismo camino porque ha sido tramitada de la misma forma. El período Colau-Collboni se ha caracterizado por pasarse por el forro las garantías procedimentales con las aprobaciones de modificaciones urbanísticas. Ahora la ciudad lo irá pagando.
Además, la reforma de Consell de Cent ha sido un desbarajuste de dinero. Ha costado, aunque cueste creerlo, 26 millones de euros. Entre otras cosas porque ha sido complicado recuperar el suelo para poder efectuar plantaciones y, sobre todo, porque el pavimento que había fue constituido por losas de granito procedentes de una cantera de Extremadura de Quintana de la Serena y, cómo no, esto cuesta dinero. Afortunadamente, la reversión para que se pueda devolver a la normalidad sería mucho menos costosa, porque la estructura que en definitiva tiene ahora Consell de Cent hace fácil sin grandes obras habilitar la calzada central, que además necesita un tipo de pavimento, el asfalto convencional, mucho más económico.
También sería una ocasión para aprovechar la transformación establecer medidas que combatieran los episodios de calor intenso, al dotar al asfalto de un color claro y aprovechar la ocasión para instalar toldos reversibles para los períodos de máxima temperatura.
Lo que no tiene solución es el golpe que los especuladores van a recibir porque ya había empezado el negocio de gentrificar la calle. Cuando la sentencia se cumpla, el Eixample y los vecinos de Barcelona saldrán ganando.