Además del llamado Pacto Verde (Green Deal) o revolución verde, la Comisión Europea -presidida por la alemana Úrsula von der Leyen- se propone una segunda revolución en el seno de la UE: la digital. Son los dos grandes objetivos marcados por la UE para los próximos años.
La transformación digital significa la integración de las tecnologías digitales en las empresas y extender su impacto a la sociedad. Las plataformas digitales, el internet de las cosas, las nubes informáticas y la inteligencia artificial forman parte de las tecnologías que afectan a sectores que van desde el transporte a la energía, pasando por el sistema agroalimentario, telecomunicaciones, servicios financieros, producción industrial, sanidad, así como en la vida cotidiana de los ciudadanos.
Vividas las tres primeras revoluciones industriales (basadas en el vapor, la electricidad, y la electrónica, respectivamente), la actual cuarta revolución industrial consiste en la revolución digital, un fenómeno que la sociedad experimenta desde 1950, produciendo un cambio disruptivo.
A finales de la década de 1970, la tecnología digital ya estaba inmersa en la economía. La aparición de ordenadores personales, internet y smartphones abrieron el paso a lo que se ha denominado «la era de la información».
En su discurso de julio de 2019 ante el Parlamento Europeo, antes de su ratificación en el cargo y que la pandemia del coronavirus lo alterara todo, von der Leyen presentó una Agenda Europea con las orientaciones políticas de la nueva Comisión Europea para los próximos cinco años (2019-2024).
Dos grandes cambios destacaban en aquella Agenda: un Pacto Verde para luchar contra el cambio climático que convirtiera a Europa en el primer continente climáticamente neutro en 2050, y una Europa que liderara la revolución digital, con una normativa sobre la Inteligencia Artificial basada en una aproximación ética y humanista. Ante estos dos grandes cambios, von der Leyen situaba a dos Comisarios de prestigio: el holandés Frans Timmermans y la danesa Margrethe Vestager.
Poco tiempo después, en diciembre de 2019, la nueva Comisión Europea entraba en funcionamiento y establecía solemnemente que Europa debía adaptarse a la nueva era digital. Se reconocía que el mundo vivía una cuarta revolución industrial en forma de revolución digital o revolución 4.0, ante la que era necesario actuar de forma rápida y eficaz en cuatro ámbitos: a) protección de datos, b) mejorar el acceso de los consumidores y las empresas en los bienes on line, c) propiciar un entorno en el que pudieran prosperar las redes y los servicios digitales, y d) impulsar el sector digital como motor del crecimiento.
En marzo de 2021, la Comisión Europea presentó una Comunicación que contenía una visión, objetivos y vías de éxito para la transformación digital de Europa dentro de 2030.
Consideraba que era algo fundamental para culminar la transición hacia una economía climáticamente neutra, circular y resiliente. Eran dos revoluciones que iban de la mano. La UE quiere ser digitalmente soberana en un mundo abierto e interconectado, y ejecutar políticas digitales que empodere a las personas ya las empresas en pro de un futuro digital centrado en las personas, sostenible y más próspero.
Las ambiciones digitales para 2030 giran en torno a cuatro puntos:
1) ciudadanos con capacidades digitales y profesionales del sector digital altamente cualificados, 2) infraestructuras digitales seguras, eficaces y sostenibles, 3) transformación digital de las empresas, y 4) digitalización de los servicios públicos.
En estos momentos, ya se conocen muchos más detalles de la revolución digital que se propone llevar a cabo la UE. Las inversiones digitales se llevarán alrededor del veinte por ciento de los recursos destinados al Fuentes de Recuperación Next Generation EU. En total, la UE destinará de forma directa 150.000 millones de euros del plan de recuperación a proyectos digitales. A tal efecto, la Comisión Europea ha proyectado una Brújula Digital horizonte 2030. Sus áreas de actuación apuntan al ámbito laboral, con el impulso de las capacidades y el número de profesionales altamente cualificados en el sector digital, las infraestructuras digitales, con el desarrollo de las nuevas redes como el 5G, o ambición de que el 20% de los semiconductores que se fabriquen en el mundo tengan sello de fabricación europeo.
Otros objetivos digitales que se ha marcado la Comisión Europea de cara a 2030 son impulsar la digitalización de empresas y fomentar la creación de startups , en un entorno innovador que pueda competir con las otras grandes incubadoras de futuras grandes empresas tecnológicas globales, como Silicon Valley. La meta marcada por la Comisión Europea consiste en incentivar la aparición en Europa de empresas llamadas unicornios, es decir, startups privadas que hayan alcanzado una valoración superior a los 1.000 millones de euros. Actualmente, la UE cuenta con más de un centenar de este tipo de compañías y el objetivo es duplicar su número a finales de la década. Bruselas quiere también que el 75% de las empresas europeas hayan adoptado soluciones digitales como la nube o la inteligencia artificial. La Brújula Digital también apunta a la modernización y digitalización de la administración pública en los 27 países de la UE, con la ambición de que todos los servicios clave sean online en el año 2030 y que al menos el 80% de los ciudadanos de la UE ya usen una identidad digital. La UE prepara un despliegue de su DNI digital europeo en una aplicación monedero que será válida en toda la UE y con lo que los ciudadanos podrán utilizar múltiples servicios que van desde un certificado de nacimiento o médico hasta la apertura de una cuenta bancaria.
La movilización de recursos sin precedentes para impulsar la digitalización en la UE va encaminada a tener un impacto decisivo en el empleo, la educación, la innovación y un aumento de la competitividad y de la economía europea frente a sus rivales globales.
La acción en el ámbito digital europeo viene acompañada de numerosas iniciativas legislativas para actualizar el marco normativo a las nuevas demandas de esta nueva economía que pretende colocar a la UE a la vanguardia de la regulación digital frente a otras regiones del mundo. La UE ya aprobó en 2018 la primera Ley de Protección de Datos y la ofensiva reguladora en el campo digital se ha reforzado en los últimos meses. Se ha presentado la reforma de la Ley de Mercado y Ley de servicios digitales, la mayor iniciativa normativa de las dos últimas décadas en el sector digital, con el objetivo de frenar el poder de las grandes compañeras tecnológicas, velar por la protección derechos digitales y establecer condiciones equitativas para fomentar la innovación y la competitividad. También se ha lanzado la primera regulación de la Inteligencia Artificial para evitar el mal uso de esta tecnología.
Según la Comisaria responsable, Margrethe Vestager, «quizá Europa no ha sido un líder en la última ola de digitalización, pero lo tiene todo para liderar la que viene«. Europa perdió efectivamente la primera batalla, la de sus datos personales. Fueron primero las plataformas estadounidenses las que protagonizaron y rentabilizaron la primera revolución digital (Google, Facebook), y después fueron las chinas (Baidu, Tencent). Son evidencias de un retraso europeo que ahora quiere corregirse.
La Comisión Europea insiste en que las nuevas tecnologías respetarán los derechos fundamentales de los ciudadanos y que es necesario tomar precauciones para evitar discriminaciones. «La inteligencia artificial no es buena ni mala en sí misma, todo depende de por qué y cómo es utilizada», ha declarado Margrethe Vetager . El reconocimiento facial, por ejemplo, puede ser utilizado en los controles de seguridad de los aeropuertos, pero cuando se habla de usarlo a distancia se entra en una zona más delicada, pues el fantasma del big brother controlador aparece de inmediato. Las cámaras que controlan los rostros en las calles de China no son un método extrapolable por ahora en Europa. La UE parte de la base de la prohibición en términos generales de esta identificación a distancia, durante un período de 3 a 5 años, con discusión sobre en qué casos excepcionales se podría utilizar, mientras se avanza en las investigaciones.
El comisario de mercado interior, Thierry Breton, de nacionalidad francesa, es partidario de crear un gran mercado interior de datos personales y no personales que pueda ser utilizado por las empresas y el sector público a la hora de crear e innovar. “Queremos crear un mercado único de datos en la UE y queremos movilizar importantes inversiones para espacios de datos e infraestructuras en la nube. Será un ámbito donde todos los productos y servicios basados en datos respetarán plenamente las reglas y valores de la UE”.
Está claro que la UE nunca pierde de vista la trascendencia de sus valores.