Publicado en La Vanguardia el 1-11-2021
La idea de que la prosperidad de Cataluña es inmutable es un error grave. Solo necesitamos recordar la historia para constatarlo. Justo al inicio del siglo XIX, Extremadura ocupaba el octavo lugar por la importancia de su PIB y Madrid el décimo. Hoy ocupa el decimoquinto y Madrid el primero. Por aquel entonces, Cataluña era cuarta, y con tiempo y esfuerzo logramos el primer lugar en los años treinta del siglo pasado; ahora somos segundos. Argentina es un buen ejemplo de cómo la sociedad y el mal gobierno destruyen a un país. Considerado a inicios del siglo XX una gran potencia de futuro, como Estados Unidos, se ha especializado en el default, el corralito y la congelación de precios. Fatal.
¿Por qué tienen éxito las naciones? Daron Acemoglu y James A. Robinson, en Por qué fracasan los países, aportan de la mano de la nueva economía institucional una interesante respuesta: se trata sobre todo de la eficacia, eficiencia e inclusividad de las instituciones. Desde otra perspectiva, Jared Diamond en Crisis desarrolla una casuística de doce factores que permiten superarlas.
En dos artículos precedentes (“Las dislocaciones de Cataluña” y “Proyecto para Cataluña”), expliqué nuestro declive y por qué éramos incapaces de abordarlo. Ahora conviene aportar algunas soluciones, fruto de aquel diagnóstico y de experiencias más amplias surgidas de obras como las apuntadas. Tan malo es negar el declive como pensar que solo el tiempo lo curará. El mal del hombre lo resuelve el mismo ser humano, con ayuda de Dios.
Lo resumiré en diez puntos, que definen un programa de acción basado más en actitudes que en ideologías políticas:
- Practicar una autoevaluación honesta delimitando los factores de la crisis, gestionando el fracaso y asumiendo responsabilidades. Todo esto exige constancia y valor moral; sin ambos, no hay solución.
- Confianza en superar la crisis transformándola en un reto y, en último término, instinto de conservación colectivo. Cataluña lo tenía.
- Realismo, sentido práctico, rechazo de las soluciones simples y taumatúrgicas, y prudencia, que es la virtud de elegir el mejor camino.
- Aprovechamiento de nuestras ventajas, y las fortalezas históricas. Partir de los valores centrales que nos han constituido como país. Vicens Vives trata de ellos en Notícia de Catalunya. Asumir los éxitos de nuestra historia pasada, apoyándonos en modelos que hayan funcionado: Prat de la Riba, Tarradellas, Maragall alcalde, Pujol, sobre todo el de los primeros mandatos.
- Políticas públicas creativas, inclusivas, que propicien la cohesión social y la igualdad de oportunidades. La falta de visión, por una parte, y el conflicto social, por otra, son ahora nuestros primeros enemigos.
- Una ruta viable y flexible claramente establecida. Sin viabilidad no hay respuesta. Seguramente la planificación indicativa junto con la concertación serían instrumentos excelentes para conseguirlo.
- Instituciones políticas inclusivas que contribuyan a la amistad civil entre quienes participan en la política. Un sistema electoral que empodere mejor a la gente, como el alemán de doble voto, un espíritu regenerador instituyendo el referéndum revocatorio de presidentes y alcaldes.
- Considerar algunos modelos exteriores, no para aplicar mimetismos imposibles, y sí para encontrar inspiraciones razonables. Baviera, tanto la Alta como la Baja, es un ejemplo de cómo aunando tradición y progreso se obtiene bienestar, respeto ambiental y crecimiento económico.
- La comunidad nacional como factor de civilidad; esto es el patriotismo como virtud que perfecciona, y no el chovinismo, el cofoisme, y las identidades de género, que fragmentan y envenenan las relaciones en la comunidad.
- La búsqueda de la colaboración de los otros. El pactismo como virtud, la reciprocidad como actitud.
¿Pero cómo desarrollar todo esto? Si las instituciones y partidos políticos mantienen su apego partitocrático y su autismo social, que nos conduce al desastre, solo la energía renovada aportada por la sociedad civil podrá romper el círculo vicioso, mediante una corriente social organizada que impulse los objetivos necesarios y regenere prácticas, fines e instituciones. En último término, volvamos a Argentina, no son solo los políticos los que hacen fracasar a los países, sino la incapacidad de su sociedad civil, de sus entidades y personas representa.